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CORRIENTES Y DESAHOGOS
Columna
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Emociones y mentirijillas

¿Por qué si se lee cada vez menos los best sellers internacionales son tan largos? Pero también cabe otra pregunta. ¿Son más largos que las series de mayor éxito en la televisión? Ciertamente que no, si mide el tiempo de atención que se les dedica, y supuestamente sí, si se comparan las páginas de la novela y las del guión completo. En todo caso, en uno u otro supuesto la extraordinaria duración de la trama se corresponde con el prolongado seguimiento del leal y seguro servidor.

El receptor, se supone, dispone de poco tiempo al día pero, a lo que se ve, no le faltan los minutos necesarios, casi sagrados, para dedicarlos asiduamente al seguimiento de una u otra ficción. Una ficción o una historia, en fin, tan real o interesante como para no poderla abandonar durante el plazo que se requiera para reconocer los pormenores de su desarrollo y de su final.

'Best sellers' y series integran en su intriga a millones de individuos que así enriquecen su soledad

Entre el best seller de 800 páginas y la serie televisiva de 800 días, cunde una correspondencia relacionada con la demanda de compañía, un plus de argumento vital o el pretexto para dejar al pensamiento volar. En una y otra oferta -escrita o no- se encuentra, cuando el enredo engancha, una comunicación entre su vida interna y el interior del lector / espectador. La diferencia entre uno y otro, entre lector y espectador, radica en un grupo de elementos que tienen que ver con el gusto por la lectura, la formación escolar o familiar, los caracteres femeninos o masculinos, la coparticipación humana, el amor por la foto, el cine, la letra, el color, el vestuario o la interpretación. También, efectivamente, tiene que ver con los horarios y varias otras cosas más.

Lo cierto, en suma, es que las muertes de aquellos adheridos a la cultura del libro llegarán antes que los fallecimientos de los clientes de lo audiviosual. De este modo, aunque ahora, tanto la novela gorda como la teleserie larga coincidan en sus complementos de compañía personal, poco a poco los atendidos en este aspecto serán mayoritariamente un público de la televisión. Simplemente, porque la media de edad de los lectores es más alta que la de los telespectadores y también porque, a corto plazo, la lectura se hace una acción cada vez más breve y rara. Las mujeres (más lectoras) y tanto hombres como mujeres telespectadores mayores de 50 años componen la mayor parte de la afición.

Lo que distingue, sin embargo, a los consumidores de uno u otro montón es que mientras los devotos (devotas, principalmente) de los libros largos mueren y apenas se renuevan, los de la televisión, aun yendo a menos, mantienen un relativo grado de sustitución. De hecho, mientras el libro será invariablemente un medio igual al de hoy, la televisión futura promete adornarse de recursos interactivos y dispositivos de intervención en tres dimensiones que pueden animar el espectáculo.

Por el momento, muchas páginas o muchas entregas, muchos capítulos en uno y otro frente cumplen la función de integrar, en su intriga, a millones de individuos que enriquecen su soledad o surten sus costumbres con personajes tanto más cercanos e interesantes cuanto más repiten la visita. Tanto más reales cuanto más intensamente nos hablan de sí. Personajes que incrementan el censo de aquellas amistades que no causan problemas serios pero que, para saborearlos, deben aparecer y reaparecer un día tras otro en nuestros propios días hasta ocupar, como sucede efectivamente, un puesto en las emociones de mentirijillas que tanto mejoran la recreativa necesidad de vivir.

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