Larga vida a la 'minipimer'
Una exposición rescata al diseñador Gabriel Lluelles
Piensen. ¿Cómo habríamos hecho la mayonesa o la papilla durante estos años sin la minipimer? Se puede, claro, pero hay que reconocerle a esta batidora manual producida por primera vez en 1959, por Industrias Pimer, un puesto de honor en el diseño industrial español. Tanto que su nombre de marca define aun hoy a este tipo de producto por mucho que lo fabriquen otras empresas o haya variado, mínimamente, su forma.
Curiosamente, pese a que éste y otros muchos pequeños electrodomésticos diseñados por Gabriel Lluelles (Barcelona, 1923) han gozado de una gran popularidad y aun hoy siguen estando en las cocinas de muchas casas -basta recordar la exprimidora citromatic de Braun o la tostadora TL-2 de Taurus-, su nombre es prácticamente desconocido para el gran público.
"Quería hacer aparatos seguros, útiles y, sobre todo, fáciles de limpiar"
"Mira, me jubilé en 1988, a los 65 años, y entonces nadie me conocía", comenta más divertido que molesto Lluelles. "Ha sido después que, poco a poco, se ha ido reconociendo mi trabajo". Su mujer, Pepita, asiste a la conversación y reconoce que era una de las "experimentadoras" de los diseños de su marido, pero jamás fanfarroneó al respecto delante de sus amigas, aunque sabe que hubiera podido.
Y es que la modestia y la simpatía son la marca de la casa y seguramente también una de las razones de la genial funcionalidad de los electrodomésticos que diseñaba Lluelles. Una selección de los mismos, procedentes de la colección Andrés Alfaro-Hofmann, se exhiben -hasta el 31 de enero- en Barcelona en la sede del FAD, entidad dedicada al diseño y la arquitectura que le ha rendido un homenaje.
Lluelles mezcla su biografía con la de los empresarios y colegas que compartieron con él la pasión por hacer más sencillas las cosas cotidianas. Sólo se revuelve en la silla cuando se le recuerda que, en España, el diseño industrial ha sido durante años sinónimo de sillas y lámparas, como si ni él ni otros pioneros como Manuel Jalón o Emilio Bellvis casi no hubieran existido.
Cuando él empezó a trabajar, en 1947, ni siquiera existía el término "diseño industrial". Al inicio, era delineante y perito industrial mecánico-eléctrico, pero durante los más de 40 años de trabajo, en los que pasó de utilizar el tiralíneas al ordenador diseñando y dirigiendo equipos para Pimer, Braun o Taurus, fue aprendiendo y ejerciendo a fondo una disciplina a la que ha ayudado a dignificar.
"A mí me gustaba diseñarlo todo, tanto la tecnología como la forma; tanto el interior, desde la concepción de la función al motor y todos sus elementos, como la forma exterior", explica. "Me interesaba hacer aparatos que fueran útiles, seguros al manejarlos, funcionales y, sobre todo, fáciles de limpiar. Por eso mis diseños son sencillos, y funcionan bien".
A sus 84 años, sigue atento a lo que pasa en su mundo y, por ejemplo, se queja de que ahora las batidoras sean mucho más potentes. "¿Para qué 600 o 800 vatios? No hace falta, gasta muchísima energía y el resultado no difiere casi de las que tienen 270 vatios, eso no es diseño sino derroche", asegura. "Es absurdo, y más ahora que tanto se habla de que hay que ahorrar energía". A la inevitable pregunta sobre lo que le habría gustado diseñar de lo que ahora existe, contesta rápido: "La Nespresso. Me encanta, creo que se podría aplicar a muchas otras cosas, al té o incluso a la sopa. Le digo a mi mujer que me deje comprar una para poder desmontarla, pero no quiere".
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