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Matute en cinco obras

Ana María Matute ha sido siempre una niña de la guerra. El 18 de julio de 1936 le faltaban ocho días para cumplir 11 años y esas dos circunstancias, la guerra y los 11 años, han marcado su obra. Los libros de la nueva premio Cervantes están llenos de niños. Entre ellos y los adultos se establece muchas veces la misma incomprensión que entre dos bandos en conflicto, por eso en tiempo de guerra la incomprensión es doble.

LOS ABEL (1948). No fue la primera novela que escribió Ana María Matute pero sí la primera que publicó. Fue finalista del premio Nadal el año que ganó Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada. Los Abel del título podrían ser los Pérez, los Smith o los Caín, un clan familiar en el que la crueldad es la otra cara de la ingenuidad. Como ha contado muchas veces la propia autora, el contrato con la editorial Destino lo firmó su padre por ella. Los siguientes, una vez casada, los firmó su marido. Cosas del franquismo. "Con mi venita marital", se leía antes de la rúbrica. En 1959 la escritora se llevaría el Nadal con Primera memoria.

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PEQUEÑO TEATRO (1954). Matute escribió este libro con 17 años, con 19 lo llevó a Destino escrito a mano en un cuaderno de hule y el editor le dijo que lo pasara a máquina. Luego le dijo que veía más madura Los Abel. Ilé Eroriak, el protagonista de la obra, es un alguien de "cortos alcances" que "creía en todo profundamente", es el loco de Oiquixia, un lugar mítico y, como corresponde, brumoso. La llegada de un forastero, otro clásico, romperá la falsa armonía de un espacio que, al final, se revela como cualquier cosa menos armónico.

LUCIÉRNAGAS (1955). El sello Backlist acaba de reeditar esta novela con un esclarecedor prólogo de Esther Tusquets. La primera vez que se publicó, en ese 1955, lo hizo brutalmente mutilada por la censura y bajo el título de En esta tierra. El libro cuenta la historia de Soledad Roda Oliver, Sol, una muchacha "retraída y extraña, silenciosa y apasionada" que, en medio de una guerra fratricida -la alusión era clara aunque la narración no trate de la guerra- conoce el amor y, de paso, que el mundo se divide entre los que poseen y los desposeídos.

LOS HIJOS MUERTOS(1958). Premio de la Crítica y Nacional de Literatura, es para muchos la mejor novela de la autora y uno de los grandes libros de ficción sobre la posguerra. De nuevo una comunidad encerrada en un lugar de montaña, al lado de un bosque llamado Hegroz. La decadencia de una familia y la redención de un joven delincuente se cruzan en una historia sin concesiones que termina como la propia historia de España según Jaime Gil de Biedma, es decir, mal.

OLVIDADO REY GUDÚ (1996). Para su autora, el libro que siempre quiso escribir. También el que la devolvió a la actualidad después de unos años de silencio y depresión. Lo publicó el mismo año en que fue elegida para ocupar el sillón K de la Real Academia Española (era la tercera mujer en la institución tras Carmen Conde y Elena Quiroga). Aquella historia medieval, mezcla de libro de caballerías y cuento de hadas, fue la piedra de toque de uno de esos argumentos -lo uso dos años más tarde en su ingreso en la RAE- que resumen todo un universo literario: "Cuando en literatura se habla de realismo a veces se olvida que la fantasía forma parte de esa realidad porque nuestros sueños, nuestros deseos y nuestra memoria son parte de la realidad". La infancia, la guerra, la realidad, los sueños: las cuatro esquinas de un planeta redondo llamado Ana María Matute.

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