La industria española se juega el futuro post-Covid a doble o nada
El cambio de mentalidad empresarial y los fondos europeos de recuperación son una enorme oportunidad para digitalizar el tejido industrial. Probablemente no haya otra.
La pandemia ha sido una enorme prueba de contraste para el tejido productivo de la economía española, revelando muchas de sus debilidades. Asuntos como la excesiva dependencia del sector turístico o la falta de políticas decididas de innovación e industrialización no eran ni mucho menos desconocidos antes de marzo de 2020, pero la Covid-19 los ha puesto aún más en el foco.
La buena noticia es que empresarios y líderes políticos han tomado plena consciencia de la importancia de la digitalización para salir adelante. Es la hora de ahondar en esa vía, apostando por la innovación para ganar competitividad. Y los fondos europeos de recuperación pueden aportar un enorme músculo financiero.
La cuarta sesión de ‘Un país para’, la serie de El País que, en colaboración con Telefónica, analiza los retos de la sociedad española en el contexto de recuperación tras la Covid-19, se centró en la transformación del tejido productivo. El momento de crisis supone, paradójicamente, una gran oportunidad, pero aprovecharla exige un diagnóstico certero de la situación. En eso se centró ‘Un país para transformar’.
¿En qué punto estamos? Si hablamos de empresas, para David del Val, director de Innovación Estratégica de Telefónica, no tiene sentido plantear una disyuntiva entre lo urgente -la cuenta de resultados, en muchos casos en una situación muy complicada- y lo importante, apostar por la digitalización y la innovación. “En un mundo de cambios contantes, lo más importante es la transformación. ¿Qué puede haber más urgente que invertir en tu competitividad?”, preguntó.
Una de las lecciones aprendidas de esta pandemia, explicó Del Val, es que “las empresas más tecnificadas han tenido un mejor rendimiento”. De ahí, que ahora haya una mejor disposición de los directivos a la digitalización y la innovación; “además, muchas veces el problema es algo tan simple como el miedo a cambiar, y se ha mitigado mucho porque en la primavera pasada todas las empresas tuvieron que cambiar muchas cosas, y en líneas generales no les fue mal”.
Pero el cambio de la mentalidad y de la disposición del sector privado respecto a la digitalización puede quedarse en meras intenciones sin la financiación necesaria. Por eso en ‘Un país para transformar’ se habló mucho de los Fondos Europeos de Recuperación, el bazuca de 750.000 millones de euros, entre créditos y ayudas a fondo perdido, con el que la Unión Europea ha reaccionado a la crisis. Esos fondos europeos han de destinarse a dos grandes áreas: la sostenibilidad medioambiental y la digitalización. Y aunque la sesión se centró en la tecnificación, ambos aspectos están muy relacionados. “La transformación digital es en el fondo un cambio de la forma de trabajar y de actitudes; por eso es clave que en el proceso de inversión se tengan en cuenta los aspectos de sostenibilidad”, dijo Rebeca Minguela, fundadora y CEO de Clarity AI, una ‘startup’ que mediante ‘big data’ y algoritmos calcula el impacto social de inversiones y organizaciones.
Para Xavier Ferrás, profesor de Operaciones, Innovación y Data Sciences en la escuela de Negocios ESADE, España no está solo ante una gran oportunidad; es también la última. “El mundo está entrando una competición tecnológica de altísima intensidad, y Europa porque se está quedando atrás. Hay una carrera entre Estados y Unidos y China, y en ella cualquier empresa europea resulta insignificante. Por eso la UE, de manera muy inteligente, ha reaccionado con estos fondos inmensos. No se trata de generosidad, sino de poder competir al nivel de Estados Unidos y China”, afirmó el experto.
La geopolítica también juega aquí su papel, explicó Ferrás. Frente al modelo chino, “que está creando un Estado Big Data”, y el estadounidense, “que genera muchas desigualdades”, en Europa ha emergido el modelo de industria 4.0 , “y hacia allí debería ir España, especialmente si se trata de energías limpias”, consideró. La creación de clústeres en áreas como la microelectrónica, la biología sintética o la robótica avanzada “genera externalidades positivas en todo el tejido económico y empleo sano y estable, por lo que resulta un elemento clave para el futuro del Estado de Bienestar”, explicó el profesor, convencido de que “las políticas de I+D de hoy sustentarán el Estado de Bienestar de mañana. Por eso los políticos tienen que ser conscientes del cambio de percepción social y activar estas inversiones, aunque no les den votos a corto plazo”
La oportunidad de avanzar en ese camino es “espectacular”, resumió Del Val, pero ¿por dónde empezar? En su opinión, el primer paso sería invertir en las infraestructuras tecnológicas, como el despliegue de la red 5G y del ‘edge computing’, es decir, la infraestructura informática que permite procesar los datos más cerca de donde se producen, sin recurrir a la computación en la nube o a un data center, lo que mejora los tiempos de respuesta y aumenta la disponibilidad del ancho de banda.
Estas infraestructuras, argumentó Del Val, son “las básicas para desarrollar todo lo demás, como la teleeducación, la telesalud y por supuesto, la digitalización de las pymes. Además, tendrían un enorme efecto en la competitividad de la industria europea”. ¿Tal vez sea demasiado tarde? “Por supuesto que podemos ser una potencia industrial. No estamos a tiempo de crear una red social que compita con Facebook”, aseguró el directivo. “pero sí de encontrar en la industria soluciones reales para problemas reales”.
Puedes seguir a EL PAÍS TECNOLOGÍA RETINA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.