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Columna
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Las mil formas de la basura

En una sociedad en la que el negocio se hace por volumen, todo es excedente. Una sociedad que se alimenta de basura es una sociedad enferma porque si hay desecho es porque algo había para aprovechar

Ni que fueramos Salvame
Grabación del programa 'Ni que Fuéramos', secuela de 'Salváme', en el plató de Fabricantes Estudio, en Madrid, el 9 de julio de 2024.Santi Burgos
Jimina Sabadú

La gente que, orgullosa, dice que no ve telebasura, miente. Miente, para empezar, porque cualquier cosa que alguien diga sin que le pregunten, es mentira. Siempre. Miente, también, porque la telebasura tiene muchas formas, y el corazón es solo una de ellas (la más conocida). Hay podcast basura (la mayoría), tertulias basura (casi todas), y entretenimiento basura. ¿Y qué es la basura? Lo que ensucia, lo desechado, lo que sobra. Ensucia el alma y el intelecto. Utiliza desechos para crear productos apetecibles (como la comida basura), y sobra porque no aporta absolutamente nada.

Qué gracia me hace toda la gente que dice “yo no veo Telecinco”, como si las tertulias políticas que se meten entre pecho y espalda no fueran peores, precisamente, por su ánimo de trascendencia, aun siendo el mismo guirigay de crispación y vanidad. Hay noticias basura (el clickbait), y redes basura. En una sociedad en la que el negocio se hace por volumen, todo es excedente. Una sociedad que se alimenta de basura es una sociedad enferma, porque si hay deshecho es porque algo había para aprovechar. ¿Y quién se quedó aquello aprovechable? Quizás algunos, o quizás nadie. No hay personas sanas comiendo todos los días hamburguesas de cadenas rápidas, y no hay personas mentalmente sanas consumiendo todos los días mensajes agresivos sobre esto o lo otro.

Han pasado treinta años desde que Cárdenas encontrara un filón en los desheredados. Recorrió el país buscando locos, discapacitados, trastornados, y solitarios. Les puso una cámara y un micro delante y facilitó que toda España pudiera reírse de ellos. El único pecado de esta gente era la inocencia, y a veces querer salir de los hostales en los que vivían noche sí, noche no. Hace unos días, una famosa tiktoker cuyo nombre no voy a decir, fue expuesta en un streaming en el que le buscaban novio. La chica, para que se hagan una idea, es la persona más desagradable del mundo. Maleducada, grosera, envidiosa, zafia, embustera, agarrada, tirana y gorda.

Adivinen por qué cualidad de las anteriormente mencionadas se reían de ella. Por supuesto, por la única que no es un rasgo de personalidad. Sus pretendientes eran chicos jóvenes, entre ellos al menos un discapacitado reconocido, y otro en riesgo de exclusión, además de enfermo crónico. Las pruebas eran hacerle un bocadillo a la tiktoker, recitarle un poema, o hacerle regalos consistentes en reírse de ella. Los presentadores, hermanos gemelos, parecían felices monetizando la burla a estas pobres gentes. Estos personajes se usan unos a otros para ganar fama, seguidores, y dinero. La dignidad ni la conocen ni la esperan.

Esto es telebasura, aunque venga en el móvil. Es la telebasura que consumen sus hijos, la que les quita horas de sueño, de estudio, de actividades al aire libre. Es la telebasura que moldea sus cerebros, tanto en lo cognitivo como en lo ideológico. Nosotros ya no tenemos remedio, pero ¿y ellos? ¿Habrá alguna vez alguna generación que no utilice a los más vulnerables como objeto de burla?

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Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.
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