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El sacerdote detenido por agresiones sexuales denunció que su pareja en Melilla le había robado material informático

El detenido, ya en prisión, puso la denuncia apenas unos días antes de ser detenido por la Policía Nacional acusado de cuatro violaciones bajo sumisión química y cinco delitos contra la intimidad

Vista de la localidad de Yunquera, donde oficiaba misa el sacerdote malagueño de 34 años de este municipio que ha sido detenido por presuntamente agredir sexualmente a al menos cuatro mujeres a las que sedaba y grababa.
Vista de la localidad de Yunquera, donde oficiaba misa el sacerdote malagueño de 34 años de este municipio que ha sido detenido por presuntamente agredir sexualmente a al menos cuatro mujeres a las que sedaba y grababa.Daniel Pérez (EFE)

El sacerdote de 34 años acusado de cuatro violaciones bajo sumisión química y cinco delitos contra la intimidad denunció a su pareja días antes de ser arrestado por la Policía Nacional. A principios del mes de septiembre, Francisco J. C. acudió a la comisaría del municipio en el que residía, Vélez-Málaga, para contar que una mujer con la que había mantenido una relación en Melilla meses antes le había robado en su domicilio material informático y 3.000 euros en metálico. Para los investigadores no fue más que la confirmación de que el disco duro en el que se encontraron las agresiones sexuales era de su propiedad. Acabaron arrestándolo apenas unos días después, en la madrugada del 10 al 11 de septiembre, justo horas después de ofrecer la misa del domingo en la localidad de El Burgo, una de los que tenía asignados en la provincia malagueña. La Diócesis de Málaga ha borrado todas las informaciones relativas a este sacerdote que había en su web.

El cura, que es hijo de una monja clarisa, fue ordenado en junio de 2017. Es justo el primer año del que hay imágenes de contenido sexual que él mismo tomó —tanto fotografías como vídeos— mientras realizaba “todo tipo de prácticas” sexuales con sus víctimas, según fuentes policiales, que subrayan que también hay archivos de 2018 y 2019, pero que no descartan que haya anteriores y posteriores a esas fechas puesto que aún deben analizar muchas imágenes.

Con las ya examinadas consiguieron identificar a cinco mujeres, todas del circulo de amistades del sacerdote a raíz de distintos encuentros y campamentos religiosos. Viajaba con ellas y otros amigos y aprovechaba para sedarlas con una fuerte sustancia que las dejaba totalmente inconscientes a merced del sacerdote. Cuando los agentes las citaron en comisaría “no tenían ni la más remota idea de lo que les había sucedido”, según fuentes del caso. Solo recordaban las fechas y los lugares donde se habían ido de viaje en el grupo de amistades, pero no las violaciones que habían sufrido. Quedaron en shock.

Francisco J. C. guardaba esas imágenes en un disco duro, el mismo que encontró la mujer con la que mantenía una relación en Melilla, donde se encontraba destinado por la Diócesis de Málaga desde 2021. El pasado mes de enero, la chica fue encontrada, según ha adelantado el diario Sur, desconsolada, en la iglesia de Santa María Micaela, donde ejercía su entonces compañero sentimental, que también tenía asignado el centro penitenciario de la Ciudad Autónoma.

Fue ella entonces la que comunicó a los responsables de la vicaría melillense lo que ocurría entre ambos y, también, la existencia de imágenes de contenido sexual con el cura como protagonista. Entonces la iglesia la animó a denunciar, pero la única medida que la institución tomó fue trasladar al ahora detenido hasta Málaga, donde meses más tarde le asignó las parroquias de El Burgo y Yunquera, cerca de otras dos localidades donde había sido destinado un par de años antes, Ardales y Carratraca.

En el mes de julio la mujer volvió a acudir a la iglesia, que la animó de nuevo a denunciar ante la Policía Nacional. Entonces sí lo hizo. Días más tarde, ya en agosto, pasó una copia de las carpetas con fotos y vídeos del disco duro a los miembros de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer (UFAM) de Melilla, justo cuando Francisco J. C. pasaba los días en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa.

En septiembre el sacerdote acudió a comisaría también para denunciar que ella le había robado material informático y 3.000 euros en efectivo. Confirmó que había mantenido una relación con ella y dejó entrever que la mujer había cometido esos robos por despecho. Ni una semana más tarde el hombre fue detenido por la Policía Nacional en la vivienda donde residía en Vélez-Málaga. Tras pasar a disposición judicial, fue enviado a prisión acusado de cuatro delitos de agresión sexual bajo sumisión química y otros cinco delitos contra la intimidad.

Los investigadores de la UFAM continúan analizando el material informático intervenido en el domicilio del detenido y no descartan que pueda haber más víctimas que se unan a las mujeres de Málaga, Madrid y Córdoba que han sido identificadas en los vídeos, organizados en carpetas con las iniciales de cada una de ellas. Mientras tanto, la Diócesis de Málaga —de la que depende Melilla y que ha borrado todas las publicaciones relacionadas con el cura detenido de su página web— mantiene que en enero solo conoció la relación existente con la mujer (“es una situación no acorde con lo que la Iglesia prescribe”, según fuentes religiosas) y que no fue hasta meses más tarde cuando supieron de la existencia de las imágenes. Sin embargo, no abrió ningún tipo de investigación y su única medida fue trasladarlo hasta tierras malagueñas “por problemas de salud”.

Le asignaron los pueblos de Yunquera y El Burgo, en la comarca de la Sierra de las Nieves, cuyos vecinos mostraban este lunes su indignación por lo ocurrido con un cura al que pocos conocían porque llevaba apenas un par de meses ejerciendo en sus parroquias. No fue hasta ayer, cuando la Policía Nacional comunicó la detención del sacerdote, cuando el Obispado de Málaga le retiró las licencias ministeriales. “Este es el primer paso en un posible proceso canónico”, concluyeron fuentes de la diócesis, que ayer emitió un comunicado en el que decían sentir “profundamente el daño que esta situación implica” y que se encontraban “conmovidos por el mal infligido”. También condenaban de manera “profunda y contundente” “cualquier tipo de vejación o abuso a la mujer”.





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