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COLUMNA
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Del ‘skate’ al baloncesto 3x3: elogio del deporte de la calle

Uno de los placeres de este verano de Juegos Olímpicos es descubrir las disciplinas a las que nunca habías prestado atención, que tienen tirón entre jóvenes de ambos sexos, y ante los que algunos arrugan la nariz

La japonesa Coco Yoshizawa, de 14 años, en la final de 'street skateboarding' en París.
La japonesa Coco Yoshizawa, de 14 años, en la final de 'street skateboarding' en París.Angelika Warmuth (Reuters)
Ricardo de Querol

Son muchos los que arrugan la nariz cada vez que los Juegos Olímpicos incorporan nuevas disciplinas. Pero uno de los placeres de estos veranos, uno cada cuatro, es descubrir deportes a los que nunca habías prestado atención, y que tienen su emoción o destacan por su belleza plástica. Algunos de ellos, aunque discutidos, tienen verdadera implantación en la calle. No porque tengan a muchos federados, no porque haya competiciones oficiales, sino porque los (y las) jóvenes los practican con el entusiasmo del aficionado allí donde pueden y les dejan.

Es el caso del baloncesto 3x3, que siempre se ha jugado en las canchas de los barrios y los colegios cuando el número de jugadores no alcanzaba o una de las canastas estaba rota, lo que era frecuente. Del skate, con el que te cruzas en tantos espacios públicos de las ciudades. Del break dance, que lleva algunas décadas entre nosotros aunque muchos lo creyeran, desde el principio, una moda pasajera. Son deportes callejeros, como otros son playeros: el vóley playa, que abunda en las arenas de la costa española; el surf, que París ha llevado a la paradisíaca Tahití, al otro lado del planeta, y que ha regalado estampas memorables.

Zapeando entre RTVE, Eurosport y Max, uno puede dejarse sorprender por deportes que estaban fuera de su radar. Sin ser ningún entendido, por pura estética, se disfrutan mucho los clásicos: la gimnasia, la natación, los saltos de trampolín. Y el atletismo, el rey, el que remite a lo que se hacía en Olimpia, el deporte más puro por simple (corre, salta, lanza). Pero se puede gozar de otras prácticas. La competición de tiro olímpico ha convertido en fenómenos virales a dos campeones: la coreana Kim Yeji y el turco Yusuf Dikeç. Ambos disparan con clase y extrema frialdad, de forma imperturbable (él incluso con una mano en el bolsillo): en las redes se dice que debería ficharlos Quentin Tarantino para una de sus películas.

Me topo con la final femenina de street skateboarding. Deben deslizarse por las barandillas de una escalera: muchos de los intentos son fallidos, pero ninguna se rompe nada; cuando lo logran sorprende de lo que es capaz la motricidad humana. Gana una chiquilla japonesa de 14 años, Coco Yoshizawa. La misma edad tiene la campeona de la categoría park: la australiana Arisa Trew (la vasca Laia Laso, de 15, se coló en la final). Las tres se han llevado muchos golpes para llegar aquí. A ver quién les dice que eso no era un deporte digno de unos Juegos.

España ha sido tradicionalmente un país futbolero (del masculino, por supuesto) al que algunas estrellas inesperadas (Santana, Bahamontes, Induráin, Nadal o Alonso) hicieron prestar atención al tenis, el ciclismo o la fórmula 1. Esa atención preferente por el balompié, y todo lo que mueve ese gran negocio, ha opacado deportes que tienen cierta solera aquí: el baloncesto (que nos dio dos generaciones gloriosas, la de Fernando Martín y la de Gasol), el balonmano, el hockey, el waterpolo...

Hace ya algunas décadas que la mayoría de alegrías olímpicas nos las dan los deportes más diversos: Saúl Craviotto, Carolina Marín, Mireia Belmonte, Fermín Cacho, María Pérez, Gervasio Deferr. Y está claro a estas alturas que, en los que tienen más arraigo y en los reconocidos ahora, las mujeres se han ganado su sitio a codazos, de las campeonas de Sídney a las baloncestistas a tres o a cinco y esa Laia adolescente en una final. Incluso se abren paso las pruebas mixtas, otro tabú roto. Hay otro mundo fuera de lo de siempre. Aunque solo le hagamos caso cada cuatro años.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).
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