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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Multitudes en el desierto

Película de aventuras en la que se entremezclan las sombras de Rodolfo Valentino, María Montez, La carrera del siglo y todas las chilabas disponibles de este Hollywood trasplantado a Jerusalén que posee Menájem Golan. La protagonista indiscutible de la función es Brooke Shields, una deportiva adolescente americana a la que su agonizante padre le entrega las llaves de su coche de carreras como quien entrega el alma. Con el vehículo debe ganar la travesía del Sáhara, demostrando que el auto inventado por su padre es el mejor, capaz de vencer a otros cinco rivales, amén de la temible arena, la escasez de agua y un sol asesino.La primera sorpresa que va a llevarse la muchacha es la de encontrarse con que el desierto está muy poblado, casi repleto de tribus enzarzadas en disputas religiosas; gitanos a los que el director mata o no, según convenga, y participantes en la carrera que aprovechan la travesía para ganarse unas pesetillas como traficantes de armas. Entre todos proporcionan las suficientes anécdotas como para ir alimentando el fuego de la ficción y, sobre todo, asegurarle a Brooke Shields una amplia panoplia de peligros. Porque de eso se trata: de un sadismo quinceañero que permite salir con bien a la estrella de un foso con panteras y leopardos, de varios tiroteos, dos secuestros, tres intentos de violación, el ataque de una troupe de escorpiones, un intento de lapidación, el encierro en una jaula, una insolación.

Aventuras en el Sahara

Ficha técnica. Director: Andrew V. McLaglen. Intérpretes: Brooke Shields, Lambert Wilson, Horst Buchoiz, John Mills, Steve Forrest, John Rhys Davies, Ronald Lacey. Guión: James R. Silke. Fotografía: David GunfinkeI. Música: Ennio Morricone. Local de estreno: Carlos III y Windsor B.

Brooke Shields se ofrece a la contemplación del espectador rodeada de admiradores que no cesan de elogiar su belleza. Elsuyo es un papel a lo Yvonne de Carlo o María Montez, sólo que aggiornato, es decir, con caballos a gasolina, los pantalones de gasa sustituidos por ropa interior que se pega al cuerpo cuando uno se baña con ella, y con la posibilidad de acostarse con el príncipe azul. Es una heroína que sabe defender su honra.

Andrew McLaglen se muestra poco inspirado, como si quisiera demostrar, de una vez por todas, que aquella impresión por la que se le bautizó como el heredero de John Ford era un simple espejismo. Con Aventuras en el Sáhara consigue convencer a todo el mundo de que se trató de un malentendido. Las escenas de acción del final, las de la batalla entre sectas, están mal rodadas y peor montadas, algo que sorprende en un profesional con oficio y en una producción como ésta. Claro que el responsable definitivo del filme debe ser el productor, a juzgar por los cabos sueltos que deja el guión, como el papel del gitano sordomudo que encuentra la polvera de Brooke.

Aventuras en el Sáhara se inscribe en esa corriente del cine de ahora que privilegia dos vertientes: la espectacular y la del estrellato. En ninguna es brillante, pero la catarata de aventuras debe servir para enmascarar que los jinetes árabes tienden a morir más veces de las que la verosimilitud aconseja y para esconder también la escasez de recursos dramáticos de esta hermosa modelo llamada Brooke Shields.

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