"Detesto a los artistas endiosados"
Ópera de Stuttgart, Teatro Romea de Barcelona, Opera Komische de Berlín, Teatro Nacional de Oslo, Exposición Universal de Zaragoza, Ópera de Francfort, de nuevo la Komische de Berlín y la Ópera de Stuttgart, Teatro del Liceo de Barcelona. Hasta finales de julio, la agenda del director de escena Calixto Bieito saca humo. Ha estado tres días en Barcelona para pasar el fin de año con la familia, y no se le ve demasiado cansado. "Anoche me acosté pronto. He podido descansar", dice horas antes de que las 12 campanadas marquen el cambio de año. Le esperan siete meses intensos con estrenos teatrales, operísticos y reposiciones de montajes por media Europa. "2007 ha sido brutal", confiesa, aunque reconoce que le cuesta decir que no a las propuestas tentadoras. Y le llueven las propuestas, de teatros y coliseos líricos donde ha trabajado y de nuevas plazas. A finales de este año debutará en San Petersburgo (Rusia) dirigiendo una versión teatral de El idiota, de Dostoiveski, con actores rusos; y en verano de 2009 pondrá en escena en Chicago (Estados Unidos), con actores estadounideses, Camino real, de Tennessee Williams. Pero lo más inmediato es su debut, el próximo 25 de enero, dirigiendo su primera ópera de Wagner, El holandés errante. Será en Alemania, en la Ópera de Stuttgart, a donde hoy regresa para proseguir los ensayos que inició en diciembre.
"No me gusta el autobombo creado por Wagner y su entorno"
"Sentí vértigo al profundizar en el universo del compositor"
"Trato de mostrar de forma humana el mito de el holandés errante"
"Me han encargado dirigir 'Lohengrin' en 2009 y 'Parsifal' en 2010"
Pregunta. ¿Cómo lleva lo de dirigir su primer Wagner?
Respuesta. Todavía no he sucumbido a la fascinanción por Wagner.
P. ¿Cree que acabará sucumbiendo?
R. Cuando tenía 18 y 19 años Wagner me fascinaba de una forma irracional. Hablo sólo de la parte musical. Me hacía sentir en el abismo, cerca de Dios. Pero ahora, con 44 años, la sensación es diferente. Musicalmente, el aprecio por la música de Wagner no ha variado, otra cosa es el personaje y todo su entorno.
P. ¿Qué es lo que no le gusta?
R. El mismo Richard Wagnerya es un personaje bastante conflictivo, por decirlo de una forma elegante. No me gusta todo ese autobombo fabricado por él mismo y por su entorno. Detesto a los artistas que acaban convertidos en dioses. Tengo ciertos problemas con la divinidad, con los mitos. No me gusta que al público se le pida que tenga fe.
P. No hay sintonía con Wagner.
R. No es eso. Es cierto que con Verdi tengo química, pero todavía no puedo decir mucho acerca de la química que puedo tener con Wagner porque justo empiezo a introducirme en su obra como director de escena. Pero cuando comencé a profundizar en su universo tuve una terrible sensación de vértigo. Me encanta la defición que de Wagner hace Rafael Argullol cuando lo describe como "un gran músico al servicio de un gran histrión". Pero cuando sales de todo ese entorno enfermizo que rodea al músico y escuchas sus óperas te das cuenta de que es un compositor extraordinario. Los personajes de sus obras tienen mucha psicología, hay mucha sabiduría teatral en sus óperas, como también la hay en las de Verdi. Wagner es un genio artístico. El problema es cuando ante un genio crees estar delante de un un dios, de un ser superior. He tenido que sustraerme a todo esto y ser muy racional para no dejarme arrastrar y terminar vampirizado por su música.
P. ¿Cómo superó el vértigo del que habla a la hora de abordar Wagner?
R. Primero, no lo superé. Me dejé arrastar e hice un primer proyecto sobre El holandés errante terriblemente influido por lo que había leído, por el concepto de artista del futuro, por todo el arte wagneriano . Lo presenté en la Ópera de Stuttgart y me lo aceptaron, evidentemente. Pero pasado un tiempo, al repasarlo, me pregunte: ¿qué estoy haciendo? Todo esto está equivocado.
P. ¿En qué se había equivocado?
R. No reconocía en aquel proyecto la obra. Cuando lo hice estaba pensado en otra cosa. Wagner se había comido por completo la ópera. Y volví a empezar desde cero haciendo un nuevo proyecto, porque el encargo que había recibido era el de dirigir El holandés errante y no toda la obra de Wagner. Así que me centré en la obra, en buscar qué significaba para mí y para el público actual y cuál era el lenguaje que mejor le iba.
P. ¿Y cuál es?
R. Pensé mucho en los muchos significados que la palabra "errante" tiene en castellano. Y me pareció que un europeo occidental perdido era, visto desde nuestro presente, el holandés de la obra.
P. ¿Puede especificar?
R. Un ejecutivo que ha perdido la identidad, los valores, la fe. Tuve una sensación muy fuerte no hace mucho cuando me sentí durante dos días perdido en dos aeropuertos europeos porque habían cancelado mis vuelos. Sólo tenía ganas de que alguien se me acercara y me dijera si quería tomar algo caliente. Y pensé que El holandés podría estar mucho más próximo a esto que a un ser vagando como un espectro por los mares en busca de la redención del amor de una mujer.
P. ¿Trata de humanizar al fantasma que es el holandés?
R. Sí, lo humanizo. Estoy haciendo una producción en la que me centro en el personaje del holandés por encima de los demás. Y lo veo en esta especie de purgatorio pseudodepresivo y melancólico al que la sociedad actual echa a los que considera como residuos económicos, personas inservibles que crea la economía actual. Entonces leí La corrupción del carácter, de Richard Sennett, y vi al holandés de la ópera en ese ejecutivo que ha perdido sus referencias, que busca esperanza, solidaridad, ternura y amor. Trato de mostrar de una forma humana el mito del personaje.
P. ¿Le asusta dirigir su primera ópera de Wagner en Alemania?
R. No. En Alemania existe una larga tradición, tanto en el mundo del teatro como en el de la ópera, de buscar puntos de vista diferentes a una obra, de transgredir, de hacer locuras mucho mayores que las mías. Cierto que en Alemania, país en el que nació Wagner, y en concreto en Stuttgart, se conocen su obra de memoria, pero no me asusta. Además, ya tengo el encargo de dirigir, también en Stuttgart, Lohengrin, a finales de 2009, y Parsifal, en 2010.
P. ¿Y si le abrocan?
R. No me gusta nada que me piten al salir a saludar y tengo la esperanza de que no pase con El holandés errante. En cualquier caso, cada vez las broncas son menos intensas. Lo que significa que me estoy haciendo mayor o que la gente se está acostumbrando a mí.
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