Irreprochable Wilco
La banda de rock de EE UU triunfa en la segunda jornada del Primavera Sound
Es oficial: no se puede sonar mejor que Wilco. La banda de rock estadounidense del siglo XXI por excelencia ofreció, al filo de la medianoche, durante la segunda jornada del San Miguel Primavera Sound, otro de sus irreprochables conciertos. Su repertorio hace tiempo que merece el calificativo de clásico, más allá de los clichés. Y cuesta imaginar que ninguna banda, por muchas vidas que le toquen en suerte, sea capaz de interpretarlo con esa afinada clarividencia.
El clasicismo de Wilco sirvió de fenomenal contrapunto a otro de los grandes conciertos de la noche y, muy mal se tienen que dar las cosas del festival, que hoy echa el cierre con cifras récord de asistencia.
Beach House -con su propuesta tan fina como eso, tener una casa en la playa- fue el plato fuerte, junto a Wilco, de la segunda jornada del festival.
La expectación precedía a este trío (chicos y chica) de Baltimore. Su disco prometía convertirles en la mejor exportación de la ciudad desde la revolucionaria serie televisiva The Wire. Y vive Dios que estuvieron a la altura. Esas armonías vocales, esos arreglos vagamente inspirados en los años ochenta, esa delicadeza pop, la puesta en escena eclesiástica es, hasta donde 2010 puede leerse, lo más interesante de un año en curso y en quiebra. En un universo, el de las novedades pop, que a menudo cotiza en dracmas griegos, Beach House pareció una propuesta a la que las agencias de calificación otorgarían sin dudarlo una triple A.
Antes de ellos, el drama de los dilemas se desató cuando no hubo más remedio que elegir entre el decidido power pop estadounidense de Spoon, que, reconozcámoslo, han hecho discos mejores que su último, y Beak>, así, con signo de puntuación gramatical. También lo tenían Neu!, luminarias de aquello que se dio en llamar krautrock y que Geoff Barrow, la cabeza pensante de Portishead, adora. Al menos eso parece tras catar su nueva aventura revisionista. Como sucede con la bigamia, ninguno de los dos conciertos llegó a disfrutarse en plenitud.
Otro de los puntos de interés de la tarde fue el recital del trío de slowcore Low, una banda que puede tocar tan lento como tarda en cerrar una herida. Fue uno de esos conciertos en que un grupo interpreta con fidelidad un disco memorable. El suyo, The great destroyer, aunque un esfuerzo minoritario, sin duda lo fue. Por algo la sobresaliente California se colocó en el segundo lugar en la lista de las canciones del álbum (hay una teoría que dice que el segundo tema siempre es el mejor) y por eso, al sonar en su lugar encendió a un Auditori, repleto de seguidores que habían hecho hasta dos horas de cola.
En esa misma expectativa había transcurrido la tarde, a la espera del advenimiento de Wilco, que cada vez se parece más a la mejor banda de rock del mundo, y Pixies, los más célebres de los alumnos de los años noventa que comparecen este año en el Primavera. El cartel pareció ayer un remedo algo irónico de aquella película en la que Hugh Grant interpreta a una estrella pop ajada de los años ochenta que declina participar en un reality show en el que estaba llamado a medirse a puñetazos en un ring con otros compañeros de década, tan olvidados como él.
Si se produjese esta pelea de los noventa, Superchunk y Charlatans subirían al cuadrilátero y seguramente ganaría por KO Pavement. Cabezas de cartel de la cita, se debatieron en la recta final de la jornada del viernes entre la nostalgia y la melancolía en la única parada española de su esperadísima gira de reunión, tanto tiempo después.
Los chicos y chicas que corearon hasta los tachones de su repertorio forman parte de esa generación que aprendió demasiado pronto, mucho antes de ingresar en la edad adulta, a añorar "esos años en que eran jóvenes". Y como precoces buscadores del tiempo perdido se comportaron ante un concierto sobresaliente. Después de todo, el primer disco de la banda, Slanted & Enchanted, fue de esos que marcan época y data del lejano 1991. Justo ahora que, bien lo supo Gil de Biedma, de casi todo hace veinte años.
Babelia
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