Los creadores sucumben al modelo Juan Palomo
En un panorama de crisis, los artistas ganan libertad al iniciarse en la autogestión. Músicos o escritores, obligados a aprender mercadotecnia. El artista hecho a sí mismo es ensalzado
Hay dos maneras de afrontar la crisis: echar el freno o correr en dirección contraria al abismo. Y una tercera que consiste en hacer las otras dos a la vez, para reducir gastos mientras se multiplican las alternativas, y que no es otra que el clásico Do it yourself! de los norteamericanos, nuestro ¡hágalo usted mismo!, una doctrina que empezó como fórmula de ahorro y acabó en tendencia cultural, porque lo que se había inventado para solucionar problemas domésticos con unas lecciones de mecánica, electricidad o bricolaje, terminó por ser uno de los principios del movimiento punk.
La estética que pusieron de moda bandas como Ramones, The Clash o el grupo de Patti Smith consistía en usar ropa de segunda mano y decorarla uno mismo, cortarse el pelo con unas tijeras de cocina y tocar instrumentos de ocasión reparados en el garaje de casa. Aunque a veces se llegaba al escenario por caminos más oscuros: los Sex Pistols grabaron su primer elepé con un equipo que le habían robado a Bob Marley en Londres; y su guitarrista, Steve Jones, alardeaba de no haber comprado ninguna de sus famosas Gibson Les Paul, porque de las cuatro que tuvo, tres se las llevó de los camerinos de Rod Stewart, Keith Richards y Brian Ferry, y la otra se la quitó de su coche a Mark Robson, después de un concierto de David Bowie y haciéndose pasar por policía.
Bustamante discrepa: ha usado dos productores en su último disco
Ahora que las monedas han empezado a rodar hacia atrás, vuelve la filosofía de la autogestión, que en sus inicios fue, entre otras cosas, un movimiento anticonsumista, y el mundo de la cultura es otra vez un buen ejemplo de la fuerza con que hemos regresado al mito de Juan Palomo, aquel Robin Hood andaluz que le hacía la guerra por su cuenta a las tropas de Napoleón. “Hombre, imagínate, si hoy en día al que te compra un disco le haces la ola, le subes las bolsas del supermercado a casa y le barres el cuarto de estar, cómo no vas a guisártelo y comértelo tú mismo, con lo poco que hay para repartir”, dicen los hermanos David y José Manuel Muñoz, del dúo Estopa, que lo han hecho casi todo en su último disco, Estopa 2.0, desde componer, cantar y tocar hasta producir, y han logrado un éxito que, sin embargo, simboliza a la perfección el declive de la industria: de su primer trabajo, se vendieron 1.400.000 copias; del segundo, Destrangis, 800.000; de ¿La calle es tuya?, 700.000; de Voces de ultratumba, 560.000; de Allenrok, 260.000; y de éste último, por ahora y a pesar de haber llegado al número uno de las listas, tan solo 40.000. No parece un inventario, sino una cuenta atrás.
“El trabajo de un músico en estos momentos es muy fácil de resumir”, dice Rebeca Jiménez, en plena promoción de su segundo disco, Valiente. “Te subes al coche por la mañana, conduces 300 kilómetros, llegas al garito en el que vas a actuar esa noche, montas, pruebas sonido, tocas, vendes cedés y camisetas y te vuelves a poner al volante cuando amanece, para regresar a casa. Y al día siguiente, otra vez a buscar una sala, a llamar diciendo quién eres, cuando ya te conocen, o si no, como suelo hacer yo, fingiendo ser tu secretaria, para que ella, que se llama Ana, negocie si te vas a llevar un porcentaje de la taquilla y te pagan el hotel o te alquilan el local y te dan la recaudación”. La autora de Todo llegará no comparte en absoluto la idea de que la necesidad afila el ingenio: “Es peor salir al escenario con la cabeza llena de números que llena de canciones y sola que con tu grupo, porque eso significa que no vas a poder mostrar nada más que una parte del disco que has hecho. Pero ahora mismo no hay elección: o eso o nada. Y siempre es mejor moverse mucho para avanzar muy poco que quedarse parados”.
Pablo Alborán lanzó
su carrera con los
vídeos de YouTube
Los hermanos Muñoz andan “tan indignados como casi todo el mundo con esa gente que nos ha llenado la vida de charcos en los que ellos no van a meter nunca el pie”, pero sí que le ven ventajas a la autogestión, y están contentos de haber prescindido, como tantos otros compositores en los últimos tiempos, de la figura del productor para hacer su disco: “Un día vimos un cartel de se vende en la sucursal de La Caixa que había en los bajos de la casa de mi padre, en el centro de Sant Feliú, y no lo pensamos dos veces. Nos tiramos a la piscina, lo compramos y lo convertimos en un estudio para hacer allí el disco, a nuestra manera. No nos arrepentimos, porque hemos hecho exactamente lo que nos apetecía, hemos discutido nada más que entre nosotros y hemos sido nuestros únicos jefes, como cuando componemos, cada uno en su un sofá y enfrente del otro, igual que cuando éramos niños y dormíamos en el mismo cuarto. Igual se trataba de hacer de la necesidad virtud, como suele decirse, pero como el resultado es un disco cien por cien nuestro, desde el hueso hasta la cáscara, pues ha merecido la pena”.
