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‘El colapso’: El infierno empieza cuando acaba el mundo

Una serie francesa que plasma las primeras semanas tras la implosión de la sociedad se convierte en un pequeño fenómeno del ‘streaming’

Un fotograma del segundo capítulo de 'El colapso'. En vídeo, el tráiler de la serie.
Tom C. Avendaño

El acto reflejo de pedir, en un supermercado, un producto que no encontramos en las estanterías encierra un número de creencias. Que no tener el producto delante no significa que no haya más, que existe una maquinaria que no vemos que mantiene el flujo de suministro, que para consumir basta con pedir y que, en fin, la sociedad funciona porque funciona. El colapso, una serie francesa recién estrenada en Filmin, descarta todos estos supuestos. En el supermercado donde arranca el primer capítulo, el dependiente no tiene respuesta a las hordas de clientes que le demandan productos con una voz cada vez más tensa. Hay apagones de luz constantes. Las tarjetas de crédito han dejado de funcionar. Las gasolineras han vendido su último litro de combustible: un error, en realidad, porque el dinero cada día parece un concepto más insignificante al lado de un paquete de cinco kilos de arroz. Es el fin del mundo. La maquinaria invisible ha dejado de existir. Lo que tenemos delante es todo lo que hay. Vamos hacia la Edad de Piedra, una llena de coches abandonados en la carretera.

Realizada en 2019 por un trío de jóvenes directores conocidos como Les Parasites, la serie ha encontrado una nueva vida en España esta semana hasta el punto de haberse convertido en un pequeño e inesperado fenómeno del streaming. Vista desde 2020, lo que podría parecer un ejercicio de imaginación apocalíptica, bien documentado y planteado, es más bien la plasmación de las peores pesadillas desatadas por la pandemia ante un mundo que ha resultado menos robusto de lo que esperábamos.

La serie no tiene protagonista ni transcurre en un sitio concreto: muestra las consecuencias del colapso de la civilización semana a semana, en lugares distintos y sabiamente escogidos. El supermercado de marras expone los primeros días de shock; una gasolinera sirve para ilustrar el paso al pánico; los primeros intentos de organización llevan a un millonario -la única clase social no acostumbrada a no tener respuestas- a una pista aérea. Nadie sabe exactamente qué está pasando y a nosotros tampoco se nos cuenta. En total, son ocho capítulos, de 15 a 20 minutos de duración, rodados en plano secuencia o en varios planos largos que juntan la minuciosidad documental de Chernobyl con el terror apocalíptico de Years and years, dos de las series más vistas el año pasado.

Les Parasites son un colectivo de cineastas independientes, salidos de la Escuela de Creación Audiovisual y Realización de París (EICAR por sus siglas en francés) que desde 2013 se han especializado en los cortometrajes, la mayoría de los cuales luego cuelgan en YouTube. Esa capacidad para contar cosas brevemente juega a su favor aquí: los diálogos que exponen la problemática particular de cada capítulo son cortos e indoloros, lo que no suele ser el caso en este tipo de historias, menos aún en las que juegan con un mensaje ecologista. Y el no tener un protagonista claro ayuda a mantener el suspense: nunca está del todo claro quién va a fracasar, quién va a sobrevivir, o, mejor aún, quién va a acabar recibiendo nuestras simpatías.

El presupuesto fue de dos millones de euros para ocho capítulos (una serie española suele invertir entre medio y un millón de euros por capítulo: aquí han sido 250.000 euros). Este no es un posapocalipsis espectacular como La guerra de los mundos de Spielberg. Es pequeño, caótico, confuso y está sucio (sí comparte con el estadounidense la tendencia a subrayar con diálogos la intención de sus creadores, como cuando en la gasolinera alguien lamenta: “No son problemas de abastecimiento, son problemas de una sociedad de mierda”).

No hay un motivo claro al colapso que da título a la serie. Hay escenas que parecen citar la teoría de Olduvai, creada en 1989 por el físico Richard C. Duncan, que decía que la civilización industrial agotaría sus recursos al cumplir cien años y que la humanidad acabaría viviendo una segunda Edad de Piedra, preconizada por apagones eléctricos, a partir de 2012. Pero a Les Parasites no les interesa explicar. Da igual qué pasó, qué se agotó primero, de quién es la culpa. El verdadero terror es mostrar dónde caeremos el día que desaparezca la red bajo nuestros pies.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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