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Casa Maná, el primer hogar en España para jóvenes con conducta suicida

16 profesionales atenderán la recuperación de personas de entre 18 y 30 años que hayan atravesado una crisis suicida o se encuentran en riesgo alto

Casa Maná
Eleonora Giovio

En 2024, según los últimos datos disponibles y todavía provisionales, se suicidaron en España 3.846 personas. Para el desglose por franjas de edad hay que buscar las cifras de 2023, año en el que fallecieron por suicidio 4.116 personas, el 5% (203) tenía entre 12 y 24 años y el 15% (622) entre 25 y 39. Un informe publicado la semana pasada, Infancia, Adolescencia y Bienestar Digital, y elaborado por Unicef junto al Ministerio para la Transformación Digital, Red.es, la Universidad de Santiago de Compostela y el Consejo de Colegios de Ingeniería Informática, aporta más datos sobre jóvenes: un 7,4% de los estudiantes de entre 12 y 20 años presenta un riesgo suicida elevado y el 6,5% ha intentado quitarse la vida.

En España el suicidio ha sido durante muchos años un tema tabú, los medios de comunicación lo están empezando a romper y a hablar de ello de forma responsable porque es una realidad de la sociedad que ya no se puede obviar. Y cuanto antes se aborde, antes se podrá hacer frente a ella.

Lo resume así Blanca Arregui, psicóloga infantil en la Fundación Acrescere y directora del que a partir de este lunes 17 será el primer hogar en España para jóvenes, de entre 18 y 30 años, con conducta suicida o que hayan tenido un intento de suicidio. Podrá acoger de 18 a 20 personas. “En Acrescere uno de nuestros objetivos es atender a la infancia y a la juventud en situación grave y en situación de riesgo y protegerles. El suicidio, que durante mucho tiempo ha sido un tema tabú, es ahora una situación de la que hay que protegerles. Desde el teléfono de la esperanza nos compartieron que hay familias que están muy asustadas cuando un joven o un adolescente tiene un intento de suicidio, pasa por hospital y le mandan a casa. Piensan: ‘si no fuimos capaces de ver venir lo que les estaba pasando, cómo hacemos ahora sabiendo, además, que hay muchísimas probabilidades de reincidencia, de volver a tener un segundo intento en los primeros meses’. Pensamos en eso y en cómo facilitar una transición en la que ellos se sientan seguros. De ahí la idea de Casa Maná”, explica.

Detalla que es un proyecto pionero en España, ya que la única atención que hay para personas que hayan tenido conducta suicida o intentos autolíticos “es únicamente hospitalaria”. A este hogar, llamado Casa Maná, se accede de forma voluntaria y tras una entrevista con dos psicólogas que harán un seguimiento posterior con sesiones individuales y de grupo. Hay una huerta de la que cuidar, itinerarios terapéuticos y actividades manuales y creativas. Para los adolescentes de entre 14 y 18 años está prevista la opción de acudir como si fuera un centro de día.

El suicidio es, según la Organización Mundial de la Salud, un problema de salud pública que no depende de una sola causa, sino en el que influyen múltiples factores: sociales, culturales, biológicos, psicológicos y ambientales. La persona que se suicida no quiere acabar con su vida, sino con el sufrimiento que padece. Un reciente estudio publicado en septiembre en Frontiers in Psychiatry y titulado Beyond risk: rethinking hospitalization for suicidal individuals [Más allá del riesgo: repensar la hospitalización de personas con ideación suicida] cuestiona la práctica habitual de hospitalizar a personas con ideación suicida basándose únicamente en la evaluación del riesgo.

Señala que este enfoque puede ser contraproducente y no siempre reduce la mortalidad por suicidio. “Las predicciones de riesgo son poco fiables: la mayoría de las personas clasificadas como ‘alto riesgo’ no se suicidan, y muchos suicidios ocurren en personas consideradas ‘bajo riesgo”, dice. Y subraya que la hospitalización puede generar efectos adversos, como pérdida de autonomía, estigmatización y aumento del sufrimiento y también deteriorar la confianza entre paciente y profesional, dificultando la continuidad del tratamiento y la búsqueda de ayuda futura. Sugiere un cambio de paradigma en el que se pase de un modelo centrado en el riego a otro basado en la colaboración, autonomía y el apoyo comunitario y propone, como alternativas a la hospitalización: intervenciones ambulatorias intensivas, redes de apoyo social y familiar o programas que prioricen la esperanza y el sentido de vida.

Estas dos últimas son, en opinión de Jennifer Humanes, cofundadora del proyecto, lo que busca ofrecer Casa Maná. Humanes lleva muchos años siendo voluntaria en temas de prevención del suicidio, es presidenta de Alianza para la Prevención del Suicidio y fue además portavoz de la iniciativa Hagamos un Plan, que pedía un plan nacional de prevención del suicidio.

“Ahora mismo en España la atención sanitaria que hay para casos de conducta suicida es hospitalaria. No hay nada que te dé la posibilidad de poder recuperarte en un entorno que no sea hospitalario, en un entorno que sea en plena naturaleza y en el que te ofrezcan un enfoque menos coercitivo, más humanista, en el que te puedan ofrecer distintas vías de recuperación. Esto es Casa Maná”, cuenta. Acrescere, según detalla, puede llegar a becar a un joven “en situación compleja hasta un 80%, por lo que el coste diario sería unos 18 euros”.

Casa Maná está situada en Colmenar de Oreja, en el sur de Madrid y no muy lejos de Aranjuez, en un lugar perdido en medio de la naturaleza, tranquilo y silencioso. Está rodeado de verde, se escucha el piar de los pájaros. Hay 30 habitaciones, salas de estar, rincones para la lectura, un comedor, la cocina. Aquí trabajarán un total de 16 personas (11 profesionales y cinco personas más llamadas itinerantes). Entre los profesionales hay dos psicólogas que son las encargadas de hacer las entrevistas previas para averiguar la situación de cada joven solicitante; además, hay trabajadoras sociales y voluntarias.

Verónica Fernández y Elena Rodríguez del Río son las dos psicólogas que atenderán a los jóvenes en el hogar y las que están realizando las entrevistas previas para evaluar la situación de cada uno. “Valoramos, por un lado, el riesgo de suicidio, y por otro si la persona estaría cómoda en la casa porque puede haber casos un poco más complejos que se escapan de los recursos. Y no queremos que vengan aquí y se sientan mal o enclaustrados. Este proyecto es voluntario, la idea es que sea la propia persona, no su entorno, la que decida por su propio pie venir aquí y es importante que sepa que se puede ir cuando quiera, siempre y cuando nos lo comunique” explica Fernández. Y añade su compañera Rodríguez del Río: “El objetivo de este proyecto destinado a quienes hayan tenido un intento de suicidio es que puedan venir aquí a recuperarse y a mantener más la autonomía. La idea es que se sientan libres y que sepan que van a tener libertad: si no les apetece un día participar en la actividad terapéutica que tengamos, no pasa nada, se pueden quedar reposando”.

En la casa hay también dos sobrevivientes de suicidio. “Creemos que es un gran apoyo, además de la terapia con las profesionales, tener de referencia a alguien que ha pasado por lo mismo y ha conseguido salir y reconstruirse”, concluye Humanes.

Si necesita ayuda, tiene pensamientos o ideaciones suicidas puede llamar al 024; al teléfono de la Esperanza (717 003 717) o escribir por WhatsApp al 666 640 665. También ofrece asistencia la Fundación ANAR (900 20 20 10).

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.
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