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Columna
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Las niñas perrean: la verdad sobre el linchamiento preventivo de ‘Cuties’

Una película que trata con valentía la erotización precoz de las adolescentes desata una ola de ataques a Netflix de los que no la han visto. Los creadores tienen que mirar de frente las cuestiones incómodas

Escena de la película 'Cuties' (en francés 'Mignonnes'), de la directora Maïmouna Doucouré. En vídeo, tráiler de 'Cuties'.
Ricardo de Querol

Por experiencia propia, Zadie Smith, británica de madre jamaicana y padre inglés, retrató de maravilla en la novela Dientes blancos la compleja vida de los hijos de inmigrantes en el Reino Unido. El desarraigo de quien es señalado como extranjero en el país en que nació y del que nunca salió, la tensión entre las tradiciones de la familia y las costumbres de sus iguales, “esa lucha terrible entre quiénes son y quiénes tendrían que ser, lo que fueron y lo que serán”.

En esa línea se sitúa la película Cuties (en español Guapis, original en francés Mignonnes), de la directora Maïmouna Doucouré, francesa de origen senegalés. El filme —premiado en Sundance, mención especial en la Berlinale— nos mete en la piel de una niña parisina de 11 años, de familia africana y devotamente musulmana, que se inicia con sus compañeras de clase en el sensual baile del twerking, o perreo, con la ilusión de ganar un concurso. Así que tenemos dos temas delicados: el choque cultural y lo que se ha venido a llamar hipersexualización, la presión a las chicas para mostrarse seductoras e irresistibles desde temprana edad, un mal agravado por el exhibicionismo y narcisismo que imperan en Instagram o TikTok.

Netflix anunció el estreno para el 9 de septiembre con una promoción muy burda, por la que ha tenido que disculparse, y sufrió la ira de las redes. Una multitud indignada escribió en Twitter la etiqueta #NetflixPedofilia sin molestarse en averiguar si el filme ensalza, denuncia o, cuanto menos, ayuda a entender ese fenómeno, inquietante pero verdadero, de la erotización precoz. Ejemplo de libro de la que dicen “cultura de la cancelación”, de un lado u otro del espectro ideológico, un nuevo modo de censura en nombre de buenas causas que amenaza con encorsetar la libertad artística.

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En realidad, Cuties es una visión valiente, sincera, dura y hasta tierna de la pubertad: el fin de la inocencia, la inseguridad, la curiosidad, la rebeldía, la ansiedad por hacerse mayor, la búsqueda de la identidad, el afán por ser aceptada en el grupo... A esas angustias propias de la edad se suma aquí el abismo que se abre entre los valores del hogar y los de la calle. Describir todo eso con realismo, con sensibilidad, sin juzgar a los personajes, no tiene nada que ver con la apología de ninguna perversión.

La relación de los menores con la sexualidad es un tabú, pero en la vida real las niñas perrean. Claro que algunos adultos prefieren no saber lo que hacen sus hijos cuando están fuera de su vista. En esta sociedad maniquea, simplista, muchos se sienten bien expresando su furia contra una obra de la que no saben nada. Para los creadores, lo honesto es mirar de frente las cuestiones incómodas. Aunque se expongan al linchamiento preventivo virtual.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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