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El padre de Samuel Luiz: “Yo no estoy aquí para juzgar; no hay una, sino muchas familias destrozadas”

Max Luiz recuerda en el juicio contra la pandilla que asesinó a Samuel que una vez le preguntó a su hijo por su condición sexual y este le respondió: “Papá, aún no es el momento”

Maxsoud Luiz, padre Samuel, a su entrada este lunes a la Audiencia Provincial de A Coruña donde ha declarado como testigo.Foto: Cabalar/EFE

“Yo no estoy aquí para juzgar, que no me cuenten cuentos, que pague quien tenga que pagar... Aquí hay no una, sino muchas familias destrozadas. Yo lo que quiero es vivir, y vivir tranquilo. No quiero saber... quiero cuidar a la madre de Samuel. Las imágenes que salen están matando a la mujer de mi vida. Nadie entiende lo que es esto”. Maxsoud Luiz, de origen brasileño, llevaba viviendo en los alrededores de A Coruña con su esposa, Lolita Muñiz, desde que el hijo de ambos, Samuel, era un bebé. El padre de la víctima de un salvaje linchamiento nocturno en pleno centro de A Coruña el 3 de julio de 2021 se despidió la tarde del día 2 del joven de 24 años y ya no lo volvió a ver con vida. La siguiente imagen de su hijo fue en el hospital, a las seis de la madrugada, después de que una llamada telefónica rasgara para siempre la paz de aquella casa. Habían pedido que alguien de la familia acudiese a reconocer el cadáver. Samuel tenía la cabeza reventada a golpes. Loli, la madre, ya lo vio en el tanatorio.

El padre de Samuel Luiz Muñiz ha testificado en la octava sesión del juicio contra cinco miembros de la pandilla que acabó con la vida de su hijo y que ya eran mayores de edad en el momento de los hechos. Dos menores del grupo, ya condenados a tres años y medio de “reeducación”, declararon la semana pasada en la Audiencia de A Coruña, pero dijeron no recordar nada y evitaron señalar a ninguno de sus antiguos amigos. Todos están acusados de asesinato como coautores, y la pareja que buscó inicialmente la bronca, Diego Montaña y Katy Silva, se enfrenta también a la agravante de discriminación por orientación sexual de la víctima, a la que supuestamente llamaron maricón repetidas veces.

Fiel a lo que ha dicho las contadas veces que se han publicado sus declaraciones, Maxsoud Luiz, Max, que no ha parado de llorar desconsolado mientras ha testificado, ha rememorado que solo una vez en la vida le preguntó a su hijo si era homosexual. Estaban en el coche, un día por la mañana, y el padre empezó a tantearlo: “Samuel, yo veo cosas, soy tu padre, somos amigos, hablamos...”. Y el chico, que trabajaba como enfermero en la Residencia Padre Rubinos por las mañanas y aprovechaba las tardes para estudiar para protésico dental, zanjó rápidamente: “Papá, aún no es el momento”. Max, al que solo han hecho preguntas las acusaciones, ha asentido cuando la fiscal y la abogada de la familia le han planteado la posibilidad de que físicamente, en la ropa, en los gestos, en la voz, se le notase que era gay. “No solo por la vestimenta”, acabó contestando el progenitor, “más, por las cosas que encontré en mi casa, de las que no viene al caso hablar”.

Maxsoud, actualmente con incapacidad permanente para trabajar a causa de la muerte violenta de su hijo, es uno de los líderes espirituales de la Congregación Cristiana en España, un grupo evangélico originario de São Paulo. Allí, en el templo de A Coruña, también se formó y luego se convirtió en profesor de Biblia el propio Samuel, que un día sin embargo quiso distanciarse un poco: “papá, quiero ir por otro lado”, cuenta Max que le anunció. “Yo no lo presionaba”, ha asegurado esta mañana en la vista, tratando de sobreponerse al dolor y después de que la jueza presidenta del jurado popular le repitiese varias veces “tómese todo el tiempo que necesite, si quiere parar, paramos lo que haga falta”. “Mi hijo era único, en ninguna parte del mundo puedo encontrar uno igual”, ha clamado Max entre lágrimas. “Tuvo una educación en valores excelente y tenía un futuro. Nunca bebió, nunca se metió en peleas. Estudiaba en la iglesia conmigo, yo le enseñaba a ser buena gente y era un ejemplo para muchos. Era mi amigo fiel, teníamos muchísimas conversaciones. Yo le decía, ‘cuidado por dónde vas’, y él me respondía, ‘tranquilo, papá, yo no me meto en fregados”.

Kaio Amaral Silva, uno de los acusados del crimen de Samuel Luiz, durante el juicio, este lunes.
Kaio Amaral Silva, uno de los acusados del crimen de Samuel Luiz, durante el juicio, este lunes.Cabalar (EFE)

El objetivo de las acusaciones, al hacer pasar al padre por el doloroso trance del juicio, era dar a conocer a la víctima ante el tribunal del jurado, seis mujeres y tres varones, que se encargará de deliberar, a finales de noviembre, sobre la implicación de los acusados en el linchamiento del muchacho pacífico e indefenso. La madre de Samuel también estaba, inicialmente, en la lista de testigos, pero las acusaciones renunciaron para evitar más sufrimiento a la familia. La tarde en que se despidió para siempre de sus padres, Samuel le dijo a Lolita: “Ayer me lo pasé tan, tan bien que voy a salir otra vez”. Era el primer fin de semana de apertura del ocio nocturno en Galicia tras el confinamiento de la pandemia. Los locales podían abrir hasta las tres. Samuel abandonó con su amiga Lina el pub Andén, junto a la playa de Riazor, al filo de esa hora y en menos de seis minutos acabó abandonado en el asfalto con muerte cerebral.

