’Gambito de dama’, una serie extraordinaria
Cuida al máximo el vestuario, la decoración, la música, los exteriores, todo lo que potencia la verosimilitud
En realidad quien debería escribir este comentario es Leontxo García, un sabio del ajedrez, la columna vertebral de Gambito de dama, una extraordinaria serie dirigida por Scott Frank, adaptada de la novela homónima de Walter Tevis y producida por Netflix.
Siete capítulos en torno a la vida y el arte de Beth Harmon, una joven educada en un orfanato razonablemente tolerante en el que aprenderá a jugar al ajedrez, desde entonces su pasión y refugio: “Me gusta el ajedrez, porque es un mundo en 64 casillas. Un lugar en el que sentirse segura”, declara en una entrevista, muy distinto del mundo exterior que no controla. Al fin y al cabo sus referentes vitales fueron una madre biológica maltratada por su exmarido y suicida, y una madre adoptiva maltratada por su marido y alcohólica.
La serie cuida al máximo el vestuario, la decoración, la música, los exteriores, todo lo que potencia la verosimilitud de una trama que se sitúa en los años cincuenta y en la que su obsesión por vencer a los maestros soviéticos hay que situarla en el contexto de la Guerra Fría, lo que no evita la admiración que siente por ellos.
Y si algo destaca entre este cúmulo de virtudes es la interpretación de dos actrices: Isla Johnston, la Harmon de nueve años, y una impresionante Anya Taylor-Joy, la gran protagonista, un prodigio interpretativo desde la contención.
En un estupendo reportaje de Laura Fernández en EL PAÍS se señalaba que “uno de los mejores jugadores del mundo, Garry Kaspárov, asegura no haber visto nunca una serie que respete tanto las estrategias y los tiempos del ajedrez”. Pocas veces coinciden la opinión de los expertos con el desarrollo de una ficción. Chapéau.
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