Extraño guardamuebles

Siguiendo la línea trazada desde Bagdad Café en el año 1987 y Rosalie va de compras en el año 1988, sus dos primeras películas rodadas en Estados Unidos, el cineasta alemán Percy AdIon vuelve a dar su peculiar visión de cómo es la vida en el país más rico del mundo, pero ahora utiliza un camino diferente.El punto de apoyo no es una mujer alemana, hasta ahora siempre encarnada por la rolliza Marianne Sägebrecht, su muy particular musa, perdida en EE UU. En Younger & Younger los alemanes no aparecen como personajes' incluso Europa sólo es el lugar donde han estudiado los hijos de los protagonistas, y todo gira en torno al matrimonio que regenta un extraño guardamuebles que funciona casi como si fuese un hotel.

Gracias a él Percy AdIon construye un pequeño cosmos que le permite mostrar su visión del sueño norteamericano, la obsesión por el triunfo, el dinero, las mujeres y el amor. Sin embargo, el resultado queda lejos de la perfección. Una vez dibujado el curioso funcionamiento del guardamuebles y los personajes que lo pueblan, no sabe cómo desarrollar las relaciones entre ellos, se acaba la estructura dramática, pero la historia prosigue sin ningún apoyo.

Tras una primera parte donde el encartador Jonathan Younger se aprovecha del duro y eficaz trabajo de su envejecida esposa Penny para arrastrar a cuantas jovencitas se cruzan en su camino a mostrarles su gran órgano, su habilidad para tocarlo; la segunda parte de Younger & Younger casi es una especie de insustancial musical donde Jonathan Younger persigue a su desaparecida y cada vez más joven esposa hasta el mismísimo cielo cantando románticas canciones.

El buen trabajo de un heterogéneo grupo de actores hace que la película tenga más solidez de la que realmente tiene. El siempre excelente canadiense Donald Sutherland es el eje de la película, bien secundado por su compatriota Lolita Davidovich en un complejo papel que la hace aparecer envejecida para ir rejuveneciendo poco a poco. Menor cometido tienen la norteamericana Sally Kellerman, y la francesa Julie Delpy, como las restantes mujeres que le rodean, pero que resultan igualmente eficaces. Frente a lan casi debutante Brendan Fraser, también canadiense, que queda a un nivel inferior al encanar al joven Winston Churchill Younger.