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La Guardia Civil cree que el padre de las niñas de Tenerife decidió asesinarlas el mismo día del crimen

Los investigadores sospechan que usó unos antiinflamatorios que estaba tomando para sedar a Olivia y Anna y que se sirvió de “elementos cotidianos” que tenía a su alcance para matarlas

Imagen de varias patrulleras de la Guardia Civil atracadas en el muelle de Santa Cruz de Tenerife.
Imagen de varias patrulleras de la Guardia Civil atracadas en el muelle de Santa Cruz de Tenerife.Miguel Barreto (EFE)

Es posible que Tomás Gimeno lo hubiera pensado antes. Es posible que este empresario tinerfeño de 37 años hubiera podido fantasear con quitarse la vida, incluso con quitársela a sus hijas, Olivia y Anna, de seis y un año, con tal de que no vivieran con Beatriz Zimmerman, madre de las pequeñas, y su nueva pareja, un hombre belga de 60 años al que Gimeno agredió en un encuentro fortuito hace unos meses. Pero nada hace pensar a los investigadores de la Guardia Civil, tras casi mes y medio de pesquisas y cinco registros en la casa de su propiedad (en Igüeste de la Candelaria, Tenerife), que hubiera una minuciosa premeditación para cometer este crimen de violencia de género. “No las vas a volver a ver”, le dijo por teléfono el 27 de abril a su expareja, cuando ella le telefoneó para que le llevase a las niñas, que habían pasado la tarde con el padre.

Después desaparecieron los tres hasta que, a mediodía de este jueves, el robot submarino Liropus, del buque oceanográfico vigués Ángeles Alvariño, localizó a mil metros de profundidad y a tres millas de la costa dos bolsas de deporte anudadas al ancla de la lancha de Gimeno. Dentro de una de las bolsas estaba el cuerpo de Olivia. La otra estaba vacía. Los investigadores sospechan que en ella estaba la pequeña Anna, a la que siguen buscando sin descanso en las profundidades del océano Atlántico, en un área de pocos metros.

Se confirmaba así la que fue la principal hipótesis de los investigadores desde el primer momento: “Las sedó, las metió en bolsas y las arrojó al fondo del mar antes de suicidarse”. Los resultados de la autopsia, que se le realizará al cadáver de Olivia en los próximos días, podrán confirmar esa hipótesis y determinarán si las niñas murieron asfixiadas o ahogadas, es decir, si les quitó la vida antes de arrojarlas al fondo del mar.

Las menores desaparecidas en Tenerife: Olivia (la mayor) y Anna.
Las menores desaparecidas en Tenerife: Olivia (la mayor) y Anna.SOS Desaparecidos

Sobre la mesa del salón de la cinco veces registrada casa de Gimeno, un gran chalet con jardín, donde los vecinos oyeron a las dos niñas jugar la misma tarde del día en que desaparecieron, los agentes encontraron unos envases de pastillas. “Eran los antiinflamatorios que él [Gimeno] tomaba para el dolor por un accidente de moto que había sufrido recientemente”, señalan fuentes próximas a la investigación. Los investigadores creen que “las pudo utilizar para sedar a las pequeñas”, ya que no se ha encontrado ningún signo de violencia ni en el domicilio, ni en la embarcación, ni en el coche, ni se ha detectado la compra de ningún otro fármaco.

La ausencia de vestigios y pruebas que pudieran poner a los agentes sobre alguna otra pista llevó a los investigadores a centrarse en tres escenarios: la casa de Gimeno (el último lugar en el que fueron vistas con vida las pequeñas junto a su padre); su coche (registrado por las cámaras de la Marina de Güimar), en el que transportó hasta seis bolsas y petates; y su embarcación, una lancha con la que practicaba buceo, donde acarreó —en tres viajes consecutivos— aquella noche todos los bultos, como certificó también el vigilante del puerto de Güimar. En la lancha, hallada a la deriva a la mañana siguiente de la denuncia interpuesta por la madre por la desaparición de las niñas, no se encontró tampoco nada relevante, pero sí se señaló una ausencia: la del ancla.

La investigación comenzó a dirigirse así hacia las cosas que faltaban en su entorno o echaban de menos los familiares: ropas, equipaje, utensilios, maletas, dinero... Los agentes llaman la atención sobre el hecho de que todos los elementos que han ido haciendo encajar las piezas de este terrorífico puzle “forman parte de la vida cotidiana” de Gimeno, no hay “nada buscado expresamente” para cometer el crimen, “pudo haberlo pensado antes, pero todo indica que fue resolviendo sobre la marcha”, por eso no se encontraban pruebas determinantes, ni compinches, advierten tras haber analizado su vida en profundidad.

El teléfono

“Nada tampoco en su móvil, no hizo ninguna consulta sospechosa, ni en su ordenador”, señalan las mismas fuentes. Un teléfono móvil que sirvió para geolocalizar el último punto en el que emitió señales, ya de madrugada, en alta mar, mientras enviaba mensajes de despedida a amigos y familiares. Un móvil que se quedó sin batería y le obligó a regresar a puerto en mitad de la noche, cuando fue interceptado por una patrullera que le dio el alto por encontrarse fuera del toque de queda, establecido por la pandemia en aquellos días. “Registraron la embarcación y no había bultos de ningún tipo, para entonces ya las había arrojado al mar”, confirman fuentes de la investigación. Recargó la batería del teléfono en el puerto, como certificó el vigilante, y regresó al mismo punto del océano, donde la profundidad es superior a mil metros.

Los investigadores buscan ahora el cuerpo de Gimeno en la misma zona que el de la pequeña Anna, porque sospechan que usó su cinturón de buceo para hundirse sin posibilidad de retorno en ese mismo punto del océano.

El hecho de que Gimeno fuese al taller a cambiar los frenos de su coche ese mismo día hace pensar a los investigadores que no hubo una premeditación excesiva: “¿Qué sentido tiene ir a arreglar tu vehículo si quieres acabar con tu vida esa misma tarde?”, plantean los expertos en perfiles criminales, que también llaman la atención sobre el hecho de que todos los elementos utilizados en este parricidio formaban parte “del entorno cotidiano del presunto homicida: una sábana de su casa, sus bolsas de deporte, sus antiinflamatorios, su equipo de buceo, el ancla de su lancha, su móvil...”.

Los agentes señalan otro hecho que denota poca premeditación. Ya de noche, Gimeno regresó a casa de sus padres, a los que había visitado con las niñas horas antes, y dejó allí a su perro, sin que se enteraran. “Supieron que se lo había dejado, ya a la mañana siguiente, cuando se lo encontraron allí”, señalan fuentes de la investigación. “Lo tuvo que resolver sobre la marcha”, señalan.

Las transferencias de dinero, que inicialmente generaron sospechas y elucubraciones sobre una potencial fuga, “son pagos a proveedores, propios de su empresa, no tienen relevancia en la investigación”, señalan los agentes, que recuerdan que también en algún momento de esa tarde-noche, le dio 2.900 euros a la que en ese momento era su novia, dentro de un paquete: “Es para que cumplas un sueño”, le dijo, y le pidió que no lo abriese hasta pasadas las doce de la noche.

Una sábana bajera y una botella de oxígeno fueron los primeros objetos detectados con el rastreo del sonar y del robot submarino el martes pasado. La familia confirmó que pertenecían a Gimeno y eso centralizó una titánica búsqueda que aún continua en el fondo del mar.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista las 24 horas y en 51 idiomas. No deja rastro en la factura, pero hay que borrarlo del registro de llamadas. Los menores también pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10 y los ciudadanos testigos de alguna agresión, al 112.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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