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Deseos televisivos

En doce meses, la gran mayoría se habrán incumplido, pero así es la vida: una pura contradicción

Tony Soprano y Paulie, frente al Bada Bing, club de ‘strip-tease’ regentado por el clan Soprano.
Tony Soprano y Paulie, frente al Bada Bing, club de ‘strip-tease’ regentado por el clan Soprano.
Ángel S. Harguindey

Es una semana señalada para manifestar las buenas intenciones ante el año que comienza, esas que doce meses después, se habrán incumplido en su mayoría, pero así es la vida: una pura contradicción.

El primer deseo para los que vemos televisión es el de que en alguna mente surja alguna idea para crear series tan buenas como Los Soprano, Los Durrell, The Wire o las tres temporadas de la española La caza, por citar algunas de ellas.

El segundo es que en los programas informativos de las distintas cadenas dejen de anunciar “exclusivas” que no lo son y que los presentadores estrellas de los mismos reduzcan su afán de protagonismo y muestren un mayor respeto por los que están al pie del cañón, respeto que consiste en no pisarles la información. Un ejemplo: el ínclito García Ferreras suele anunciar las conexiones con los que están en el lugar de los hechos señalando previamente lo que van a contar, con lo que las horas que se han tirado los colaboradores en Paiporta, sin ir más lejos, se las zampa el ínclito desde el confort del estudio en un abrir y cerrar de ojos.

El tercer deseo que, naturalmente, no se cumplirá es que la cotidiana pelea dialéctica entre Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez remonte lo elemental y muestre un nivel crítico y autocrítico suficiente para que la demagogia quede relegada a “el cuarto de atrás”, que diría la estupenda Martín Gaite. Claro que para conseguirlo sería necesario también relegar al trastero ese paradigma de la simpleza que atiende al nombre de Miguel Tellado y que actúa, visto lo visto, desde la consideración de que al rival político no hay que criticarlo sino destruirlo. ¿Y cómo se destruye a un rival político?, pues con la colaboración de un selecto grupo de jueces tan proclives al lampedusiano “que todo cambie para que todo siga igual”, siempre que lo igual sean las oscuras y crueles décadas del franquismo. Si todo pasa y todo queda está claro que en el ámbito de la jurisprudencia son más de quedarse en el pasado.

El problema de atiborrar el desván de conceptos y personajes trasnochados es que nuestros dilectos y enciclopedistas tertulianos verían disminuir sus argumentos hasta el punto de tener que pensar en algo más sutil que leer los titulares de los diarios de la mañana para emponzoñar un poco más la actualidad.

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