"¿Jubilarme? Yo solo me jubilaré cuando me llame el de arriba"
B.B. King no toca con los dedos sino con los surcos de su cara. Marcado por el tiempo, cada vez que estira una cuerda o rasguea los melancólicos acordes menores del blues, su rostro se estremece, se deforma, se amplía, se despliega. Cierra los ojos, ensancha la boca, arquea las cejas con los síntomas patológicos del blues: la música más auténtica y con más verdad del mundo, junto al flamenco. Así lo comprobaron anoche las 700 personas que tuvieron la suerte de ver gratis al veterano músico sobre la pista del Teatro Circo Price de Madrid en un concierto que inició las celebraciones del día mundial de Nelson Mandela (18 de julio).
King compareció sobre el escenario a las 21. 30 escoltado por una big band de ocho veteranos y elegantes músicos. Chaqueta plateada, pajarita, sentado en una silla durante 75 minutos y con la aparición sorpresa de Raimundo Amador, B.B. King, que más que tocar ayer cantó, convirtió el barrio de Embajadores, de Madrid, en un tugurio de blues. Del bueno. Del mejor. Como hará mañana en Valladolid, el sábado en Granada y el domingo en Murcia.
"Los 'bluesmen' siempre están serios y tristes, pero yo no: yo soy feliz"
Pero anoche hubo más, mucho más. Porque además de ser un señor mayor de 84 años, de que su guitarra se llame Lucille -en honor de una que salvó de un incendio provocado por dos hombres que se peleaban por una mujer llamada así- y de que es uno de los bluesmen más grandes de la historia de la música, hay muchas más cosas sobre B.B. King no tan conocidas. Por ejemplo, que tiene licencia de piloto de vuelo, que tiene una exitosa cadena de restaurantes y clubes musicales desperdigados en Estados Unidos con su nombre, que es vegetariano, que es de los pocos seres vivos con museo propio (en Indeanola, Misisipi). Que no fuma, que no bebe -salvo algún vino en las comidas- y que le gustan mucho las mujeres: se ha casado dos veces y se dice que tiene 15 hijos y más de 50 nietos.
Una hora antes del concierto, de cerca, B.B. King, nacido como Riley B. King en Itta Bena, un pequeño pueblo en pleno delta del río Misisipi, donde nació también el blues, parece más un entrañable abuelo que una leyenda.
Pregunta. ¿Ha conocido a Nelson Mandela en persona?
Respuesta. Nunca, pero me encantaría. Aunque si lo tuviese delante de mí creo que me pondría tan nervioso que no sabría qué decirle. Creo que le diría que me siento orgulloso de él y de su vida porque me ha hecho más hombre.
P. ¿Qué ocurrió cuando descubrió el blues?
R. No recuerdo la primera vez que lo escuché porque era demasiado pequeño. Me di cuenta de que quería tocar la guitarra cuando vi al predicador de mi iglesia tocar. Quise ser como él. Aunque siempre quise ser un cantante de gospel, no de blues, pero con el gospel no me daban propinas en las esquinas y con el blues me daban unas muy buenas...
P. A punto de cumplir 85 años, ¿no estaría más a gusto en su casa con su familia que recorriendo el mundo?
R. El mundo es mi familia. Tú me recuerdas a uno de mis hijos. Así que cuando viajo es como estar con mi familia.
P. ¿Qué le dice el médico cuando se va de gira?
R. Pues me dice que me quede en casa. Pero eso tuvo que decírmelo al principio, cuando empecé. Ya es tarde para hacerle caso. Ahora es el momento de tocar, porque no sé si podré volver otra vez a España.
P. Así que de jubilarse ni hablamos...
R. ¿Jubilarme? Todo el mundo lo hace alguna vez. Yo solo lo haré cuando me llame el de arriba. Ya no toco tanto como antes, cuando hacía 300 conciertos al año, pero algún día todos tenemos que parar.
P. ¿Utiliza Internet?
R. Sí, no soy un experto pero sí. Escucho música por Internet pero no me la descargo.
P. Quizá sea la única persona viva que tiene su propio museo.
R. Seguro que mejorará cuando muera.
P. Aparte del blues, ¿qué es lo que más feliz le hace?
R. Es curioso. Los bluesmen nunca sonríen. Están serios y tristes. Ojalá yo estuviese así, pero no. Soy un tipo feliz y siempre sonrío. Pero como dicen que toco bien el blues, lo sigo tocando.
P. ¿Sigue pilotando?
R. Ya no. Me encanta volar, pero mi compañía de seguros me lo tiene prohibido.
P. ¿Hay algo de su biografía de lo que no se sienta especialmente orgulloso?
R. Lloro y me duele mucho cuando la gente mata. No entiendo por qué no nos entendemos más los unos con los otros. Me encantaría vivir lo suficiente para ver cómo el mundo cambia y vive en paz.
P. ¿Es cierto que tiene 15 hijos?
R. No, son las mujeres las que dicen que tengo tantos.
Babelia
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