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Elon Musk
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Twitter no tiene solución, @ElonMusk

Una red social es un equilibrio entre libertad y moderación. Pronto veremos si Musk lo sabe: ¿es consciente del malabarismo que exige no romper Twitter o llega con la audacia del solucionista?

Elon Musk, frente al logo de Twitter. Foto: DPA VÍA EUROPA PRESS (DPA VÍA EUROPA PRESS) | Vídeo: EPV
Kiko Llaneras

Mi titular suena a que te voy a explicar por qué deberías salir de Twitter, pero es lo contrario: creo que Twitter está bien. ¿Sería mejor sin insultos y sin censura? Sí, pero no puedes tener ambas cosas al mismo tiempo. Twitter jamás será perfecto, aunque lo queramos sus usuarios y Elon Musk, su reciente comprador. La red del pájaro azul es un ejemplo pequeño de una gran verdad: el utopismo hace lugares infelices y distópicos.

Hay cosas que son necesariamente imperfectas, porque les pedimos virtudes que chocan unas con otras. Es lo que pasa con parejas, amigos, ciudades y países enteros. Se definen por dilemas inescapables: ¿Quieres vivir en una sociedad donde puedas gritar si te sientes eufórico o prefieres prohibir los gritos y dormir tranquilo todas las noches? El orden y la espontaneidad son virtudes incompatibles. Queremos un mundo donde alguien nos proteja de nuestros errores, pero también tomar nuestras propias decisiones. Nuestros sueños son irrealizables, porque chocan entre sí. Por eso no existe un mundo ideal, como dijo Isaiah Berlin: “No se puede tener todo lo que se desea, no solo en la práctica, sino también en teoría”.

Por eso tampoco existe un Twitter ideal. Vaya por delante que le tengo aprecio. Llevo 15 años en esa red social, que es la mía: ha sido importante en mi vida y todavía me sirve. Mi impulso es despreciarla, pero esta es la verdad: allí conocí buenos amigos, es donde se articulan mis ideas, y le debo un trabajo que me encanta. Aprendí de todo: ser periodista en 2022 consiste en descubrir hechos ciertos y lograr que alguien les preste atención. Lo segundo lo aprendí en Twitter.

Pero Twitter se define por conflictos que Elon Musk no podrá solucionar. Son problemas sin solución absoluta.

¿Cuánta libertad queremos? Nadie sueña con una red donde un gobierno totalitario decide todo lo que es legal expresar. Pero también es evidente que sin moderar la conversación, las redes se llenan de spam, timos, insultos y abusos, especialmente contra mujeres y minorías. Un Twitter sin control será un pozo, un Twitter donde ofender es ilegal será terrorífico.

¿De quién queremos que sea? Twitter no es “la plaza pública”, como ha dicho Elon Musk, sino más bien un bar de esa plaza, siendo la plaza todo internet. ¿Pero quién debería gobernar el bar? Es fácil decir lo que no queremos y por qué: no queremos que sea algo estatal, o tendremos el problema chino; no queremos que sea propiedad de un plutócrata, o tendremos el problema Musk. Una tercera alternativa es que no sea de nadie, que sea un protocolo abierto y descentralizado, lo cual me resulta tentador, pero que tampoco está libre de costes: en el Salvaje Oeste suele irle bien a mucho indeseable. El equilibrio actual es que sea algo más o menos privado y regulado; una opción sosa pero aceptable.

¿Queremos que sea transparente? Los dilemas de Twitter alcanzan hasta sus detalles técnicos. Una propuesta de Musk es que sea público el algoritmo que rige la red, que sepamos qué parámetros deciden si un tuit se muestra a 30 o 30.000 seguidores. Es una propuesta que me suena bien. Querría saber de qué depende cada timeline o por qué se amplifican las peleas. Pero no es una decisión sin contraindicaciones. Un algoritmo opaco como el actual es mejor protegiendo la red de quienes quieren manipularla para volverse virales.

Estoy seguro de que Twitter se puede mejorar. Por ejemplo, habrá maneras de que la gente sea menos desagradable —menos idiota— cuándo se esconde detrás de un avatar digital. Quizás baste la experiencia y los jóvenes vayan a ser mejores humanos en internet. Pero otros aspectos no se podrán “solucionar”, porque son tensiones que solo podemos aspirar a balancear.

Mi inquietud ahora es averiguar si Elon Musk sabe esto. ¿Es consciente del malabarismo que exige no romper Twitter o viene con la audacia de quién cree en una utopía? Supongo que lo sabe, pero habrá que verlo. Tiendo a pensar que los tecnólogos son gente útil, porque mis sesgos están a su favor, desde mi gusto por la ciencia ficción hasta mi título de ingeniería, pero los tecnólogos tienen un peligro: sienten que todo tiene solución. Y esa idea es falsa. Si se prohíbe el baño en un mar revuelto, tendrás la tranquilidad de que tus hijos no van a morir ahogados, pero no serás libre de zambullirte en las aguas agitadas de una playa salvaje.

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Sobre la firma

Kiko Llaneras
Es periodista de datos en EL PAÍS y doctor en ingeniería. Antes de llegar al periódico en 2016 era profesor en la Universitat de Girona y en la Politécnica de Valencia. Escribe una newsletter semanal, con explicaciones y gráficos del día a día, y acaba de publicar el libro ‘Piensa claro: Ocho reglas para descifrar el mundo’.

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