Nucleares
En 1982 Pilar Miró rodó una película, Hablamos esta noche, que no tuvo ningún éxito, pero en la que ella se había empeñado con obstinación. Pretendía denunciar la falta de coherencia moral de ciertos correligionarios políticos suyos ante los nuevos retos de la vida. El principal, en esta película, el dilema de si denunciar o no la peligrosa fuga de una central nuclear a punto de ser inaugurada. El protagonista se debate entre sus problemas de conciencia y el afán por trepar. Gana esto último. Naturalmente, a la Miró no le dejaron rodar en el interior de ninguna central nuclear, y tuvo que conformarse con hacerlo en una hidráulica. Los técnicos estaban asustados. En aquellos tiempos ETA aumentaba sus ataques a la central de Lemóniz, en la costa vizcaína, llegando a asesinar a su ingeniero jefe tras haberlo mantenido secuestrado durante una semana. Esa central acabó siendo clausurada antes de inaugurarse, tras la victoria electoral del PSOE. Sin embargo, otras similares continuaron con su actividad. Dos años más tarde ocurrió el grave accidente de la central ucraniana de Chernóbil, que ocasionó en su momento enorme alarma mundial.
Veinte años después esta catástrofe, el realizador Carlos Rodríguez visitó aquel lugar filmando las huellas de los estragos causados entonces, y el documental resultante, La zona, recorrió medio mundo despertando gran interés dentro de festivales y fuera de ellos. A través de las miradas de tres niños y del permanente temor de los adultos, la película de Rodríguez sensibiliza sobre las consecuencias de la catástrofe, y el vergonzante silencio oficial. En opinión de los habitantes de la zona, nadie dice la verdad, como sentenciaban igualmente la película de Pilar Miró, o la norteamericana El síndrome de China, la más popular de cuantas se han filmado sobre los riesgos que conllevan las centrales nucleares. Buen momento este para volver a verlas. No estamos sobrados de cine didáctico o de denuncia.
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