Melodrama en el Ártico
Salmonberries
Director y guionista: Percy AdIon. Fotografía: Toni Sigel. Música: Bob Telson. Alemania-Estados Unidos, 1991. Intérpretes: K. D. Lang, Rosel Zech, Chuck Connors. Estreno en Madrid: Alphaville (versión original).
Las salmonberries, tal como se ve, pero nunca se dice, en la película, son bayas de color salmón y forma de frambuesa que crecen en el Ártico y, por tener mucha vitamina C y azúcar, puede obtenerse alcohol con ellas. Roswitha (Rosel Zech), una de las protagonistas de Salmonberries, colecciona frascos con diferentes cosechas de mermelada de bayas; en un determinado momento le da a comer una de 1977 a Kotzebue (K. D. Lang), la otra protagonista, y coge una borrachera instantánea.Kotzebue es una muchacha esquimal de 20 años, abandonada cuando era un bebé con un cartón con el nombre de esa pequeña población del Ártico y unos amuletos. Empeñada en la búsqueda de sus orígenes y su identidad, encuentra a Roswitha, la bibliotecaria alemana de ese perdido lugar, y entre las dos nace una compleja amistad.
Aunque el verdadero tema de Salmonberries es cómo estas dos mujeres descubren el amor, que una no puede vivir sin la otra, a través de la búsqueda de su propia identidad. Lo que, sobre todo, da lugar a una larga e interesante escena, desarrollada en una habitación de un hotel de Berlín.
El realizador alemán Percy-AdIon debuta en el largometraje de ficción con Céleste (1981), aunque sólo se hace famoso con la trilogía de personales comedias que en la segundad mitad de la década de los ochenta hace con la opulenta actriz Marianne Sägebrecht. Integrada por Sugarbaby (1985), Bagdad Café (1987) y Rosalie va de compras (1989), donde la intermedia es un gran éxito que todavía continúa exhibiéndose.
El punto de arranque de Salmonberries es tanto el interés de Percy AdIon por rodar en el Ártico como la fascinación que siente cuando conoce a K. D. Lang, una cantante canadiense sin ninguna experiencia cinematográfica. Lo que le lleva a enfrentarla con Rosel Zech, una veterana actriz de teatro alemana que ha trabajado anteriormente en cine con Rainer Werner Fassbinder. El resultado es una obra irregular, con la que Percy AdIon, lejos de sus anteriores experiencias, se lanza por un nuevo camino, pero que encierra una excesiva frialdad. Mucho mejor cantante que actriz, tal como demuestra con la canción Barefoot, que canta repetidamente en la película, K. D. Lang transmite demasiada frialdad a su personaje, lo que plantea una intensidad que luego no tiene. Y Rosel Zech tampoco parece ayudarla mucho con sus tristes recuerdos.
A este melodrama ártico que en los buenos momento hace pensar en el maestro Douglas Sirk, en general le falta fuerza para estar a su altura. AdIon se dispersa demasiado con los vídeos musicales que incluye, por un lado, y la historia que narra sabe a poco, por otro. Al tiempo que su entendimiento con K. D. Lang queda muy lejos de la perfección del conseguido con su anterior musa, Marianne Sägebrecht.
Babelia
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