¿Qué es el duelo genético en un proceso de ovodonación? “Cada vez que veo a un bebé miro a su padre y a su madre para ver a quién se parece”
Para las mujeres receptoras de esta técnica de reproducción asistida, renunciar a su ADN puede resultar doloroso y requerir tiempo hasta la aceptación
Han pasado 36 años desde el primer nacimiento por ovodonación en España. Fue en 1988, un parto gemelar en el Hospital Dexeus de Barcelona. En la actualidad, como explica en este reportaje la periodista de EL PAÍS Eleonora Giovio, ya más de la mitad de los tratamientos de reproducción asistida que se realizan son de ovodonación, técnica por la que una donante aporta el gameto femenino (ovocito) para ser fecundado e implantado en una receptora. Giovio ha hablado con cinco mujeres que se sometieron a ella y que cuentan en primera persona los restos y dificultades que se les presentaron a cada una.
Dudas, miedo, rechazo, tabú, presión social, carga emocional y sentimiento de culpabilidad son algunas consecuencias de un proceso que, para la mujer que se somete a una ovodonación es, además de físico, mental. A ellos se suma un concepto quizás menos conocido, el duelo genético, entendido como el proceso por el que pasa la mujer receptora del ovocito de la mujer donante al lidiar con la idea de que el hijo que gesta lleva la carga genética de otra persona. Es, en definitiva, una renuncia al ADN propio.
Según el testimonio de una de las mujeres participantes en el reportaje, que está embarazada de tres meses gracias al ovocito de una donante: “Cada vez que veo a un bebé, incluso en la calle, miro a su padre y a su madre para ver a quién se parece”.
El duelo genético depende mucho de cada persona y no todas las receptoras pasan por lo mismo: “Según pasa el tiempo te das cuenta de que es la única opción que te queda. Así que, todas tus dudas acaban en una tontería. En el momento en que me hicieron la trasferencia me olvidé de la genética”, relata otra de las mujeres entrevistadas por Giovio. En caso de rechazo, el proceso de asimilación puede durar semanas, meses, un año, o no desaparecer ni siquiera después del nacimiento del bebé. [Lee aquí el reportaje íntegro: Madres por ovodonación: dudas, culpa, tabús y duelo genético]
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