Estas ventanas son de todos
Un paseo por la historia de Windows, el sistema que tomó su nombre de las ventanas que inventaron otros
No fue Windows ni tampoco los sistemas de Macintosh: el primer programa en usar algo parecido a una interfaz gráfica fue el Sketch Pad, en 1966, para un mastodonte de los ordenadores, el TX-2. Para los de tamaño doméstico, el mito fundador es el Xerox Star de 1981, que incorporaba una metáfora de escritorio parecida a la que conocemos hoy, con sus documentos, carpetas y unos archivadores que las agrupaban.
¿Cuándo aparecen Steve Jobs y Bill Gates en esta historia? En 1979 una delegación visita el Xerox PARC en Palo Alto (California) —Apple pensaba invertir en Xerox— y cogen prestada la idea de la interfaz gráfica y el ratón. En enero de 1983, rondando un precio de unos astronómicos 10.000 dólares, nace su Lisa, con fantásticas ventanas que pueden desplazarse y la posibilidad de introducir información haciendo clic en un punto de la pantalla. Y, como por ensalmo, ese mismo año Bill Gates anuncia que él también creará un sistema operativo visual para Microsoft. Dos años tardará en llegar Microsoft 1.0 al mercado.
Tanta inspiración basada en el talento ajeno provocó que todos estos grandes de la informática anduviesen a la gresca en los tribunales. Apple demandó a Windows y Hewlett Packard por usar un sistema operativo que usaba la metáfora de escritorio. Xerox se las tenía guardadas a Apple y pleitea.
Windows 95 y 98 no evitaron que los programas tardaran en cargarse, pero innovaron en picaresca. Incluían una pequeña treta para vencer la frustración: los sonidos para todo.
Todos perdieron. Solo Apple obtuvo un pequeño premio de consolación: el icono de la papelera y de sus carpetas quedaría protegido contra los copiones de Hewlett Packard. Por lo demás, la metáfora de escritorio era ya de dominio público.
Los pocos usuarios que recuerden bien las versiones 1 y 2 de Windows (presentada en 1987) confesarán el alivio que les supuso dejar de teclear aburridos y antiintuitivos comandos en MS-DOS —aquellos mortecinos monitores de fósforo verde— para desplazarse y hacer clic entre las ventanas, que a partir de la versión 2 hasta se pueden superponer. Con este sistema operativo nace también el panel de control. Son los tiempos en los que los procesadores más frecuentes son los 286 y 386 de Intel, que adoptan IBM y su plétora de imitadores.
"Windows 1 y 2 son poco más que un sistema de archivos", apunta Guillermo Jiménez Díaz, profesor de Informática de la Universidad Complutense y especialista en interfaces. "Hasta el Windows 3.1 [lanzado en 1992] no podemos hablar de verdad de un sistema operativo", precisa.
Windows 3 ya permite ejecutar varios programas a la vez. Abre tímidamente la puerta a los archivos multimedia y trae juegos, aunque de una sobriedad medieval vistos a los ojos de 2015. Son el Solitario, Corazones y el famoso buscaminas, que —atención, oficinistas con sentimiento de culpa— no era sin más una distracción: "El buscaminas es una herramienta para que para enseñar al usuario a manejar el ratón con precisión. Te pide que pulses sus botones izquierdo y derecho". El ratón es un invento de los sesenta, pero en los años ochenta se extiende a los usuarios domésticos. "Es lo que técnicamente denominamos un dispositivo apuntador. Para nosotros y aún más para las nuevas generaciones, hacía cosas obvias, pero hace treinta años no era tan intuitivo eso de los clics, arrastrar objetos en una pantalla, o hacer scroll", ilustra el investigador.
Las diferentes versiones de Windows 3 vendieron más de 10 millones de copias en los primeros dos años. El éxito comercial anima a presentar, solo tres años después, un nuevo sistema, el Windows 95, mucho más amigable, como su sucesor, el 98. El escritorio permite ya la personalización, poner las imágenes del usuario. "Rompe con la estética de 'máquina' de las anteriores versiones", describe Jiménez Díaz.