“Mi hijo fue enseñado en un valor muy simple, el amor, no el odio. Lo que hicieron con mi hijo fue odio. Ni a un perro, ni a un animal, se le deja tirado en una cuneta, y ahí estaba mi hijo”, ha expresado sobreponiéndose continuamente a la emoción, este lunes, Maxsoud Luiz. “Yo siempre le aconsejaba que se apartase de la violencia, que saliese corriendo”, ha dicho, “vengo de una familia que por la violencia de género y la bebida se autodestruyó, y por eso enseñé a mi hijo en la no violencia... hasta que me lo quitaron”. El desgarro que acompañó en todo momento el relato del padre se reflejó también en las caras de consternación de la fiscal, la abogada de la familia e incluso en la única mujer acusada, Catherine, Katy, Silva. Max Luiz Dasilva ha llegado a reconocer que, a pesar de sus profundas convicciones religiosas, varias veces salió de casa decidido a suicidarse. “Me cambió toda la vida, me quitaron lo que más amaba, un brillo que había en nosotros. Nos lo quitaron todo. Cualquier padre, cuando pierde a un hijo, pierde el rumbo”.

“A lo mejor, sí”

Además del padre de Samuel, este lunes han testificado en la Audiencia de A Coruña tres testigos relacionados con la víctima y con algunos de los acusados. Una de ellos ha contado que era muy amiga de Samuel y que, casualmente, también era amiga de la madre de Kaio Amaral, uno de los procesados. Tres días después de los hechos, en una reunión en la cocina de la casa de este joven, el chico le aseguró que él solo se había metido en la pelea para separar, no para pegar, y en la misma charla señaló a otros compañeros que se sientan en el banquillo: Diego Montaña, Alejandro Freire, alias Yumba, y Katy Silva, de la que dijo que había impedido la ayuda a Samuel. También le contó que vio cómo “alguien” le dio el golpe definitivo “por la espalda” a la víctima de aquel linchamiento irracional, y que después de ese impacto Samuel se desplomó para siempre. Al mismo tiempo, aquel día Kaio Amaral le entregó a la testigo un mensaje exculpatorio y le pidió que lo difundiese en sus redes sociales. También se lo pidió, en aquellas primeras jornadas de investigación policial antes de las detenciones, al siguiente testigo que ha entrado en la sala. De los cinco acusados, tres cumplen prisión provisional desde entonces: Montaña, Freire (Yumba) y Amaral.

El principal acusado, Diego Montaña, junto a su abogado y los demás procesados y defensas.
El principal acusado, Diego Montaña, junto a su abogado y los demás procesados y defensas.M. Dylan (Europa Press)

El último testigo de la sesión ha sido un antiguo amigo de Yumba, un acusado al que buena parte de las declaraciones lo sitúan atenazando por el cuello a Samuel, realizando una llave conocida como mataleón, para que Diego Montaña se cebase a puñetazos con su víctima indefensa en el paseo marítimo. El joven ha descrito al jurado cómo Yumba, probablemente el acusado de familia más acomodada entre todos los que se sientan durante un mes en la Audiencia, cambió a su grupo de siempre por la nueva pandilla violenta. “Yo consideraba que eran un grupo agresivo, que había tenido disputas y peleas”, ha declarado, y ha dicho que la banda solía actuar “en grupo” y no de igual a igual, sino “contra una sola persona”. El testigo, no obstante, ha recordado que una vez un amigo suyo amaneció “con la cara llena de moratones”, y este le aseguró que “le había pegado Kaio” en solitario.

El testigo también ha comentado que una vez, su grupo, le desaconsejó a Yumba andar con esa nueva pandilla que se metía en líos y buscaba bronca. Coincidían todos en el mismo parque, y los antiguos amigos del acusado dejaron de ir para evitarlos. “El grupo le avisó reiteradas veces que no se juntara con ellos”, ha dicho, “Alejandro bebía alcohol y fumaba porros, pero empezó a consumir cocaína con su nuevo grupo”. Sobre la presunta discriminación por orientación sexual que (en el caso de Montaña y Silva) puede sumar tres más a los 22 años de prisión que la acusación pide por el asesinato, el testigo ha insistido en que “se sabía que eran personas altamente agresivas” capaces de pegar a cualquiera, “no por ser gay”. “Diego [Montaña] usaba siempre el insulto de ‘maricón’, pero no sé si era un simple insulto o si los odiaba”, ha añadido luego.

Tras el crimen, este testigo habló por redes sociales con dos de los acusados. Cuando le preguntó por WhatsApp por su posible implicación en la matanza, su entonces amigo Yumba “le quitó importancia”. En otra conversación, por Instagram, con Kaio Amaral, el testigo dijo que, en su opinión, no habían matado a Samuel por ser gay. Y el acusado le replicó: “A lo mejor, sí”.

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