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Columna
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David Simon

Buen momento para retornar a su obra maestra. Nunca se ha filmado con tanto talento, verdad, mala hostia, complejidad, un documento como este sobre la invulnerabilidad del sistema y la corrupción como norma

El guionista David Simon, en una imagen de archivo.Foto: CONSUELO BAUTISTA
Carlos Boyero

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Conozco el poder de las adicciones. Sus gozos iniciales mantenidos durante mucho tiempo. También el embrutecimiento que acaban imponiendo. Observo el enganche permanente con su smartphone y con otros prodigios tecnológicos en las multitudes que pueblan las calles y sospecho que esos aparatos sin los que no se concibe la existencia actual también les acompañan sin tregua en sus casas e incluso en sus sueños, que son el instrumento imprescindible para algo llamado vivir o sobrevivir. Por el momento, los infinitos adictos no tienen las depredadoras aspiraciones de los zombis, no devoran a los que no son como ellos. Solo les ignoran, desprecian o atropellan si se cruzan en su ensimismado camino. Pero todo llegará.

Constato la proliferación de series protagonizadas por los muertos vivientes. Al parecer, disfrutan de gran audiencia. Yo no consigo pasar del segundo capítulo. Sin embargo, sigo devorando en mi enclaustrada existencia las películas, libros, música y series que me otorgaron algo parecido a la felicidad. Y a diferencia de mí, esos milagros no han envejecido. Me siguen provocando sensaciones impagables. En tiempos de desolación se convierten en la tabla del náufrago.

Me entero de que David Simon, el Shakespeare que creó la serie The Wire, ha sido despedido de la productora HBO después de 25 años currando allí. Por apuntarse a la huelga de los guionistas. Buen momento para retornar a su obra maestra, aunque la visite todos los años. Nunca se ha filmado con tanto talento, verdad, matices, emoción, mala hostia, complejidad, un documento como este, tan lúcido y amargo, sobre la invulnerabilidad del sistema y la corrupción como norma. Pero el sistema puede sufrir arañazos por parte de profesionales, de perdedores audaces empeñados en que cambien un poco las cosas. The Wire encarna el paraíso de siempre.

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