La crisis no detiene los flujos migratorios
Según la OCDE, los Estados tienen que destinar fondos para la integración como una "inversión de futuro" y ver a los inmigrantes como a un recurso para la recuperación económica.
La crisis pone un freno a los flujos migratorios pero no los detiene. Los números rojos de la economía de los países que han visto crecer en los últimos años el porcentaje de extranjeros entre su población no pueden volver a levantar las barreras destruidas por la globalización. Según el último informe sobre Inmigración, publicado ayer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), entre 2009 y 2008 el flujo de inmigrantes permanentes en los 24 países miembros de la organización se ha reducido en un 7%, pero en cifras absolutas -4,3 millones de personas- está aún a niveles superiores a cualquier año anterior a 2007, a los albores de la recesión mundial.
"Muchos de los factores que empujaron un aumento del número de inmigrantes antes de la crisis no han desaparecido. Sigue habiendo una necesidad estructural de trabajadores extranjeros en varios países, el envejecimiento de la población avanza, así como la globalización de las economías y la integración europea", explica Thomas Liebig, del departamento Migraciones Internacionales de la OCDE.
Europa es una de las zonas, junto a Japon y Korea, donde mayor ha sido la contracción de los flujos migratorios, sobre todo en países como República Checa (-46%), Irlanda (-42), Italia (-25%) o España (con una caída del 18%, mucho más reducida del 43% registrado entre 2008 y 2007). Mientras que entre los países OCDE, Australia, Canadá e incluso Estados Unidos -donde los datos del desempleo no paran de crecer- ha habido un ligero aumento. Los movimientos entre los Estados de la UE se colocan entre los datos peores: menos un 22%. Cifras importantes pero no tanto como, según la OCDE, cabía esperar dada la magnitud de la crisis y el endurecimiento de las políticas migratorias registrados en algunos países.
"La reducción de la inmigración económica más que por los cambios en las políticas nacionales ha sido determinada por el empeoramiento de la situación económica. Más que la política ha influido la reducción de la demanda, y es una reacción natural", explica Liebig. Además sin bien la inmigración ha entrado en el debate público sobre la crisis, los cambios aplicados a nivel normativo han sido "bastantes cautos". Algo positivo, según el experto. "No ha habido una reacción como la que se registró en los años de la crisis petrolera de los setenta cuando países como Alemania, Austria, Bélgica, Holanda y Francia cerraron completamente las puertas. Esto no lo hemos visto ahora: por ejemplo, España ha reducido el contingente en las áreas de difícil cobertura pero no se ha cerrado del todo el acceso. Y es lo que hay que hacer: no cerrar las puertas en las áreas donde hacen falta trabajadores inmigrantes y no adoptar medidas que prevengan que la inmigración contribuya a la recuperación económica".
Liebig es consciente de que se trata de recomendaciones difíciles de encomendar y de transmitir a la opinión pública, sobre todo en circunstancias como la española en la que la tasa de paro es del más del 21% y supera el 30 entre la población extranjera (una tendencia general: el desempleo en los países OECD es del 14,7% entre los extranjeros contra una media del 8,9% entre los nativos). Precisamente por eso, dice, la obligación que tiene ahora la política es "tener un discurso equilibrado sobre la inmigración" y "poner todas las cifras sobre la mesa" recordando la aportación que, en tiempos de bonanza, los trabajadores inmigrantes han dado al crecimiento económico. Para rematar, Liebig elige otra vez a España como ejemplo: "Muchas de las ciudadanas españolas pudieron incorporarse al mercado del trabajo durante los años del boom también porque había mujeres inmigrantes que cuidaban de sus hijos".
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