Sin comensales ni camareros: así se trabaja en una cocina fantasma
Dos fundadores de restaurantes virtuales cuentan cómo buscaron una solución tras quedarse en el paro por la pandemia
Juan Beltrán trabajaba como jefe de cocina en el Hotel Heritage, de Madrid, pero el mismo día que España anunciaba la entrada en vigor del estado de alarma se quedó sin trabajo. “Sabía que iba para largo”, cuenta ahora. Su respuesta ante la incertidumbre fue convertir su casa en un laboratorio, una especia de cocina clandestina donde preparaba pedidos para sus amigos a cambio de la voluntad para darle forma a una idea incipiente. “O te inventabas tu trabajo o las probabilidades de que te fueras para abajo eran muy altas”. Un par de meses después esa idea se materializó en su propia empresa, FoodCraft, un restaurante virtual de hamburguesas en el que los clientes solo pueden disfrutar del menú pidiendo a través de internet, ya que no existe una sala donde pueda ser atendido ni se puede ir a recoger. Solo los riders tienen acceso al mostrador del que salen los pedidos. Es lo que en estos últimos meses se conoce como cocinas ciegas o fantasmas, un tipo de negocio que se ha disparado con la pandemia. “Es una explosión. Están saliendo muchas marcas, de aquí a un año veremos cuántas de ellas sobreviven”.
Donde ahora se ubica su cocina, antes había una tienda de jamones. Se reformó y se instalaron ocho puestos como el suyo en un espacio de 300 metros cuadrados en un local comercial en la planta baja y sótano de un edificio residencial de tres plantas en Tetuán. “Respetamos a los vecinos, el ruido no es un ruido que pueda perturbar a alguien, el local está insonorizado”, asegura Beltrán.
A pocos metros, Pablo Pintó amasa una pizza en otra de las cocinas. En unos pocos meses, pasó de trabajar en un restaurante con estrella Michelín, con Mario Sandoval y Albert Adrià, a montar su propia cocina fantasma. “Abro todos los días de la semana y puedo hacerlo sin que sea carga de trabajo muy fuerte”, cuenta durante un servicio.
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