_
_
_
_

Cambio de hora: así varía la luz solar en las distintas zonas de España según el modelo horario elegido

España lleva medio siglo moviendo las agujas de los relojes dos veces al año, como sucederá la madrugada de este domingo

Cambio de hora
El domingo 27 de octubre, aunque los relojes marquen las 3 de la mañana, la hora volverá a las 2, dando así comienzo al horario de invierno.Rolf Vennenbernd (Dpa/Picture Alliance/Getty)

España lleva 50 años consecutivos cambiando la hora en invierno y en verano. En 1974, durante la crisis del petróleo desatada por la guerra de Yom Kipur, el cambio garantizaba el ahorro energético. A más horas de luz despiertos, menor consumo de energía. También lo aplicaron Estados Unidos y algunos países de Europa. En 2001 entró en vigor una directiva europea de 1980 en la que se decidió la fecha en la que los países miembros debían realizar estos cambios: el último domingo de octubre para el horario de invierno, el último de marzo para el de verano. Ahorro o no, la historia de la hora sigue enfrentando a defensores y detractores. Ante la posibilidad de abandonar la alternancia después de 2026, cuando el BOE fijó el último cambio, la opción mejor valorada por los expertos del sueño es conservar el modelo de invierno, es decir, el huso horario GMT+1. Sin embargo, el que corresponde a España, con la excepción de las islas Canarias, es el GMT 0. Pero esto no fue siempre así.

En 1876, un irlandés llamado Sandford Fleming perdió el tren que lo llevaría de una costa a otra de Irlanda. El problema era que su billete decía las 5 p.m. y el horario correcto era las cinco de la madrugada. Entonces, Fleming ideó el sistema de 24 horas que conocemos en la actualidad. Además, agregó una modificación significativa: cada ciudad ya no fijaría su propia hora en función del sol, sino según el huso que le correspondiera. Este sistema no sería reconocido universalmente hasta 1884, cuando se organizó la Conferencia Internacional del Meridiano. Allí se decidió que el punto cero debía trazarse sobre el Observatorio de Greenwich, en Londres.

Por esta razón, elegir un horario u otro cambia de forma sustancial en un país con una geografía como España. “La extensión de los países es un problema y demuestra que el cambio de hora tiene una utilidad social”, explica José María Martín Olalla, profesor de física en la Universidad de Sevilla. “El horario no se percibe de la misma forma en Baleares que en Galicia”, argumenta. Para Olalla, el cambio de hora no es otra cosa que la adecuación de las sociedades modernas a la oscilación de la luz.

Siguiendo su ejemplo, si comparamos el extremo este de España (Palma de Mallorca) con el centro (Madrid) y el extremo oeste (Santiago de Compostela), así varían las horas a las que amanece y anochece en las distintas zonas, en los 12 meses del año, según el horario que se elija:

Los horarios de invierno y de verano tienen tres momentos fundamentales, dos teóricos y uno práctico. Los ensayos del político estadounidense Benjamin Franklin y del filósofo inglés William Willett en 1784 y 1907, respectivamente, y la I Guerra Mundial. Franklin esgrimió, en un periódico parisino, un argumento estrictamente económico en el que se horrorizaba del gasto innecesario que los parisinos hacían en velas y sebo. “Un gasto inmenso que la ciudad de París podría ahorrarse cada año si utilizase la luz del sol”, espetó el estadounidense. El texto de Willett tiene otro enfoque: “Cuando llegue a sus 28 años, un hombre habrá ganado un año entero de luz diurna”, escribió, preocupado por el desperdicio que se hacía del día en su Inglaterra natal.

Pero han sido siempre las guerras las que marcaron el rumbo de la historia (por lo menos en lo que al tiempo respecta). El 30 de abril de 1916, con el fin de ahorrar carbón, el káiser Guillermo II de Alemania adelantó los relojes una hora. A la medida se sumaron decenas de países, incluido España. Cuando terminó la contienda, salvo los británicos, todos los Estados fueron abandonando este régimen. Hasta la II Guerra Mundial, cuando Hitler volvió a mover las agujas y con él la Francia de Vichy y la Italia de Mussolini. También lo hizo Franco en España, una decisión que ha desplazado a la Península y a las islas a un huso horario que no es el que les corresponde.

Lo que para Olalla está claro es que cambiar la hora “no es una ocurrencia, está de acuerdo con la fisiología humana”. Muy distinta es la razón que den las autoridades para hacerlo. El debate de si es mejor conservar o dejar la alternancia, sin embargo, todavía divide aguas. Willett, en su ensayo, había sugerido que el cambio no sea tan drástico. En vez de adelantar o retrasar los relojes una hora, el filósofo inglés sugería hacerlo en espacios de 20 minutos durante cuatro domingos consecutivos. Para el profesor de la Universidad de Sevilla, eso tiene sentido en una dimensión personal. De hecho, dice, sería lo ideal. “Pero hacerlo a una escala social sería un incordio”, concluye.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_