Solo Apple obtuvo premio de consolación tras litigar en los tribunales: el icono de la papelera y de sus carpetas quedaría protegido contra los copiones de la competencia
Para un experto en interfaces, de todos modos, la estabilidad está siempre por encima de la estética. "Toda nueva interfaz representa una lucha contra la frustración del usuario". Esto es, evitar que los programas tarden en abrirse (o demasiado poco en cerrarse, sobre todo si el usuario no quiere que se cierren) y que los ordenadores se cuelguen.
Windows 95 y 98 no evitaron estos problemas, pero innovaron en picaresca. Incluían una pequeña treta para vencer la frustración: "Los sonidos, todo tipo de sonidos. a cualquiera que los recuerde le vendrá a la mente que para todo había un sonido asociado: cuando se arrancaba, cuando se finaliza, al pulsar... pues no era algo casual: pretendían distraer al usuario para que no se diera cuenta de que había un retraso. Con esos sonidos se ocultaban", explica Jiménez Díaz.
En las versiones posteriores, los sonidos distractores han dado paso a los iconos hipnóticos: el sencillo reloj de arena que giraba ha pasado el testigo a las ruedas que giran, pero no tanto para disimular la tardanza en que tarda en hacerse algo, "sino para que a los usuarios nos vendan como una tarea difícil algo que supone apenas un mero filtrado de datos", una nimiedad para el ordenador. "Nos sorprende —bromea el investigador— que el ordenador tarde tan poco en hacer la tarea, y te dices: 'qué equipo tan potente tengo".
La histeria por el efecto 2000, el supuesto armagedón de la informática con el cambio de milenio, no pasó de un pequeño susto con el que más de un servicio técnico se forró. Para Windows y su Millenium (abreviado ME y presentado en 2000) aquel año fue un desastre. Jiménez Díaz confiesa: "pasé de puntillas por él, me quedé en Windows 2000 durante bastante tiempo. Millenium estaba cargado de errores: programas que dejaban de funcionar, las ventanas con el icono rojo, muchos problemas de estabilidad".
Para apañar el entuerto, un año después sale al mercado Windows XP. Ha crecido la preocupación por la seguridad y ya permite actualizarse online. Internet empieza a universalizarse entre los usuarios del sistema operativo más popular a este lado del Atlántico. "Las actualizaciones te daban tranquilidad, aunque muchas veces no se trataba más que de parchear errores del sistema y te ralentizaban el equipo", recuerda el investigador.
¿Y la apariencia del escritorio, en qué ha mejorado en estos años? "Desde el punto visual [XP] no es mucho mejor. Digamos que es una transición cómoda. Encontramos algunos cambios en los iconos y eso, a muchos usuarios, les asusta. Digamos que fue un salto suave", apunta el investigador. En esta época nacen las sombras de las ventanas y la tendencia al llamado skewmorfismo, jerga de los diseñadores de interfaces que equivale a una pasión por el realismo: los objetos sobre la pantalla tienen sombras, brillos, relieves, biseles y unas texturas que son reales. Si un programa es una agenda, lucirá como si en lugar de vidrio tuviéramos ante nosotros cuero.
En el tiempo transcurrido desde 1985 se ha conseguido algo aparentemente tan sencillo como redimensionar la ventana y recolocarla dinámicamente. Es decir, que muestre su contenido incluso cuando se está moviendo.
