El despiadado asesino en serie y el electricista ladrón: anatomía del crimen español
Dos documentales de RTVE Play recuperan el caso del homicida Alfredo Galán, que dejaba cartas de la baraja en las escenas del crimen, y el del robo del Códice Calixtino con el relato reposado de sus protagonistas
“Solo quería demostrar que es fácil matar”. Esa fue la justificación que Alfredo Galán, uno de los últimos asesinos en serie españoles dio al reguero de sangre que dejó su pistola Tokarev en 2003. Ese fue el año en el que una sombra comenzó a asesinar de forma aleatoria a ciudadanos normales sin relación entre ellos y dejaba como firma una carta de la baraja española. El tiempo transcurrido es el aliado de dos documentales, recién estrenados en RTVE Play, en los que quienes protagonizaron las investigaciones diseccionan los casos, una vez levantado el manto del secretismo que los rodeó. El asesino de la baraja y El robo del Códice, que penetra en los recovecos de la catedral de Santiago para recordar la famosa sustracción del libro medieval, se han unido recientemente al catálogo de la televisión pública, como series documentales de tres capítulos cada una.
En 2003, los índices de criminalidad en Madrid eran tan altos que la policía tuvo que crear un tercer equipo de investigación de homicidios porque los dos existentes no daban abasto. Ese fue el momento en el que entró en escena un asesino en serie en diferentes puntos de la región. Sus víctimas eran tan aleatorias que incluso en un primer momento costó identificar que la misma mano estaba detrás de ellos. El asesino de la baraja lleva al espectador por un doble recorrido; el de la investigación policial tras el enigma del hombre que dejaba naipes en sus crímenes, y el del seguimiento desde las redacciones periodísticas, para las que el asesino de la baraja era su historia dorada.
“Para nosotros la parte periodística le aportaba un componente importante porque la cobertura llegó a influir en el asesino. En uno de sus asesinatos aparece por casualidad una carta que se había llevado el viento y cuando los periodistas contaron ese detalle, él lo adquirió como su firma y empezó a hacerlo de forma intencionada”, explica Enric Álvarez, guionista del documental producido por Goroka. En la serie, se muestran imágenes inéditas de los escenarios del crimen y se rememora esa tensión en las redacciones en la que cualquier mensaje al móvil podía suponer una alerta de que el asesino había vuelto a actuar. “Es muy interesante mostrar una parte de nosotros mismos como sociedad que habitualmente se explica en las páginas de sucesos, pero este formato te permite tratarlo desde la distancia y de una forma más relajada”, apunta Álvarez.
Una de las claves de la narración gira en torno al arma utilizada en los crímenes y muestra la tarea tediosa que a veces implican estas investigaciones. Horas y horas registrando un escenario para dar con una parte mínima de las vainas que se desprenden tras un disparo y que sirvieron para identificar la pistola. Y no era una cualquiera. El documental tampoco se olvida de las víctimas, de las vidas que este criminal segó por puro azar. En uno de sus ataques, Galán asesinó a unos padres y dejó huérfana a una hija dependiente en un país que no era el de su familia.
Una historia de ladrones
En 2011, un libro acaparó portadas y titulares. Se trata del Códice Calixtino que desapareció de la biblioteca de la catedral de Santiago y que destapó toda una trama de extrañas relaciones dentro del templo y puso en duda la gestión económica de sus responsables. El día en el que el deán puso la denuncia alertando de la sustracción, decenas de periodistas recibieron el encargo de ponerse con el tema. “¿Qué es el códice?”, empezaron por preguntarse muchos de ellos.
Al final, el robo resultó una excusa para ejercitar uno de los grandes vicios humanos: la venganza. “Nuestra obsesión era que la historia se contase de la forma más poliédrica. Cada una de las subtramas, aparte de la del robo que es obviamente la principal y que dice mucho de la Catedral y de la gestión económica, hablan también de las relaciones humanas, de la precariedad laboral dentro de la catedral, de las instituciones penitenciarias, de los avatares de la propia investigación...”, señala Elena Molina, la directora de El robo del Códice, coproducido por Cuarzo y el periodista Nacho Abad.
“La historia era la de un robo de película que lo tenía todo: misterio, una investigación con muchos sospechosos, el delito se había cometido en una catedral... Pero además, teníamos algo que aportar. En nuestro caso teníamos a Remedios, la mujer del ladrón, y a su hijo. También contábamos con grabaciones inéditas: los micrófonos ambientales que ordenó poner el juez instructor en casa del sospechoso para ver qué decían”, apunta Abad. En el transcurso de la grabación, los participantes en el documental llegaron incluso a acceder, una década después, al garaje en el que el autor de los hechos escondió el libro histórico durante un año. Todo un “reto”, según Abad, porque no fue fácil que les dejaran esas llaves. “Desde el principio, comentábamos que la historia parecía el guion de una película de Berlanga y fue algo que no quisimos perder en el rodaje”, puntualiza la directora.
La narración se permite incluso pequeñas pinceladas de humor, como el detalle de la tempestuosa relación entre el organista y la voz principal del coro. Incluso permite entender el vínculo que se acaba desarrollando en ocasiones entre los investigadores y los sospechosos, a los que llegan a conocer como nadie tras horas interminables de seguimiento.
Este documental lleva al espectador a uno de esos muchos submundos que transcurren en el mismo espacio y al mismo tiempo, y que pasan desapercibidos a los ojos de la mayoría. Un libro que llevó a descubrir toda una realidad paralela dentro de uno de los templos más importantes de España y que, una década después, sus protagonistas recuperan con todo detalle.
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