AFGANISTÁN | Sin salir ni para ir al médico
Las ONG que trabajan en el país tratan de vencer las resistencias para que las mujeres tengan atención sanitaria durante el parto
Raihana ha traído al mundo ya dos hijos en el que es el peor país para ser madre, según un informe de la ONG Save the Children. Vive en Eraghly, un pueblo del distrito de Shebirghan, una zona rural del norte de Afganistán. A sus 20 años, vive en casa de su familia política, donde realiza tareas domésticas, y apenas puede salir ni para ir al médico.
La joven estudió hasta 5º de primaria. La familia de su marido, con el que lleva casada cuatro años, no le permitió seguir asistiendo al colegio cuando se prometieron, según explica a una trabajadora de la ONG, que le hizo el cuestionario elaborado por EL PAÍS.
Su primer hijo, Lal Mohammad, de dos años, nació en casa, tras un embarazo normal. Pero para dar a luz al segundo, Ghulam Mohammed, hace dos meses, acudió a casa de la comadrona, por las complicaciones sufridas durante la gestación. A diferencia de un embarazo anterior, malogrado a los tres meses después de una caída -sangró durante tres días-, en esta ocasión, la familia de su marido le permitió ir a la clínica cuando tuvo pérdidas de fluido, por recomendación de Maryam, la voluntaria de Save the Children que la visita a domicilio.
Raihana cree que Ghulam Mohammed está vivo gracias a la asistencia de la comadrona, que le practicó técnicas de resucitación, pues nació con síntomas de asfixia. Tras el parto, pudo descansar 11 días antes de retomar las tareas domésticas. Mientras las realiza, su suegra cuida de los niños. Su marido trabaja como jornalero, y gana 100 afghanis al día (cerca de 1,8 euros).
La joven, que a través de Maryam recibe información sobre cuidados durante el embarazo y posnatales, nutrición o planificación familiar, reconoce que le gustaría decidir el número de hijos y el ritmo al que tenerlos, pero su suegra no le permite usar métodos anticonceptivos, pues quiere un nuevo nieto cada año.
Proyectos como este de Save the Children, denominado Saving Newborn Lives (salvando vidas de recién nacidos), en el que las trabajadoras proporcionan educación para la salud de las madres y los bebés son fundamentales en un país en el que la esperanza de vida femenina es de 44 años, el riesgo de mortalidad materna es de 1 de cada 8, y el de mortalidad infantil antes de los cinco años es de 257 de cada 1.000 nacidos vivos.
Zonas urbanas
Además de concienciar a las propias madres sobre los cuidados necesarios desde el mismo embarazo, la organización destaca la importancia de formar a mujeres locales en labores sanitarias. Ese es parte del trabajo de María Luz Ruiz, una comadrona chilena de 38 años que participa en un proyecto de Médicos sin Fronteras (MSF) en Ahmad Shah Baba, un distrito de Kabul. El equipo de esta ONG da soporte, entrenamiento y asesora en la reconstrucción y ampliación de un hospital afgano.
La situación en esta zona, más urbana, no es tan dramática como en áreas rurales como la de Raihana. Ruiz trabaja con cinco matronas afganas, y atienden una media de 400 partos al mes, en un país en el que sólo el 14% de los nacimientos cuentan con asistencia de personal especializado. Sólo recurren a una doctora -nunca un doctor- cuando hay complicaciones, aunque si hay que realizar una cesárea, envían a la madre a la capital, situada a una hora, pues el hospital no cuenta aún con quirófano.
A casa a las dos horas
"La costumbre en esta zona es que cuando tienen realmente un problema, vienen al hospital, pero si el embarazo es normal, no", explica Ruiz en conversación telefónica. Parte del trabajo de las matronas es convencer a las mujeres para que acudan a las consultas prenatales -intentan que tengan al menos cuatro revisiones durante la gestación- y a controles posparto. A las que lo hacen, unas 300 al mes, se les hace un examen físico, "se controla el crecimiento del feto con tablas, midiendo la barriga de la madre", y se escucha el latido. Es decir, a la antigua usanza, pues aún no tienen ecógrafo.
También hay que explicar a las mujeres que, después de dar a luz, es conveniente quedarse en el hospital al menos dos horas para comprobar que están bien. Sin embargo, para Ruiz, curtida en Darfur, Somalia y Pakistán, "la situación no es tan mala". "En Darfur, las familiares ayudaban a las madres a lavarse, y a los 15 minutos de parir se iban. Aquí las mujeres son muy respetuosas con las matronas, si les dicen que se tienen que quedar unas horas, lo hacen", cuenta.
"Los esposos ponen más problemas, pero les intentamos explicar que, si quieren que la mujer esté sana para cuidar a sus otros hijos, hay que hacerles exámenes, y normalmente nos hacen caso", añade Ruiz. Ya en casa, cumplen la cuarentena, durante la cual, la costumbre es que se recuperen sin salir del hogar, comiendo bien, y recibiendo ayuda de familiares para cuidar de los otros hijos.
Aunque la ratio de fertilidad en Afganistán es 5,5 niños por mujer, Ruiz dice que la planificación familiar tiene buena acogida. "La matrona que les explica los métodos es muy joven y está muy motivada", afirma. El más usado es el preservativo, en contraste con su experiencia en Pakistán, donde los hombres se resistían a utilizarlo. Pero cada vez más, las mujeres solicitan la píldora o una inyección hormonal, pues son más fiables. "Siempre preguntamos si el marido está contento, y dicen que sí", cuenta Ruiz.
* El informe de Save the Children de 2010 clasifica a 160 países a través de indicadores de la salud, la educación o las condiciones económicas de madres y niños. Los países están divididos en tres grupos, en cada uno de los cuales se miden parámetros distintos: I: más desarrollados; II: menos desarrollados; y III: los de menor desarrollo.
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