La España negra que persiste en Rubiales
Siguiendo la ley marxista de que la historia se vive primero como tragedia y luego como farsa, de las pinturas negras hemos pasado al festival de chistes del presidente de la RFEF
Cada vez que España se despierta moderna y orgullosa de sus talentos y logros, sucede algo que resucita la España negra del pintor Solana. Como en la escena clásica de terror en la que el protagonista se mira en el espejo del baño y le aparece un monstruo por detrás, en la historia de España siempre acecha un monigote goyesco para recordar que las manchas de mugre ibérica resisten cien lavados con jabón democrático. Siguiendo la ley marxista de que la historia se vive primero como tragedia y luego como farsa, de las pinturas negras hemos pasado al festival de chistes de Luis Rubiales. Es un avance, aunque no lo parezca: por lo menos, esto es divertido. Porque es hora ya de tomar el episodio como el sainete que en verdad es. La de cuplés que habría cantado Celia Gámez a costa del picogate. Hoy se hacen memes, que no es lo mismo.
Aquí ya no importa tanto el beso como la defensa desquiciada de Rubiales, que demuestra que lo peor que puede hacer un hombre que no ha sido llamado por los caminos de la oratoria es ocupar un estrado y demostrar ante el mundo entero que su elocuencia era puramente testicular y que, con las manos en el atril, pierde toda su capacidad de convicción.
Qué espectáculo televisivo nos ha regalado. Pocas veces se asiste al hundimiento a cámara lenta de una figura pública. Parecía que hablaba sobre arenas movedizas, y con cada frase se caía más y más hasta que solo asomó la cabecica, también como en el cuadro de Goya del perro semihundido. Con todo, ha cumplido un papel social relevante: el de recordarnos que la España eterna y cutre, la que lloró Solana en sus pinturas, persiste en el fútbol. No está mal saberlo, para cuando se nos suba la modernidad a la cabeza.
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