Literatura de excepción
Hace ya muchos años que dejó de ser verdad la invisibilidad de Semprún en la literatura española. Eso significa lo que cualquier lector culto sabe sin remedio, y es que hoy Semprún es el principal escritor hispánico en torno a los dos ejes del siglo XX: la experiencia totalitaria y la superación de la experiencia totalitaria. Pero además él fue víctima de una de ellas y agente activo de la otra. O quizás víctima de las dos.
En el fondo, Semprún escribe su primera novela sobre la superación de Buchenwald al mismo tiempo que experimenta su tránsito desde el estalinismo de fe hacia una forma distinta de resistencia al capitalismo y la insolidaridad. Algunos tenemos la tentación de creer que El largo viaje (1963) es su mejor novela quizá solo por una razón: porque es su novela más inocente y más conmovedora. Está escrita desde la urgencia biográfica de conjurar un año y medio en un campo de concentración y, además, en trance de escape de la fe estalinista. Eso la hace atípica en las letras españolas pero también en las letras europeas. Tanto, que nadie la pudo leer en España y en español hasta 1976, cuando la puso en circulación Seix Barral con traducción de Rafael y Jacqueline Conte.
No es una broma ni es una exageración: Semprún descubrió como escritor literario las virtudes del mestizaje y la experimentación muy temprano, pero solo cuajaron en una obra maestra cuando escribió La escritura o la vida (1994). Es decir, cuando logró combinar los requisitos de la memoria fidedigna y la angustia de la verdad moral como horizonte necesario del escritor. Lo que ensayó en su obra más ambiciosa era desconcertante y original: aspiró a revelar la experiencia concentracionaria veraz con las armas de la ficción. Imre Kertész o Castilla del Pino se lo reprocharon, pero seguramente tenía razón Semprún: su experiencia de Buchenwald necesitaba de la ficción para contar la verdad, y ese es el origen de sus mejores libros.
Lo que hace a Semprún un escritor europeo son fundamentalmente esas dos cosas, pero la primera parte de su biografía consiste en un compromiso ético inconfundible con el combate contra una dictadura de matriz totalitaria y adaptación autoritaria a la Europa de la posguerra. En el mismo momento que la mayoría de los lectores españoles supieron que Buchenwald era parte de la biografía de Semprún en El largo viaje supieron otra cosa que algunos otros sabían ya: Jorge Semprún era también Federico Sánchez. Por eso a Rafael Borràs Betriu se le ocurrió pedirle a Semprún que escribiese no su autobiografía sino la autobiografía de Federico Sánchez, es decir, la historia del responsable comunista de impulsar la célula de intelectuales y universitarios de Madrid (y de España) entre 1953 y 1963. Ganó el Planeta en 1977 con ese libro pero también se ganó la enemistad de algunos comunistas, entonces más vinculados a la pelea diaria, como Vázquez Montalbán.
Sin embargo, el efecto último de ese libro tuvo que ver con una virtud fundamentalmente higiénica: inocular en el intelectual español la conciencia de que su estirpe y su tradición debían ser la ilustración europea del siglo XVIII y, por tanto, la renuencia y hasta el rechazo a cualquier forma de totalitarismo, incluido el estético. Ese relato tuvo continuidad más tarde, cuando Semprún quiso acabar con Federico Sánchez haciéndolo personaje casi real: Federico Sánchez se despide de ustedes narraba casi en directo su actividad política socialista con Felipe González, mientras que Adiós, luz de veranos... regresaba a la infancia y juventud vinculadas a España.
Casi a la fuerza, sus ensayos meditaron, junto con tantas de sus novelas, sobre algo parecido a la razón por la que nadie se avergüenza hoy de ser europeo, aunque sea heredero de la experiencia nazi y estalinista (o precisamente por serlo). El hombre europeo o Pensar en Europa, e incluso varias de sus novelas, como La segunda muerte de Ramón Mercader, enseñan la rectificación que la lucidez racionalista pone a la fe ideológica cuando ha dejado de ser arrebato y fiebre, y es ya nada más que ideal temible y tentación destructiva. Leer a Semprún, a ratos y sin aspavientos, a menudo es como leer la lección de los clásicos que no lo parecen pero lo son.
Bibliografía
- El largo viaje (1963)
- La segunda muerte de Ramón Mercader (1969). Planeta
- Autobiografía de Federico Sánchez (1977). Planeta
- Aquel domingo (1980)
- La montaña blanca (1987). Alfaguara
- Netchaiev ha vuelto (1988)
- Federico Sánchez se despide de ustedes (1993)
- La escritura o la vida (1994)
- Adiós, luz de veranos... (1998)
- Viviré con su nombre, morirá con el mío (2002)
- Veinte años y un día (2003)
- Pensar en Europa (2006)
Todos los libros están editados por Tusquets salvo que se indique lo contrario.
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