Antonio López se reencuentra con Madrid

Antonio López llegó a Madrid con apenas 14 años. Desde su Tomelloso natal, traía en su maleta los consejos de su tío Antonio López Torres y una decisión irrevocable de dedicarse a pintar. Instalado en una pensión de la vieja ciudad de los Austrias, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando aprendió los rudimentos para dominar como pocos el dibujo y se adentró con veneración en el mundo del arte clásico. Madrid, el arte griego y los amigos de entonces (Enrique Gran, Amalia Avia, Lucio Muñoz...) pasaron a formar parte desde entonces del mundo artístico y personal de Antonio López. Ahí están la mayor parte de sus amores y su sustento. Ese mundo forma el núcleo esencial de la retrospectiva que el lunes 27 de junio inauguran los Reyes en el Museo Thyssen de Madrid y que va a ser sin duda la exposición del verano. Son 130 obras que resumen una manera muy personal de entender el arte, la misma que le ha convertido en el artista más popular y querido de las últimas décadas. La exposición Antonio López permanecerá abierta hasta el 25 de septiembre.

La exposición, comisariada por su hija María López y el conservador jefe del museo, Guillermo Solana, es un resumen de los temas esenciales del maestro hiperrealista con sus obras más recientes.

La mirada retrospectiva se extiende por las salas de la segunda parte de la exposición

Su última exposición antológica en España fue en 1993, en el Museo Reina Sofía. Después, en 2008, el Museo de Bellas Artes de Boston le dedicó una retrospectiva que fue todo un acontecimiento social y artístico (Ted Kennedy, por ejemplo, estuvo entre los asistentes) y en ella se pudo ver parte de su obra más reciente. Porque si es cierto que la legendaria lentitud de Antonio López hace que sus obras escaseen en el mercado, también es verdad que el artista no para de entusiasmarse con nuevos proyectos. Esta exposición, comisariada por su hija María López y el conservador jefe del museo, Guillermo Solana, es un resumen de los temas esenciales del maestro hiperrealista con sus obras más recientes.

La escultura de La mujer de Coslada une los dos espacios en los que se ha dividido la exposición y que están dedicados a su pintura, dibujos y escultura. En esta primera parte los temas son la ciudad (Madrid y Tomelloso), los árboles (con predominio de frutales, ahí está su célebre Membrillero) y la figura humana. Es esta particular selección autobiográfica hay cuatro cabezas griegas, Carmencita jugando y La terraza de Lucio (una vista de Madrid desde la calle de Hilarión Eslava). En el centro están los bustos de él y de su mujer, la pintora María Moreno, y retratos de los muebles que forman parte de la vida diaria: la nevera, las ventanas, el aparador...

La Gran Vía

Madrid y la Gran Vía que todos conocemos pintada en la década de los setenta se expone con otras vistas de la ciudad como Madrid desde Torres Blancas o una de las últimas que creó de la capital: Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas (1990-2006), una visión de la ciudad en la que la inhumanidad más inquietante aparece retratada como pocas veces se ha hecho. La nueva serie de vistas de la Gran Vía, siete miradas capturadas al vuelo, también forman parte de la exposición. Es una oportunidad única de poder contemplar en directo cómo se desarrolla el trabajo del artista.

La mirada retrospectiva se extiende por las salas de la segunda parte de la exposición. Cuadros de pequeño y gran formato muestran los rostros de sus abuelos, de sus padres, de sus hijas y de sus amigos y conocidos, con especial atención a su mujer, María Moreno. Y junto a los orígenes están también obras directamente llegadas de su taller, una selección de los múltiples proyectos que siguen formando parte de la vida diaria de Antonio López.