Kenneth Ize: «La moda está llena de contradicciones. Hacemos visibles ciertas causas y a la vez desconectamos de la realidad»
El diseñador nigeriano se ha convertido en una de las nuevas sensaciones de la industria. Pero, mientras desfila en París y acumula menciones internacionales, trabaja (e invierte) en reflotar las comunidades artesanales locales.
Suele ocurrir. Cuando Kenneth Ize debutó hace poco más de un año en la Semana de la Moda de París, arropado por Iman y Naomi Campbell, la prensa y las redes enloquecieron. Sus coloridas prendas de rayas supusieron para la mayoría «un soplo de aire fresco», «una nueva forma de diseñar», «un cambio de mentalidad»… «Porque ahora, al hablar de diversidad, muchos se creen que acabamos de inventar la moda en África, cuando casi cada país tiene una historia textil centenaria», comenta a través de Zoom.
De hecho, ese tejido tan celebrado se llama asoke, y es tradicional de Nigeria. Ize solo lo ha reformulado para adaptarlo a su propia identidad, que se moldeó entre Austria (donde creció después de que su familia tuviera que exiliarse a causa de la guerra) y su Lagos natal. Allí volvió tras graduarse; no iba en busca de sus raíces, sino de respuestas concretas. «En los últimos años en la escuela de artes aplicadas de Viena yo quería desarrollar mi propia materia prima, porque siempre he pensado que es donde está la verdadera autenticidad de un diseñador. Y mis profesores me decían: ‘Es muy caro y lleva mucho tiempo’. Cosa que no era cierta, porque yo conocía a muchas mujeres en mi ciudad capaces de fabricar algo similar», explica. Así comenzó un proyecto que, más allá de una firma exitosa, es una prueba fehaciente de que la moda puede ser una potente herramienta para el cambio.
«Comencé con una costurera que ya es mi familia. Nos entendimos perfectamente, le tenía que haber pedido matrimonio», bromea el diseñador. A día de hoy, es decir, tres años más tarde, tiene una fábrica en Ilorin, una pequeña población al norte de Nigeria, que emplea a 30 artesanos. «El problema es que soy el único que tiene una fábrica, cuando allí cada una de las familias, todos los miembros, saben coser. Las técnicas pasan de generación en generación. Imagínate que eso pasara en alguna ciudad italiana. Pero este es un país en el que hasta hace bien poco solo se pensaba en la explotación petrolífera». Su equipo (o, como a él le gusta llamarlo, su comunidad) crea a mano tejidos que transitan entre la historia y la innovación, que posteriormente se cortan y ensamblan en fábricas italianas. «Porque aquí nos quedamos sin luz y agua a cada rato, así que este sistema está pensado para que no hagan falta generadores; solo sentarte con tu máquina y crear», dice. El resultado son prendas que transitan dos culturas, la de la sastrería europea y la del folclore nigeriano.
«Es mi propia experiencia, y es una forma de abrir debate en ambos sentidos. Porque el tipo de prendas que hago, sin género, también inician la conversación en Nigeria, donde el activismo en general está silenciado», apunta. Tras varias temporadas desfilando en la cada vez más prestigiosa Semana de la Moda de Lagos, Ize comenzó a recibir alabanzas y premios en Occidente. Fue finalista del premio LVMH en 2020, ha entrado en el calendario parisino y acaba de lanzar una colección junto a Carine Roitfeld para la firma Karl Lagerfeld. Todo lo ha invertido en hacer crecer su comunidad. De hecho, la suya no es una historia de privilegios y familia adinerada. Sus primeras prendas las sufragó a través de Gofundme. «No, no soy ningún privilegiado, tengo una responsabilidad, que es algo muy distinto. Están muy bien los premios y las menciones, por supuesto, pero la moda es otra cosa», opina. Porque, además de su forma de trabajar, si hay algo que hace de Kenneth Ize una rara avis es su distancia crítica con una industria que, como él mismo dice, «está llena de contradicciones. Tenemos un enorme poder para hacer visibles ciertas causas y a la vez estamos desconectados de la realidad. De mi última colección (otoño 2021) me dijeron que era demasiado oscura cuando era el momento de fomentar el optimismo. ¿Qué optimismo, si durante las revueltas contra el SARS la policía estaba matando por decenas cada día?».
De hecho, la principal obsesión de Ize no es que se le reconozca su trabajo. «Yo lo que quiero es que se entienda, para que lo puedan repetir otros. Está bien tener reconocimiento, sé que viene en parte fomentado por el debate de la diversidad, pero la realidad es otra. Soy una marca nicho, mi ropa se tiene que vender porque esto es una empresa. Y ahí está el debate real: Yves Saint Laurent y muchos otros se pueden inspirar en África, pero llego yo a una tienda con una chaqueta hecha a mano y les parece cara por venir de donde viene», afirma. «Pero confío en el cambio. La transparencia vende ahora más que nunca».
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