Abbas Kiarostami reflexiona sobre el amor perdido
Imagino que hacer un cine en Irán de espaldas a las consignas del régimen deber de ser una profesión tan peligrosa como épica, aunque muchas de esas películas reciban la veneración de la crítica occidental y todo tipo de premios en los festivales. La moda del cine iraní es duradera pero dudo que sea un consuelo para sus autores si a cambio te estás jugando la cárcel, el exilio o la vida. Llegan siniestras noticias de que Jafar Panahi, prestigioso director de El círculo, ha comenzado una huelga de hambre en la prisión. Sientes escalofríos ante lo que debe suponer esa arriesgada actitud en un país que considera una falacia prescindible el respeto a los derechos humanos y el ataúd el sitio más adecuado para el preso político que se niega a comer. Esos lamentables rumores han llegado a Cannes mientras que el director iraní Abbas Kiarostami celebraba la rueda de prensa sobre Copie conforme, la primera película que rueda fuera de su país.
Retorna a algo tan convencional como contar una historia
El filme dispone de un imán permanente que es Juliette Binoche
El cine de Kiarostami fue pionero en el reconocimiento de Occidente hacia una cinematografía ignorada. También le llovieron a Kiarostami todo tipo de elogios. Destacaban con asombro su insólita personalidad creativa, capaz de extraer poesía de historias cotidianas y leves descritas con sencillez milagrosa. Por mi parte no compartía esa masiva y rendida admiración, aunque reconociera su originalidad y su talento expresivo en algunas películas como A través de los olivos y El sabor de las cerezas. En los últimos tiempos, su cine se me atragantó definitivamente ante la progresiva experimentación, el hermetismo, la pesadez. Kiarostami podía dedicar impunemente sus temáticas a filmar las olas del mar o a mostrar las distintas expresiones en el rostro de un centenar de mujeres ante la película que están viendo en una sala. Que otros disfruten de la magia de ver crecer la hierba. Yo no tengo paciencia ni sensibilidad para encontrar ese arte.
En Copie conforme, Kiarostami retorna a algo tan convencional como narrar una historia y hablar de los sentimientos. La de un ensayista que escribe de pintura y una galerista que supuestamente se han conocido en una conferencia del primero, en la que él trata de demostrar la provocadora teoría de que las copias son superiores a los modelos originales en el arte. Retrata el paseo de estas dos personas a lo largo de unas horas por un pueblo de la Toscana. Discuten interminablemente sobre lo divino y lo humano, se interrogan, coquetean, se mosquean. Durante una hora lo que les ocurre posee el tono de Antes del amanecer, aquella película de Richard Linklater que describía el encuentro de dos jóvenes en Viena a lo largo de una tarde y una noche. Pero en los 45 minutos restantes comprobaremos que este hombre y esta mujer han establecido un juego y una representación, que su relación tiene mucho que ver con la del matrimonio en ruinas que filmaba Rossellini en Te querré siempre.
Copie conforme, que a ratos me intriga, en otros me resulta tediosa y finalmente me sorprende, dispone de un imán permanente y es la presencia de esa actriz luminosa y guapísima mujer llamada Juliette Binoche. Su interpretación de esa mujer que pretende reconstruir el esplendor en la hierba cuando ya solo quedan cenizas es conmovedora, digna de todos los premios. Esta vez sí he logrado comprender lo que quiere contar Kiarostami y su estilo para hacerlo es sólido. O sea, que no tengo razones para lanzar cohetes, pero, al menos, me conformo.
La película de Xavier Beauvois Des hommes et des dieux está ambientada en la Argelia de los años noventa y describe un suceso real y salvaje. El de ocho monjes franceses que viven en un monasterio y mantienen una relación modélica con sus colegas musulmanes y con los vecinos del pueblo, que deciden no regresar a Francia cuando son amenazados por la violencia de los fundamentalistas. Está correctamente narrada, con demasiada pausa en la parte central, redimida por un arranque y un desenlace notables.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.