"Dentro de todo cursi hay un malvado"
El escritor reflexiona en 'Un invierno propio', su nuevo libro de poemas, sobre la crisis de valores que acompaña a la crisis económica
Desde que en 1980 publicara Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn, Luis García Montero (Granada, 1958) se convirtió en el poeta más emblemático de su generación. Después de una decena larga de poemarios -entre ellos, clásicos contemporáneos como Habitaciones separadas o Completamente viernes-, puede decirse que lo es también de la poesía española de las últimas décadas. Premio Nacional de Literatura en 1994 y Premio de la Crítica en 2003, es además uno de los escritores que más ha reflexionado como ensayista sobre su oficio. Ahora publica Un invierno propio (Visor), un libro de poemas que esta tarde presenta Joaquín Sabina en la Residencia de Estudiantes de Madrid. En el mismo acto, Benjamín Prado presentará No estaba lejos, no era difícil (Visor), el nuevo poemario de Joan Margarit. En su casa de la calle Larra, García Montero desgrana algunas de las claves su libro. El que fuera durante décadas el joven poeta español por antonomasia tiene ya más de medio siglo y vive, dice, empeñado en no convertirse en un cascarrabias: "No hay cosa que más me irrite que la gente que cree que el mundo se acaba con ellos y que los jóvenes ni saben nada ni luchan por nada".
Poemas contra la crisis. "En el título utilicé el invierno como alusión a una crisis que es menos económica que de valores. Más que económicos, los recortes lo son en la solidaridad, en la tradición que a mí me afecta, que es la ilustrada y republicana. Los políticos parecen representantes de los mercados en lugar de representantes de los ciudadanos".
El pesimismo es un lujo. "Me gusta recordar una frase de Galeano que dice: 'Las cosas están tan mal que no podemos permitirnos el lujo del pesimismo'. Yo de manera voluntariosa intento mirar hacia el futuro. Me gustaría que el libro, que es un equipaje ético, fuera un diálogo con mi propio porvenir, no un diálogo ingenuo sino lleno de contradicciones. De la crisis económica vamos a salir volviendo al camino que la provocó".
Una mirada individual. "Me gusta destacar la palabra propio en el título. Me sigue interesando destacar que cualquier ideología solo tiene utilidad cuando se encarna en una mirada individual. Y que por encima de la conciencia personal no puede haber ningún tipo de consigna".
Solitario y solidario. "Para mí una palabra fundamental es soledad. Antes de embarcarse en cualquier ilusión compartida conviene aprender a quedarse solo. Quiero pensar que el mundo se puede transformar. Y quiero intervenir. Lo que me parece muy peligroso es participar en ese tipo de relatos que han servido para diluir la conciencia individual. En esa época que denunció Camus en El hombre rebelde, cuando llamaba la atención sobre esos relatos que ponían un fin tan claro que justificaba cualquier medio. Cuando el fin justifica los medios se puede llegar a la barbarie en nombre de ese fin".
Marginada, tal vez; marginal, no. "El siglo XX nos ha dejado muchas lecciones en negativo, sobre lo que no se debe hacer y una de esas lecciones es que es muy peligroso santificar los márgenes. Los márgenes forman parte del sistema y refugiarse en los márgenes no es sino una forma de participar en el sistema. Me parece mucho más interesante hacer flexible los centros que idolatrar los márgenes. La poesía debe tener voluntad de intervenir. Y no importa tanto que no tenga muchas posibilidades de éxito. Por eso me gusta ese título de Ángel González: Sin esperanza, con convencimiento. No hace falta que tus convicciones estén en el carro de los vencedores para que las defiendas con lealtad".
La izquierda sentimental. "Hay que reivindicar el sentimiento. Creo que en la crisis actual de la izquierda va a ser tan importante el esfuerzo racional como el esfuerzo sentimental. Hay que salvar la soberanía cívica frente a los mercados, pero eso es inseparable de una reivindicación sentimental. Si no tenemos la necesidad de ponernos en el lugar del otro, de compadecernos, de sentirnos implicados en una comunidad, si nos olvidamos del amor, va a ser difícil que ningún proyecto emancipador vuelva a levantarse en la Europa que vivimos".
