Embrujo de ninfas enloquecidas
Entre algunas películas francesas recientes centradas en personajes femeninos hay una cierta coincidencia a la hora de elegir el nuevo tipo de mujer, independientemente de que el filme sea excelente, regular o menos que mediocre, Entre la Marushka Detmers de Prénom: Carmen, la Valerie Kaprisky de La femme publique y la Beatrice Dalle de Betty Blue -podríamos añadir otros nombres, como el de Juliette Binoche, pero su físico, menos exuberante, da otras connotaciones a su agresividad- existe el nexo común de la belleza, la insolencia y el malhumor.Las tres, en sus papeles de lanzamiento al pequeño estrellato organizado por nuestros vecinos, se han subido al autobús de la irritación constante, el destino trágico y ana sexualidad a flor de piel pero vivida a disgusto. En el caso de Bealtrice Dalle -de B. D., por decirlo en una abreviación que remite personaje y actriz al mundo del comic, del que es hija- creo que se superan todas las cotas de protagonista perpetuamente enfadada con todo y con todos. Sus explosiones de rabia e ira son temibles, hasta el. punto que la llevan a perder la razón y a desgraciar su fisico de manera irreparable.
Betty Blue
Director: Jean-Jacques Beineix.Intérpretes: Beatrice Dalle, Jean Hughes Anglade, Consuelo de Havilland, Gerard Dannon, Clementine Celarié. Guión: J. J. Beineix, basado en la novela de Philipe Djian. Fotografía: Jean François Robin. Música: Gabriel Yared. Decorados: Carlos Conti. Francesa, 1986. Título original: 37,2 le matin. Estreno en cine Azul. Madrid.
De la serenidad, resignación y convicciones profundas que arnalgarnaba Anna Karina hemos pasado a una suerte de ninfas enloquecidas, terror de machos que caigan entre sus poderosos brazos. B. D. al margen, la película es un bonito disparate. J. Beineix, que despertó grandes entusiasmos en Estados Unidos con Diva, su ostentosa tarjeta de presentación, cayó en desgracia con La lune dans le caniveau.
El segundo filme de Beineix fue machacado sin piedad, pero su manierismo, la recuperación de los decorados de estudio y su tipo de irrealidad muy trabajada lo convierten ahora en el signo de identidad de las mejores películas de la época, que, para desgracia de Beineix, no son las suyas. ¿Por qué? Puede que su papel sea semejante al desempeñado por Vadim para la nouvelle vague, pero lo cierto es que Reineix posee más talento y una sabiduría técnica que ya quisiera para sí el 9051. de los directores europeos. En Betty Blue hay secuencias estupendas, rodadas con elegancia y seguridad, pero el conjunto es pleonástico y vacilante.
Las oscilaciones del argumento, que no sabe si explotar a fondo el amour fou, las dificultades de la creación, las virtudes del ecologismo de lujo o el terror a la locura, hacen que la cinta vaya a la deriva sin agotar ningún tema, convertidos todos en meros enunciados pedantes.
En cualquier caso, Beineix no es un cineasta acomodaticio sino ambicioso, y aunque resultó muy francés -también lo son Godard y Rohmer, Renoir y Carné, Flaubert y Balzac, Cézanne y Meissonier, Alain Prost y Platini y eso no parece impedirles ser buenos en su especialidad- siempre acaba resultando mejor ese exceso de concentrado galo que, por ejemplo, los cubitos de españolidad de que presumen tantos presuntos artistas locales.
Babelia
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