‘Todas las criaturas grandes y pequeñas’, un refugio televisivo en la campiña inglesa
La serie británica sobre la vida de tres veterinarios rurales en los años treinta del siglo pasado es un pequeño fenómeno popular gracias a sus paisajes y sus tramas amables
Todas las criaturas grandes y pequeñas es una serie a contracorriente. Camina fuera del trasiego diario, lejos de pandemias y conspiraciones. Se distancia de los thrillers hipervitaminados en los que se suceden los giros en la trama, de los tratados sobre la ansiedad, de los antihéroes enfadados con el mundo y de los superhéroes disfrazados. Es la historia de tres veterinarios en la campiña inglesa en los años treinta del pasado siglo. Entre sus ingredientes, historias amables, bucólicos paisajes y personajes bondadosos. Y animales. Un retiro del ajetreo y de las catástrofes que amenazan el día a día.
Esta producción británica, entre el drama y la comedia, se estrenó justo a tiempo. Era el año 2020 y acababa de terminar el gran confinamiento. Una serie con paisajes abiertos, mucha luz y ningún villano (sólo las enfermedades de los animales) era justo lo que necesitaban los millones de espectadores que se engancharon a este drama que adaptaba las novelas que escribió James Alfred Wright, con el pseudónimo de James Herriot, basadas en su propia experiencia como veterinario rural.
Los exitosos libros se trasladaron al cine y televisión en varias ocasiones, incluida una serie en la BBC entre los setenta y los noventa. La trama sigue las andanzas del joven James quien, recién licenciado, se traslada desde Glasgow al campo para convertirse en veterinario rural a las órdenes del huraño y un tanto excéntrico Siegfried, reacio a contratar a un ayudante. Al mismo tiempo, Tristan, hermano pequeño de Siegfried y desastroso estudiante de veterinaria, regresa al hogar.
La tercera temporada, que Filmin estrena mañana, martes 13 de diciembre, y que llegará a Movistar Plus+ en el primer trimestre de 2023, se sitúa en 1939, con la guerra amenazando con alterar la tranquilidad que se respira en este particular paraíso apartado del mundanal ruido. Ese mundo aparte, pero muy real, en el que transcurre la acción de Todas las criaturas grandes y pequeñas es lo que cautivó a Brian Percival, director de varios de sus capítulos en cada una de sus temporadas.
Percival recuerda el momento, en 2019, en el que recibió los guiones: “El mundo parecía lleno de malas noticias. Era antes de la covid y cada noche la televisión hablaba del Brexit y de cosas deprimentes. Pensé que sería genial aportar un rayo de luz a la vida de la gente. Todo el mundo adora los animales y estaba el campo, esa idea de escapismo y entretenimiento, y la libertad, apartarse de un mundo que no era un lugar genial”. La serie actual remodela algunos elementos de la historia original para aproximarse al espectador del presente. Para ello, dieron más fuerza y presencia a los personajes femeninos y una mentalidad más progresista y moderna que en los textos originales.
Rodada en Yorkshire Dales, en el norte de Inglaterra, sus valles fluviales y montes son un elemento imprescindible de la serie. El uso de drones permite a los directores mostrar los paisajes en todo su esplendor. “Muchas escenas tienen lugar mientras los veterinarios conducen por los valles”, explicaba el director en una entrevista por videollamada a mediados de octubre. “Esto permite que la conversación y la narración avance y, al mismo tiempo, tomar aliento y mirar los paisajes que rodean a los personajes”.
Todas las criaturas grandes y pequeñas sigue el camino que otros dramas de época abrieron antes en la televisión británica. Los Durrell, que narra las aventuras de una familia británica en Corfú también en los años treinta, podría considerarse su predecesora espiritual al combinar historias ligeras, personajes bondadosos y bonitos paisajes naturales. Además, ambas están basadas en libros en los que sus autores novelaban sus vidas, en este caso escritos por el naturalista Gerald Durrell. Incluso Downton Abbey, de la que Brian Percival también dirigió varios episodios, comparte elementos con ellas. “Son muy diferentes, aunque tienen en común algunos aspectos de los personajes de la clase trabajadora. Pero tratan de cosas diferentes. Downton Abbey trata la estructura de clases, entre otras cosas. Todas las criaturas es más sobre la experiencia humana y las relaciones con los animales y con otros personajes. Está más próxima a la experiencia humana”.
En una televisión dominada por el consumo rápido de ficción y la gratificación instantánea, producir una serie cuya acción transcurre al ritmo al que se mueve un rebaño de ovejas no parece la opción más lógica. “A mí me parece que a la televisión hay que desdramatizarla. Todo tiene que ser más grande, más temerario, más peligroso, poner a los personajes en situaciones con las que no te puedes identificar”, dice Percival. “No todo el mundo se ha encontrado con un asesinato a la vuelta de la esquina, no todos nos hemos encontrado con asesinos en serie. Sin embargo, vemos mucho de eso en televisión. Yo quería algo de escapismo, y creo que la audiencia también. En especial, cuando llegó el confinamiento y el covid, parecía que queríamos que la televisión nos diera un abrazo y nos confortara”.
El ritmo de Todas las criaturas grandes y pequeñas es pausado. Es un refugio donde sus espectadores pueden estar más o menos seguros de que ningún gran sobresalto ocurrirá en los 45 minutos del episodio. “Ocurren cosas, grandes cambios, pero todo ocurre a un ritmo lento. Ese ritmo es de forma intencionada para ayudar a transmitir ese sentimiento de calma y de felicidad”, explica el director. Aun así, remarca la evolución de los personajes a lo largo de las tres temporadas. “Pero son cambios suaves, no hay giros dramáticos. En el fondo, la mayoría nos podemos relacionar más con esos pequeños cambios, porque es como sucede la vida. A veces pasamos por grandes cambios, pero el día a día es así, la experiencia de los pequeños cambios”.
Rodajes con animales
Alfred Hitchcock alertaba sobre los peligros de grabar con niños y con animales. Percival, con esta serie, ha logrado un máster en lo segundo. “La clave es la paciencia”, ríe. “Hay un montón de cosas con las que tienes que tener mucho cuidado porque a veces esas vacas enormes o los toros quieren moverse a algún lado y no les importa si tú estás en medio”. En la serie utilizan modelos protésicos para los momentos en los que los personajes exploran los animales. En las tomas en las que aparecen vacas, caballos u ovejas, graban continuamente con dos cámaras para asegurarse de captar expresiones de los animales que, aunque no ocurran en el momento adecuado, en montaje puedan colocar donde les convenga.
Por supuesto, hay decenas de anécdotas en esos rodajes. “Hace poco estábamos grabando con una vaca que no quería que la grabáramos, estaba aburrida y decidió irse y se llevó por delante a dos entrenadores, que arrastró por el suelo”, explica. Cada vez que graban con un caballo, tienen que tener un doble cerca por si ese día el primero no quiere trabajar. “Y hay una cosa curiosa con las vacas: siempre tienen que tener un amigo al lado, fuera de cámara, para que no se sientan solas. Si se sienten solas, hacen mucho ruido”, remata Percival.
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