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‘The Good Fight’: ketamina para ricos

Esa Diane Lockhart colocada y feliz es la prueba viviente de una era que también ha gentrificado el consumo de drogas: estará feo hacerlo en función de lo abultado de tu cartera

Christine Baranski, en una imagen de la sexta y última temporada de 'The Good Fight'.

El mundo está en guerra, la economía se desploma y Diane Lockhart ha decidido meterse ketamina. Algo pasa cuando la protagonista de The Good Fight —la abogada más sagaz y aguda de nuestra pantalla— decide pasarse una temporada flipada con un anestésico para disociarse y experimentar dimensiones alternas pero más mullidas frente al presente febril.

Si algo caracteriza a la serie de los King en estas seis temporadas que lleva es haber sido un afinado termómetro de este último lustro. Así que tiene lógica esa deriva alucinógena de sus tramas en la era más inquietante y absurda de lo que llevamos de siglo. Por eso no sorprende que la mujer que se enganchó a las microdosis de LSD para resistir sin dejar de ser eficiente ante el mazazo de la era Trump, ahora, directamente, quiera instalarse en otra realidad sin importarle lo que piensen al verla los demás.

Que Diane, como blanca y privilegiada que es, acuda a una clínica con mármoles de lujo y antifaces de satén para colocarse tiene todo el sentido en 2022. Y aunque aquí siempre se estará a favor de que John Slattery aparezca haciendo de lo que sea, irrita esta pátina moralista al comprobar cómo hasta en la televisión no se criminalizará el consumo de droga siempre que la suministre un tipo simulando ser médico con bata blanca y gafas de pasta caras.

Ahora que hasta en San Francisco denuncian una gentrificación del consumo de alucinógenos para acomodarse a los hábitos de lujo de los superricos, si algo nos prueba esa Diane Lockhart enketaminada y feliz es que hoy en día estará feo drogarse y será sumamente preocupante en función, claro está, de lo abultada que esté tu cartera.

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