Si quien les tuviese que responder fuera su colega David Bustamante, lo haría para no estar muy de acuerdo: “No tengo nada claro que con menos gente al lado uno sea más libre. Para mí, por ejemplo, un productor es tan importante que en Mío he buscado a dos, para que me dieran cosas distintas; a un lado, Mauri Stern, que quiere un sonido más limpio, más moderno, y al otro Christian Leuzzi, que es más orquestado, más romántico. ¿Y sabes por qué? Pues al final, para ser más yo mismo, porque en muchas ocasiones tú puedes saber qué quieres pero no cómo llegar a ello, y necesitas que alguien te lleve. Para eso existen los profesionales. Por poner un ejemplo: hay una canción en Mío que se llama Como tú ninguna, que al principio era muy latina y a mí no me acababa de convencer, porque me gustaba por dentro pero no por fuera. Mauri la oyó y me dijo: ‘Oye, ¿y si le damos completamente la vuelta y la transformamos en una balada rock?’. El resultado es que se convirtió justo en la canción que yo soñaba. Pero, por supuesto, eso lo haces si te lo puedes permitir; y si no, haces la mitad. La crisis está por todas partes, y yo la veo con mis propios ojos, porque en esta promoción ha desaparecido un tercio de las personas que andaban a mi alrededor en otras, y eso es muy, muy triste”.
Internet siempre ha
fomentado la autosuficiencia
de los creadores
Con casi cinco millones de parados en España, hay muchas personas que tienen que asumir tareas que antes hacían otros, como ocurre en el mundo de la educación, donde los profesores se multiplican para combatir la falta de personal, ocupándose de la biblioteca de sus institutos o de las actividades extraescolares en su tiempo libre. Y lo mismo pasa en cientos de empresas y pequeños negocios, donde la mitad de empleados tiene que hacer el doble de cosas y a cambio de un sueldo menor, para intentar sobrevivir. Con este panorama, y regresando al ejemplo de la cultura, los medios de comunicación jalean a los artistas que se hacen famosos por su cuenta, siguiendo otra estela muy norteamericana, la del self made man, el ciudadano que se hace a sí mismo, y ponen ejemplos que parecen cuentos de hadas, como el del cantautor Pablo Alborán, que pasó en solo diez meses de tocar en bares de cincuenta metros cuadrados a llenar polideportivos, a ocupar quince semanas el número uno de las listas de éxitos y a ganar cinco discos de platino. Los vídeos que había colgado en YouTube registraron millones de visitas y sus conciertos a agotar las entradas. “Lo cual quiere decir que cuando decimos eso de que hacemos algo solos, no es verdad, dice, porque eso es imposible. Sin la ayuda de la gente que cree en ti, no irías a ningún lado. Yo he tenido mucha suerte y a muchas personas que se han portado muy bien conmigo, por ejemplo Diana Navarro y Estrella Morente, y eso es tan importante como el talento que uno pueda tener. Hacer las cosas a tu manera y con tus propias manos es fabuloso, pero si no hay ayuda, no hay oportunidades”.
Internet, el espacio virtual donde se gestó el milagro de Alborán, es un territorio en el que siempre se ha fomentado la autosuficiencia y se ha combatido a los intermediarios, y está lleno de promesas de futuro para los emprendedores, una palabra de moda y, por lo tanto, codiciada por los embaucadores: monte su propia floristería; cree su propia empresa en diez pasos; consiga una franquicia; cómo montar una pyme; deje de buscar empleo y hágase empresario; o, entre otras muchas, publique un libro y conviértase en escritor. Algunos editores virtuales se ofrecen a albergar los originales que les envíen y a imprimir los volúmenes bajo pedido. “Nosotros eliminamos las barreras tradicionales —anuncian— y te permitimos vender tu trabajo directamente al público. Podrás acceder a un mercado global, ser visible en las redes sociales y estar presente en las listas de Amazon y Barnes & Noble. Ya nunca más tendrás que ir de un sitio para otro buscando a un editor que quiera publicar tu obra”. Naturalmente, también hay atajos al paraíso del espectáculo: “Si compones tus propias canciones y quieres escucharlas no solo con tu guitarra y tu voz sino con arreglos, batería, bajo, guitarras, teclados e instrumentos de viento, envíanos tu música grabada en el móvil u otro dispositivo y por solo 60 euros transformaremos tu canción en una grabación profesional, para que puedas promocionarte en Internet o por las casas discográficas. Si nos envías tres canciones tuyas o más, cada una te saldrá por 50 euros”.
