‘¿Quién mató a Sara?’, una telenovela lujosa y liberal
Si los mexicanos tienden, antes o después, a las historias sentimentales, melodramáticas, las plataformas televisivas de pago han transformado, ampliándolas, sus contenidos
Si algo está claro en la ficción audiovisual mexicana es su proclividad a las telenovelas. ¿Quién mató a Sara? no es una excepción. La primera temporada producida y exhibida por Netflix arranca desde la ortodoxia de una serie policíaca. Un individuo sale de la cárcel tras 18 años por un crimen que no cometió. Su deseo no es otro que la venganza de los que piensan fueron los auténticos responsables.
Lo policíaco, en sentido estricto, salta por los aires ya en el primero de los 10 capítulos. Hay personajes de todo tipo menos policías. Y surge con fuerza el punto sentimental: la asesinada era la hermana del condenado. La familia es la familia. El problema, o uno de ellos, es que los presuntos responsables son también una familia, los Lazcano, con el poderoso y malvado patriarca César (el español Ginés García Millán), quien ya en la presentación de la serie declaró que “aunque parezca mentira, podrá llegar a ser más cruel, más despiadado y deleznable”.
Y si los mexicanos tienden, antes o después, a las historias sentimentales, melodramáticas, las plataformas televisivas de pago han transformado, ampliándolas, sus contenidos. Ya no se trata solo de intrigas sentimentales, hijos bastardos o amores traicioneros. Ahora se tocan sin tapujos temas como la homosexualidad o los vientres de alquiler. Y la serie creada por el chileno José Ignacio Valenzuela y dirigida por los mexicanos David Ruiz y Bernardo de la Rosa, es en este sentido ejemplar: se muestran dos o tres coitos hetero y homosexuales por capítulo y varios cantos al voyeurismo en las duchas, estén, o no, justificados en el guion, como gustaban de matizar las actrices españolas “del destape”. En resumen: una telenovela lujosa y liberal.
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