¿Quién es Luis García Montero? "Una de las preocupaciones que atraviesa el libro es la pregunta por la identidad: ¿quién soy yo? ¿qué significa decir soy Luis? Estamos demasiado acostumbrados a pensar en un mundo del yo soy, yo soy, yo soy: yo soy islamista, yo soy cristiano... Más que el yo soy hay que reivindicar el yo hago. Me interesa más el espacio cívico de alguien que reconoce que es egoísta pero hace lo posible por convivir con los demás. En ese ámbito surge la ciudadanía. Y la literatura. Cuando un poeta descubre que la poesía no es un desahogo de sus sentimientos sino un ejercicio de conocimiento que te obliga a depurar tus sentimientos y a construirlos como experiencia estética, está aprendiendo que más allá de la esencia está el esfuerzo del individuo por configurarse y por establecer diálogo con los demás".
Pensar en el lector. "A la figura del lector le tengo mucho respecto. Si yo soy poeta es porque mi padre leía en alto sus poemas preferidos y porque me recuerdo a mí mismo con 15 años deslumbrado con un libro en las manos. Si yo no hubiera leído a Cernuda o a Gil de Biedma no sería como soy ahora. Yo descubrí en sus páginas mi propio rostro, por eso me tomo muy en serio esa experiencia. Parece que cuando piensas en el lector es porque quieres vender mucho. En poesía eso es ridículo porque ni el que más vende vende mucho, pero funciona el prejuicio. Como dice Joan Margarit, el lector de poesía no es como el público que escucha una canción, es como el músico que interpreta una partitura".
Ni cursis ni cobardes. "Hay que equilibrar la creación estética con el pensamiento. Una cosa es una obra de arte y otra es un panfleto. Pero dentro de la obra de arte deben tener sitio las ideas, la meditación, el compromiso porque si no, la estética queda hueca. Soy partidario de toda la depuración posible pero siempre en nombre de la creación de un sentido. Igual que hay gente que potenciando mucho las preocupaciones intelectuales termina escribiendo panfletos hay gente que potenciando mucho la verborrea acaba escribiendo pura palabrería en lugar de poesía que indague en la verdad. Me parece una cobardía. La poesía es matiz y sensibilidad, pero uno de los grandes peligros de la poesía es la cursilería. La vida te enseña que dentro de todo cursi hay un malvado lo mismo que detrás de toda verborrea hay un cobarde".
Internet no es el futuro. "Como ámbito tecnológico me parece maravilloso, pero decir que en Internet está el futuro es confundir los medios con los fines. El fin es el ser humano y pensar que sus valores se tienen que someter a la tecnología nos devuelve al mismo sistema productivista que ha contaminado el planeta y los pensamientos. Solo los comisarios políticos hablan desde el futuro -y para ellos el fin justifica siempre los medios-, los ciudadanos hablan sobre el futuro".
Un derecho no es un privilegio. "Como hay una juventud que, por su situación cada vez más precaria, está acostumbrada a crecer sin derechos, piensa que cualquier derecho es un privilegio. Incluido los derechos de autor. Claro que Internet abarata mucho la producción cultural y no tiene sentido que una multinacional quiera cobrar por una descarga lo mismo que antes por un soporte físico. Ese es el debate, no pensar que no hay ningún derecho porque la cultura es libre. Los creadores necesitan vivir.
El poeta como admirador. "Hay poemas a los que vuelvo con frecuencia. La aurora, de Poeta en Nueva York; Si el hombre pudiera decir, de Luis Cernuda; Niebla, mi camarada, de Rafael Alberti; Pandémica y celeste, de Jaime Gil de Biedma; Otro tiempo vendrá distinto a éste, de Ángel González... ¿Que si me hubiera gustado escribirlos? Con cualquiera de ellos mi producción literaria mejoraría mucho [risas], pero desde un punto de vista de lector egoísta prefiero no haberlos escrito. Cuando lees los poemas de otro tienes ojos de admirador, cuando lees los tuyos, ojos de corrector. Dejaría de disfrutarlos para ver dónde me había equivocado".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.