Un chute de moral en Aranda de Duero
El número 42260, dotado con 1.250.000 euros a la serie, se vende en la ciudad burgalesa La peña Chilindrón de Aranda, una de las agraciadas El Gordo deja otros 800.000 euros en la ciudad La peña El Puntazo, de una pequeña localidad segoviana, se reparte otros 12 millones de euros
“Me han dado un chute que me ha subido la moral por los aires, mucho más de lo que la tengo normalmente”. Así de contento se mostraba Ernesto Casado, vecino de Aranda de Duero (Burgos) de 54 años al que ayer le tocaron tres décimos del 42260, el segundo premio del sorteo. Este hombre, recién operado de cáncer de colon hace mes y medio, también dedicará el dinero al negocio de su hijo, una empresa de informática que está sufriendo la crisis.
Casado es uno de los 160 socios de la peña El Chilindrón, que toma el nombre de una de las formas de preparar el cordero lechazo, especialidad de Aranda. Se fundó en 1975 y está formada solo por hombres. Esta asociación ha repartido la mitad de los 225 millones de euros que dejó el segundo premio. De estos, 12,5 millones viajaron hasta el municipio de Ayllón (Segovia). El resto de los décimos se vendió por ventanilla en la administración número 2 de la localidad, en loterías Mayte, que ya repartió el segundo premio de este mismo sorteo en 2002 y el Gordo del Niño de 2001.
La plaza de Santa María, al lado de la iglesia, se convirtió en una fiesta. La peña, que tiene unas cuevas históricas a 12 metros bajo el suelo, atrajo a todos los socios, que no pararon de sacar botellas de Ribera de Duero y cervezas. “Le ha venido muy bien a la ciudad porque tiene bastante industria y está sufriendo mucho la crisis”, explicaba José Félix Rojas, que ha sido el tesorero de la peña por 30 años. Rojas también se ha encargado de vender por algunas empresas arandinas, como Michelín, que ha sufrido un expediente de regulación.
A uno de los socios, Chema Simón, de 48 años y empleado de la construcción, le sonrió la suerte de manera especial. Hace pocos días se quedó sin trabajo. Compró dos décimos (250.000 euros) antes de quedarse en el paro. “Es un buen desahogo para ir tirando”, comentó Simón, que tiene dos hijas y es socio de El Chilindrón desde que tenía 15 años.
El más aclamado y abrazado fue Bruno, el presidente de la peña, al que muchos calificaron como “el particular calvo arandino”. El resto de peñas de Aranda también resultaron agraciadas porque entre ellas intercambian décimos. “Nosotros lo reservamos íntegro en octubre para nuestros socios”, explicó uno de los responsables de la junta directiva, José Antonio Sebas. “Ha venido muy bien porque esta misma semana a cuatro los han echado de su empresa y esto les va a permitir afrontarlo de otra manera. El que menos lleva es un décimo, pero lo normal es que hayan comprado dos o tres”, añadió.
Pero la fortuna no se quedó solo en el segundo premio. El Gordo, el 76058, también se dejó ver en Aranda con un décimo (400.000 euros) vendido a través de terminal en una administración de la calle de Burgo de Osma.
Salvavidas para el centro de salud
Camino de un establecimiento donde comprar unas botellas de cava e iniciar la celebración como mandan los cánones, en Ayllón (Segovia), Iván y otro compañero de la peña El Puntazo reflexionaban sobre el destino del dinero que les había tocado con el segundo premio de la lotería. Enseguida pensaron en que podían ayudar a resolver el primer problema de esta villa segoviana de 1.500 habitantes: el cierre de las urgencias médicas nocturnas.
Los vecinos llevan en lucha más de tres meses, recordaban algunos chavales de la peña —integrada por unos 25 miembros en una franja de edad de 25 a 30 años— ¿y por qué no ayudar a la Junta de Castilla y León, que ha protagonizado el recorte asistencial, a que reanude el servicio? “Si la administración no tiene dinero, nosotros ahora sí”, dejó en el aire uno de los agraciados antes de que reinara el alboroto general, pensando en retomar la idea con más calma y darle oficialidad, en los próximos días. En total, esta peña ha podido repartir más de 7,5 millones entre sus miembros y allegados, gracias a los 300 boletos vendidos a cuatro euros cada uno. Pero, además de dormir con más seguridad, porque, si hay una urgencia médica, no tendrán que hacer cerca de un centenar de kilómetros hasta el hospital de la capital, algunos agraciados podrán independizarse de sus padres y emprender algún negocio, incluso otro de ellos puede que se plantee reabrir el restaurante que tuvo que cerrar hace dos meses.
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