Así se preserva el océano sin cambiar la dieta

En el Día Mundial de los Océanos, se suceden las iniciativas para preservarlos y para perpetuar a sus ‘habitantes’. Garantizar la alimentación de calidad en el futuro, también es un aliado natural en la salud marina y, por tanto, planetaria. Así complementa la acuicultura española las capturas responsables y contribuye a beneficiar los ecosistemas salados… y fluviales

La acuicultura española es la más avanzada de Europa, tanto en producción (líder, con más de 327.300 toneladas en 2021, la mayoría consumidas en el país), como en investigación.
La acuicultura española es la más avanzada de Europa, tanto en producción (líder, con más de 327.300 toneladas en 2021, la mayoría consumidas en el país), como en investigación.

Hoy es el Día Mundial de los Océanos. Y en cierto modo, también el día de la Madre. Tiene sentido que una especie terrestre como la nuestra le llame “madre” a la Tierra. Pero con la misma propiedad podría llamar madre al mar, a esa enorme masa acuática (el 70% del planeta) que fue la matriz de nuestra existencia.

Y que lo sigue siendo. Según la Organización de las Naciones Unidas, alberga del 50% al 80% de la vida global. Con permiso de la Amazonia, es el gran pulmón con el que respiramos al generar la mitad de todo el oxígeno planetario ⎯gracias sobre todo a las modestas, casi desconocidas y sin embargo estratégicas microalgas⎯. Captura casi el 30% del dióxido de carbono (CO₂) y así actúa contra el aumento de las temperaturas. Mediante el eterno ciclo del agua, sostiene ese pequeño porcentaje, apenas el 4%, de recurso hídrico dulce. Desde su superficie a las corrientes profundas regula de tal manera el clima que sin él la Tierra no sería la (templada) Tierra.

Y por si fuera poco, representa una despensa clave para la disponibilidad alimentaria. Por eso la ONU llama a “trabajar juntos para crear un nuevo equilibrio que no agote todo lo que nos ofrece, sino que restaure su vitalidad”. La organización advierte de que, pasado mañana, en 2050, la civilización humana necesitará un 50% más de alimento, cuando hoy los recursos agrícolas y ganaderos ya están apurando sus límites.

Solo en España, esta actividad genera 14.000 puestos de trabajo directos y 40.000 indirectos, de acuerdo con el Instituto Español de Oceanografía (IEO).
Solo en España, esta actividad genera 14.000 puestos de trabajo directos y 40.000 indirectos, de acuerdo con el Instituto Español de Oceanografía (IEO).

Gran labor desde la mesa

Lo que quizá no todos los humanos saben es que, más allá de su activismo personal, pueden contribuir a esa restauración de la vida marina sentados plácidamente alrededor de una mesa. La conexión entre el rito social de la gastronomía y la sostenibilidad planetaria es la acuicultura responsable, en particular la española, por ser la más avanzada de Europa tanto en producción ⎯líder con más de 327.300 toneladas en 2021, la mayoría consumidas en el país⎯ como en innovación, y por lo tanto la más capaz en su respuesta a la llamada de la ONU.

Con ese sencillo gesto, ese ciudadano respalda la sostenibilidad no solo medioambiental sino socioeconómica de “una actividad que provee para el consumo especies acuáticas animales y vegetales que permiten seguir comiendo pescado y algas sin forzar los límites de los ecosistemas para proteger la vida en mares y ríos”, explica Garazi Rodríguez Valle, bióloga y responsable de los planes de producción y comercialización de Apromar (Asociación Empresarial de Acuicultura de España).

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) coincide en este diagnóstico cuando atribuye a la acuicultura un papel decisivo en el futuro de la alimentación y la lucha contra el hambre, mientras que para la Unión Europea forma parte de la economía azul engranada en la economía verde.