El traspiés de Vista
La inestabilidad vuelve a jugar una mala pasada a Windows y sus usuarios con Vista, una de las mayores pesadillas en la historia de la compañía. El barroquismo de las imágenes en pantalla no estaban a la altura de las prestaciones de los equipos o, más bien, de la arquitectura del sistema operativo. "Tu equipo tardaba más en ponerlo todo bonito que en hacer cualquier cosa", aclara con eficacia Guillermo Jiménez. "Recuerdo que mucha gente desactivaba, por ejemplo, la función de las transparencias... Personalmente, yo me bajé [volví] a XP. Menos mal que 7 [Windows 7, presentado en 2009] supuso un cambio tras el disgusto, fue como un Vista bien hecho, con transparencias, pero estable". Arregló, además, una pega anterior, —recordemos lo conservadores que son los usuarios con eso de cambiarles las cosas de sitio—: "Para acceder al escritorio había que pulsar en un cuadrado blanco que aparecía en la barra de abajo, que se movía conforme de activaban otros programas. Era complicado de localizar y Windows 7 incorporó un rectángulo negro en la esquina derecha. Ahora, es más accesible y sé dónde está".
Con Windows 8, ya en 2012, la compañía se arriesga con un salto mortal hacia el mundo de lo táctil. Microsoft quiere un sistema que sea utilizable en ordenadores pero también en tabletas. Sacrifica el skewmorphismo y apuesta por el flat design, el diseño plano, y los candid colors, los tonos chillones y también planos. "Por una vez una tendencia de Microsoft se adelanta a Apple. A veces el skewmorphismo provocaba un efecto contrario al que pretendía: te sientes más tranquilo porque tú ya conoces una agenda de papel, pero para los más jóvenes ocurre lo contrario, se dicen ¡esto no es un ordenador! Si lo ves, son modas."
La que ahora parece imponerse, para el profesor Jiménez Díaz, es el término medio, el material design de los productos de Google. "Tenemos hojas de papel plana y distintos niveles, que podemos cortar, manipular, tenemos cosas planes. Lo podemos ver en cualquiera de las interfaces de Google en el móvil (una de calendario, todo es plano, pero tienes un botón abajo a la derecha con una pequeña sombra)".
Windows 8 te cambia las reglas del juego y desconcierta al usuario. Tiene el aspecto de una tableta pero hay que manejarla en el ordenador. Precisa de los usuarios que hagan gestos de la tableta con su ratón (el swipe, o gesto para desplazar a un lado una página o una foto, por ejemplo), y elimina el salvífico start button (que venía desde el 95) que es el punto de inicio para comunicarse con el sistema. "La gente se indignó y, de hecho, tuvieron que integrarlo de nuevo en posteriores versiones", apunta el investigador, hasta el punto de que en Windows 10 vuelve a incorporarlo. Por no renunciar del todo, la nueva versión que se estrena en unas horas mantiene los menús de Windows 8. Un paso adelante y otro atrás para que la historia continúe.
La interfaz del futuro será así
Realidad virtual, realidad aumentada y los sistemas asistidos por voz. En estos tres conceptos se resume el futuro de muchas interfaces para el profesor Guillermo Jiménez Díaz, aunque cada una de ellas en diferente medida: "Sé que ahora mismo hay mucho trabajo en realidad virtual y realidad aumentada, pero yo apuesto claramente por la segunda, porque no necesita un dispositivo específico, como los cascos, sino que basta con una aplicación descargada en nuestro móvil, por ejemplo, que aprovecha la pantalla y cámara, lo que ya tiene el usuario.
Los interfaces por voz, como el nuevo Cortana, una gran novedad de Windows 10. Si cada vez se escribe menos en WhatsApp en favor de los dictados de voz, ¿por qué no aplicar el cuento a los sistemas operativos?
Sea como sea, la interfaz del futuro tendrá que intentar que para la gente "sea intuititva, que podamos hablarles a los ordenadores y evitar el salto con el usuario", determina Jiménez Díaz. "Cuando empezamos con los teléfonos móviles tuvimos que aprender a hacer gestos, pero una vez aprendidos, se dan por supuestos. He visto a niños que hacen los gestos para intentar agrandar una imagen con los dedos sobre una foto en un periódico de papel".
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