Hacia un nuevo pacto digital: ¿cómo equilibrar lo humano con lo tecnológico?
El avance de la digitalización provocado por la pandemia hace más necesaria la configuración de un nuevo contrato social que armonice mejor tecnología y libertades
Uno de los grandes debates de los primeros meses de la pandemia fue el uso de aplicaciones en el móvil para el control de las personas infectadas por el virus Covid-19. En Asia el uso de esas herramientas se implantó con mano firme, mientras que en Europa se produjo un enorme debate sobre derechos y libertades. El uso de estas aplicaciones en los diferentes países, enormemente dispar, demuestra que el equilibrio entre tecnología y derechos civiles es un terreno resbaladizo.
Con estas herramientas tecnológicas, China ha logrado un control de la pandemia que no tiene nada que ver con la situación en Occidente. Pero “es un control invasivo, propio de sociedades que no tienen nada que ver con nuestro modelo”, dijo Itziar de Lecuona, subdirectora del Observatorio de Bioética y Derecho de la Cátedra UNESCO de Bioética de la Universidad de Barcelona, tras denunciar “la falsa dicotomía entre intimidad y seguridad”. Fue durante su intervención en el programa ‘Un país para pensar’, el último de la serie ‘Un país para’, que ha analizado, en colaboración con Telefónica, los retos de la sociedad española en el horizonte de la recuperación tras la pandemia.
De Lecuona centró su intervención en la principal materia prima de la economía digital, el dato, recalcando la necesidad de revertir la tendencia a la mercantilización de la información personal: “Tenemos que reflexionar, como personas y como sociedades, sobre el papel que ocupa la tecnología en nuestra vida”, un debate al alza ante la progresiva digitalización de más ámbitos, desde el trabajo hasta la vida social. “Se ha producido un proceso acelerado y ahora tenemos que adoptar todas las políticas a este nuevo entorno”, afirmó por su parte Christoph Steck, director de Políticas Públicas e Internet de Telefónica. “Estamos en un momento decisivo en el que lo privado y lo público deberían trabajan juntos en un nuevo pacto digital que ponga a las personas en el centro”, consideró el directivo.
En el debate sobre la transición digital, se abre paso el concepto de modelo europeo, frente al estadounidense, teóricamente más economista, individualista y mercantilizado, y al chino, basado en el control del Estado. “En Europa tenemos la aspiración de que el espacio digital sea un espacio de ciudadanía, no solo de negocio”, explicó el filósofo Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Para Steck, el objetivo es encontrar el equilibrio entre el uso de los datos, “que permiten avanzar hacia una sociedad más prospera y sostenible”, y el respeto a la privacidad. “En Europa estamos buscando nuestro modelo, y se puede alcanzar ese equilibrio, por ejemplo, con el uso de datos anonimizados, que ya ha demostrado su utilidad durante la pandemia”.
Durante los últimos meses, la conciencia social sobre la importancia de los datos ha aumentado, pero, según De Lecuona, aún queda mucho por recorrer. “Podemos pedir nuevas normas, pero antes es necesario una mayor alfabetización digital entre la población, para acabar con la banalización de los datos y la opacidad del mundo digital. Si como sociedad no somos conscientes del nuevo paradigma digital, no nos daremos cuenta de su importancia”, aseguró.
El contexto es de cambio, y está por ver qué permanece de los últimos meses y qué aspectos de la sociedad prepandemia, ahora aparcados, no vuelven nunca a recobrar su importancia. ¿Quedarán lecciones positivas de esta crisis global? “El prestigio de los que nos dedicamos a este oficio es directamente proporcional a lo pesimista de nuestros pronósticos, pero por supuesto que las sociedades aprenden de las crisis”, afirmó Innerarity. “Lo demuestra la historia, que también nos enseña, sin embargo, que las decisiones que se toman suelen ser escasas, tardías y sin la altura necesaria”, matizó. Ahora, muchas de esas decisiones atañen al control del dato, médula espinal de una economía digitalizada que ofrece enormes posibilidades, pero también puede implicar riesgos para las libertades.
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