El agua que se utiliza en acuicultura se devuelve en la misma proporción a mares y ríos, y en mejores condiciones porque se depura mediante biofiltros. En la imagen, instalaciones de acuicultura en Galicia.
El agua que se utiliza en acuicultura se devuelve en la misma proporción a mares y ríos, y en mejores condiciones porque se depura mediante biofiltros. En la imagen, instalaciones de acuicultura en Galicia. APROMAR

Es más, se alinea con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): además del evidente de la seguridad alimentaria con alimentos sostenibles, también el cuidado de los océanos y las fuentes hídricas, la protección de la biodiversidad y la vida submarina, la producción y el consumo responsables, el trabajo decente y el crecimiento económico. Solo en España genera 14.000 puestos de trabajo directos y 40.000 indirectos, de acuerdo con el Instituto Español de Oceanografía (IEO).

Una actividad que apenas consume agua

Cuando un comensal comparte con su familia, sus amigos o sus compañeros de trabajo un saludable menú mediterráneo a base de atún rojo cultivado en Murcia ⎯con un contenido en omega 3 superior al de los ejemplares salvajes, según estudios de Apromar y el IEO⎯, un rodaballo de un vivero gallego o una dorada de uno levantino, puede aumentar el placer gastronómico con la conciencia de su contribución ecológica.

Por ejemplo, si le consta que la acuicultura española minimiza el impacto respecto a otras fuentes de alimentos como las terrestres. En contra de una creencia popular seguramente distorsionada, la actividad apenas consume agua “y la que utiliza se devuelve en la misma proporción, y en mejores condiciones porque se depura mediante biofiltros”, apunta Rodríguez Valle. “Es una solución para la alimentación a largo plazo que puede responder a posibles sequías futuras”.

La acuicultura provee especies acuáticas animales y vegetales imprescindibles para seguir comiendo pescado sin forzar los límites de los ecosistemas, manteniendo las cuotas de pesca establecidas para proteger la vida en mares y ríos
Garazi Rodríguez Valle, bióloga de Apromar (Asociación Empresarial de Acuicultura de España)

Además de este ejemplo de economía circular, la experta explica que las emisiones del sector español destacan entre las menores de toda la industria agroalimentaria y ganadera. Y se trabaja actualmente en analizar cada parte del proceso en un proyecto compartido con el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) para, posteriormente, establecer medidas de reducción aún mayor. Un ejemplo: el equivalente a un kilo de lubina no llega a 3 Kg de CO₂ mientras que uno de ternera supera los 29 kg.

“Somos un sector muy innovador ⎯continúa la bióloga⎯ que mejora la eficiencia energética de sus procesos, mide cada paso para hacerlo más sostenible y trabaja constantemente en I+D+i para avanzar en la implantación de nuevas tecnologías. Cada granja lleva asociado un Plan de Vigilancia Ambiental que asegura el cumplimiento de los más estrictos requisitos ambientales”.

La despensa de las aves

Añadamos otros escenarios que desmienten clichés y aumentan el conocimiento del consumidor responsable: según el IEO, la acuicultura asentada en el litoral español proporciona zonas de alimentación a numerosas aves marinas, muchas de ellas protegidas, y diferentes estudios científicos demuestran que las instalaciones ubicadas en el entorno de Doñana benefician su diversidad. Quizá pocos de los comensales reunidos en torno a esos ejemplares mediterráneos ⎯o atlánticos⎯ saben que proceden de viveros situados cerca o dentro de espacios naturales protegidos por la Red Natura 2.000, precisamente por su contribución a recuperar los ecosistemas marinos gracias, entre otros factores, a la purificación del agua.

Dicho de otra forma, el sector español de la acuicultura está estrictamente regulado por las normativas locales y europeas, que permiten a cualquier consumidor conocer el origen, el trayecto y los detalles sobre la alimentación de cada ejemplar, “es en sí mismo una garantía de calidad medioambiental simplemente porque no se puede producir en áreas contaminadas sean marinas o fluviales, de ahí, además, su alta calidad nutricional”, explica el IRTA.

El sector puede funcionar incluso como reservorio de vida. Pongamos que un consumidor elige un esturión cultivado en las prístinas instalaciones fluviales de Aragón o La Rioja: gracias a la acuicultura, ese pescado no solo puede llegar hasta su mesa, sino evitar el peligro de extinción.


Archivado En