Sharon Stone: “Si actúas demasiado bien, la gente cree que tu personaje eres tú”
La actriz interpreta en la serie ‘Ratched’ un papel mucho más secundario de lo que acostumbraba en el cine de los noventa e insiste en que le compensa
Hace un par de años, en plena explosión del Me Too, un periodista le preguntó a Sharon Stone si se había sentido alguna vez incómoda en una situación de acoso sexual. La actriz se limitó a dejar escapar una carcajada, carismática y amarga, que confirmó que aquella pregunta debía ser retórica. Por supuesto que el mito erótico oficial de los noventa había sufrido acoso sexual. Pero solo durante la sensibilización colectiva que ha supuesto el Me Too el público cayó en la cuenta de esa obviedad.
Es solo un ejemplo de cómo, en los últimos años, la carrera y la imagen pública de Stone están disfrutando de una corriente de apreciación retroactiva. Tiene sentido, por tanto, que su regreso a las grandes ligas sea de la mano de Ryan Murphy, un autor fascinado con volver las vidas de mujeres incomprendidas o mal retratadas por la crónica histórica: la fiscal Marcia Clark, Bette Davis, Joan Crawford, Monica Lewinsky. Se acaba de estrenar Ratched, que reivindica a la legendaria villana de Alguien voló sobre el nido del cuco, aquella enfermera psiquiátrica Mildred Ratched, por la que Louise Fletcher ganó el Oscar en 1976. Aquí la interpreta la actriz fetiche de Murphy, Sarah Paulson. Stone tiene un papel secundario: una excéntrica millonaria que quiere la cabeza de un científico loco en una bandeja de plata. A la actriz le relaja no llevar ya el peso de la producción sobre sus hombros: “Estoy más cómoda en mi trabajo de lo que he estado jamás. Ahora no siento el mismo estrés, los nervios o la ansiedad cuando voy al trabajo que antes” asegura. De villanas incomprendidas Stone va sobrada: durante sus años en la cima la prensa la acusó de ser “una diva histérica”, “una desagradecida” y, en definitiva, “una mujer difícil”. Solo con el paso de los años, como si de un personaje de Ryan Murphy se tratase, Sharon Stone ha visto como su punto de vista empezaba a tenerse en cuenta.
Véase su pasado. Tras el primer pase en cine de Instinto Básico, Stone le suplicó al director, Paul Verhoeven sin éxito que eliminase un plano en el que resulta que se le veía la vulva por accidente. En su siguiente película, Sliver (Acosada), se negó a desnudarse si su compañero de reparto William Baldwin no lo hacía también. La respuesta del productor: “Ningún actor ha conseguido ser una estrella desnudándose y ninguna actriz lo ha conseguido sin hacerlo”. En El especialista también trató de no tener que desnudarse porque estaba cansada de hacerlo. “Pues cánsate de hacerlo en la película de otro” le replicó Sylvester Stallone. En aquellos años el mundo parecía haber asumido que Sharon Stone era Catherine Tramell, la depredadora sexual que interpretaba en Instinto básico. Lo cierto es que Stone tenía mucho menos control de la situación que Tramell.
“A menudo pienso en el actor que hizo de Charles Manson [Steve Railsback en la serie Helter Skelter, de 1976]. Nunca volvió a trabajar” explica la actriz, “Interpretó tan bien a Manson, resultó tan creíble, se involucró tanto en aquel personaje que aterrorizó a todo ser viviente. Y nadie lo contrató nunca más. Cuando haces un trabajo tan bueno que la gente cree que eres tu personaje, afecta a tu vida, sí”. No ayudó que Paul Verhoeven fuese por ahí diciendo que le dio el papel a Stone porque era exactamente igual que Tramell. “La gente quiere creer que eres ese personaje, que te ha resultado fácil, no que te dejaste el culo interpretando ese papel” continúa, “pero para ser buena tienes que trabajártelo, nadie puede interpretarse a sí misma. ¿Cómo te interpretas a ti misma?”, concluye.
Los hombres que impulsaron la carrera de la actriz estaban empeñados en retratarla como a una mantis calculadora. “Uno de sus agentes me contó que en su agencia de modelos tenían un dicho: ‘Deja a Sharon sola en una habitación con el director y cerrará el trato’” escribió el guionista de Instinto básico Joe Eszterhas en sus memorias. Debe de haber sido un alivio trabajar con un reparto femenino en Ratched. “Es muy, muy diferente. Primero, las mujeres no asumimos automáticamente que somos las jefas. Somos más colaborativas, cuando hay algún asunto o alguna pregunta conversamos sobre ello. Tendemos a tomar cada decisión entre todas, lo cual es muy interesante y muy agradable. Cuando estás en un rodaje mayoritariamente masculino los tíos toman todas las decisiones todo el tiempo. Y tú te plantas ahí y te las apañas con todas las decisiones que ya han sido tomadas. Como Ginger Rogers, bailas en tacones y de espaldas” explica Stone, quien además insinúa que cuando hay un actor en la escena la toma buena es la que él elija. “Entre mujeres se da un esfuerzo colaborativo, en plan ‘¿prefieres empezar tú?’, ‘¿cuándo te viene bien?’, ‘¿cómo te gustaría hacerlo?’. Es un escenario completamente diferente, porque cuando trabajas con un hombre debes comprender lo que le viene bien a él y entonces apañártelas para que eso también te venga bien a ti” lamenta.
Ginger Rogers acababa con los pies ensangrentados tras bailar durante horas en tacones y la espalda empapada por los calurosos y pesados vestidos de gala. Pero siempre se consideró a Fred Astaire el genio de la pareja. El compañero con el que Stone tiene más escenas en Ratched es un mono, que la acompaña allá donde va vestido con atuendos a juego con los de su dueña. “Cuando llegaba por las mañanas, el mono venía a abrazarme durante cinco minutos y a hablarme al oído” recuerda. Solo Ryan Murphy podría conseguir que Sharon Stone imite los ruidos de un mono durante una entrevista. “Al final se ponía a acicalarme. Se sentaba conmigo y se aseguraba de que tuviera buen aspecto. A veces lo abrazaba como a un bebé y otras se ponía a corretear jugando a mi alrededor. Pero siempre quería estar conmigo antes del trabajo. Estábamos conectados de una forma primitiva, emocional. Su adiestrador le instruía lo que debía hacer y al terminar la escena yo le indicaba si lo había hecho bien o que, si no le había salido bien, no pasaba nada”. Al parecer se ha entendido mejor con él que con la mayoría de sus compañeros de reparto de los noventa.
Según Stone, el triunfo de Ryan Murphy (Netflix le ha pagado 300 millones por desarrollar series durante cinco años) radica en que cuenta las historias de la gente que el sistema ha ignorado durante décadas: las mujeres mayores, los discapacitados, las personas LGTB, los enfermos mentales. Parias sociales que en el universo de Murphy pueden ser ídolos. “Aceptábamos esa pequeña ventana de gente blanca como nuestro entretenimiento, cuando esa ventana no representaba quiénes éramos. Ryan da trabajo a las personas que todo el mundo quería borrar, a pesar de que son mayoría, y habla sobre los motivos por los que querían borrarlas. Pero si empezamos a representar quiénes somos tenemos que hacernos cargo de cuestiones como la sexualidad o la salud mental. Y ahí creo que radica su genialidad y la razón por la que es tan increíblemente popular, porque nos está hablando a todos” afirma Stone.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.