Iciar Bollaín cree que
en cine no es tan fácil
hacer una obra artesanal
En la Red también se dan consejos para filmar una película, como es lógico, pero la directora Icíar Bollaín, que estos días presenta Katmandú, un espejo en el cielo no cree que en el cine sea tan relativamente fácil hacer una obra artesanal: “Puedes ser Bob Dylan solo con una guitarra, pero no Orson Welles con un móvil. Y mucho menos para hacer un largometraje. En el mundo del documental y de los cortos, sí que se hace un cine de guerrilla, que yo también hice cuando empezaba, y que ahora, en esta época digital, es más accesible a cualquiera y tiene más posibilidades. Antes se trataba de hacer un corto de 35 milímetros y ahora puedes rodar una película con un teléfono, colgarla en Internet, donde siempre hay mucha hojarasca, y lograr que la vea cualquiera. Pero la intención es la misma, intentar que alguien repare en ti y mostrar no algo hecho, sino un indicio de lo que podrías hacer si tuvieras la oportunidad y los medios necesarios. Porque sin ellos, no se puede hacer cine, en esta profesión hacen falta productores y un equipo, cámaras, actrices y actores, extras, presupuestos para viajes, hoteles, etcétera. Sin todo eso no puedes irte a Nepal para rodar Katmandú, una historia del cielo o a Bolivia para hacer También la lluvia, que han salido adelante con el mínimo dinero posible, pero que habrían sido inviables con un euro menos”.
El capitalismo se tambalea por falta de liquidez, pero sobre todo por falta de respuestas. “Es que nos han engañado, apunta la actriz Natalia Dicenta, aún de gira con la obra Al final del arco iris, donde interpreta a Judy Garland, y a punto de sacar su disco de jazz Colours. “Nadie nos contó que tendríamos que ser emprendedores, que si queríamos salir a flote deberíamos aprender márketing, producción… Nos han abandonado en mitad del camino. En el teatro, la situación es dramática. Muchas compañías, en el mejor de los casos, consiguen estrenar, pero después no les salen funciones, porque ni en los ayuntamientos ni en las empresas privadas hay dinero para pagar giras; de modo que la cadena se va deteniendo. Los productores empiezan a debernos dinero de lo que ya habíamos firmado y a ofrecer, como mucho, compartir los gastos en los proyectos que tuviéramos en perspectiva. Así que, efectivamente, hay que empezar a montárselo solos y con unas tijeras en la mano. En la música, en lugar de una banda, llevas a un pianista; y en el teatro, haces monólogos. Hay que aceptar que la época en que podías quedarte en casa y esperar que viniesen a llamarte, ha pasado a la historia. “Casi lo que decían los Ramones, en su disco Rocket to Russia: “Los tiempos han cambiado / ahora son mejores / y alguien va a tener que pagar lo que eso cuesta”. Si sustituyes “mejores” por su contrario, esa canción vuelve a contar la verdad.
Finalmente, el miedo nos hace conservadores, y otro de los peligros de la crisis es que solo se apueste por lo que parece seguro, en lugar de por lo que merece la pena ser descubierto. “En el teatro”, concluye Natalia Dicenta, “hoy en día todo es más difícil para la mayor parte de los actores y las actrices, porque por lo general los productores solo quieren a famosos de las series de televisión, para atraer al público. Y eso es una catástrofe, porque lo contrario de lo conocido no es lo desconocido, sino lo diferente, o lo nuevo, y si eso no tiene su espacio, estamos perdidos”.
Son los riesgos de la autogestión, del ¡hágalo usted mismo!, tan contrarios al mundo de especialistas en el que vivíamos hasta que el espejismo se derrumbó.
La falsa soledad del artista... la mayoría de las veces
Estopa. "Hoy que a quien te compra un disco le haces la ola y le subes las bolsas del supermercado a casa, cómo no vas a guisártelo y comértelo tú mismo, con lo poco que hay para repartir. Pero hacerte tú mismo el disco tiene sus ventajas: así es tuyo del hueso hasta la cáscara".
Rebeca Jiménez. "La vida de un músico es fácil de resumir: subes al coche; conduces trescientos kilómetros; llegas al garito en el que vas a actuar; montas; pruebas sonido; tocas; vendes cedés y camisetas y al amanecer vuelves a ponerte al volante para regresar a casa".
David Bustamante. "No tengo nada claro que con menos gente al lado uno sea más libre. Para mí, por ejemplo, un productor es esencial, porque en muchas ocasiones tú puedes saber qué quieres pero no cómo llegar a ello, y necesitas que alguien te lleve".
Pablo Alborán. "Cuando decimos que hacemos algo solos, no es verdad: sin la ayuda de la gente que cree en ti, no irías a ningún lado. Hacer las cosas a tu manera y con tus propias manos es fabuloso, pero si no hay ayuda, no hay oportunidades".
Iciar Bollaín. "Puedes ser Bob Dylan solo con una guitarra, pero no Orson Welles con un móvil. En el cine hacen falta productores, un equipo, cámaras, actrices y actores, extras, presupuestos para viajes y hoteles, especialistas... Puedes hacer una película con el mínimo dinero posible, pero no con un euro menos".
Natalia Dicenta. "En el teatro de hoy, los productores solo quieren contratar a famosos de las series de televisión, para atraer al público. Y eso es una catástrofe, porque lo contrario de lo conocido no es lo desconocido, sino lo diferente, y si eso no tiene su espacio, estamos perdidos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.