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Helena Bonham Carter: «Dios nos ayude cuando la Reina muera»

Entrevistamos a la actriz británica que en la nueva temporada de ‘The Crown’ se despide de su personaje, la princesa Margarita.

Raquel Peláez

Rodeada de recortes y papeles que forman parte de una de las «operaciones secretas« (así llama irónicamente a los hobbies a los que piensa consagrar parte de su vida a partir de ahora) que tiene en marcha, Helena Bonham Carter (Londres, 54 años)  nos recibe a través de Zoom con una actitud desenfadadísima que nada tiene que ver con el cliché de «gran dama de la interpretación» (lo es) o «miembro de la aristocracia» (lo es también: su padre, Raymond Bonham Carter, era un banquero descendiente de una estirpe de prominentes políticos ingleses; su madre, Elena Propper de Callejón, era hija del diplomático español Eduardo Propper de Callejón) que siempre se asocia con ella. Después de dos años trabajando con el reparto de The Crown, en esta temporada, que se estrena el próximo 15 de noviembre, se despide de la princesa Margarita. «Es muy extraño cuando interpretas a alguien durante tanto tiempo, es como llevar a un bebé encima», explica. «Fue muy divertido ser ella porque lo gracioso es que aunque no eres una princesa la gente te trata como si lo fueras… Es una locura, ya solo que seas capaz de imitar su acento genera un efecto alucinante sobre la gente».

Sentada en una acogedora sala de su casa de Hampstead Heath nos permite de alguna manera entrar en su cotidianidad: se levanta constantemente, cuando no es a hacerse un zumo es a mirar un libro para poder completar una anécdota, hace bromas en español (que aprendió en el colegio), se ríe una y otra vez y muestra un optimismo que en los tiempos que corren es una rareza. «Confieso que yo en el confinamiento no lo pasé mal del todo. Tengo un jardín precioso, he estado mucho con mi madre, y en cuanto a mis hijos, lo bueno del divorcio es que puedes repartírtelos. Estuvieron todo el rato yendo a casa de Tim, que ahora vive en el campo, a una hora de aquí». Tim es Tim Burton, claro. Y sus hijos son Billy (17 años) y Nell (12 años).

¿En qué valores les han criado?

Ayer, cuando me estaban entrevistando para The Guardian mi hija me preguntó: «¿Qué es ese periódico?» Y le dije: «Es en lo que creemos nosotros». Se quedó pensando y después me dijo: «¿Y en qué creemos?» [risas]. Yo crecí en un entorno muy tolerante con la diferencia. Mi padre estuvo muy enfermo a lo largo de su vida y muchísima gente de todo tipo venía a visitarle. Mi abuela era medio francesa y medio austriaca, mi abuelo era español, mi tío americano. En aquella casa se usaban palabras todo el rato en diferentes idiomas en función del estado de ánimo. Era como viajar. Era un lugar muy especial. Por qué mi madre terminó ahí, en ese barrio, Golders Green, es algo que nunca he tenido muy claro. Ella es medio judía, sí, y esa zona es judía, pero no era la elección obvia. La elección obvia hubiese sido vivir en Kensington o en Holland Park, pero Golders Green…

¿Tim Burton y usted nunca barajaron irse a vivir a Estados Unidos? 

No creo que Tim haya sentido nunca que perteneciese a ese lugar, aunque sea estadounidense. Nunca se sintió en casa en Los Ángeles y de hecho cuando me entrevistó para la primera película que hicimos juntos [El Planeta de los Simios] y le dije que vivía en Hampstead Heath me soltó: «¡No me digas! ¡Es el único sitio al que me he sentido unido en mi vida!». Así que esa es la razón por la que se vino a vivir aquí.

¿Y alguna vez ha pensado en mandar a sus hijos allí?

La verdad es que no, y mucho menos ahora. Estados Unidos tiene cosas buenísimas, es un millón de países en uno solo y ahora mismo hay demasiada gente con demasiadas opiniones. Es un gran país, pero es agotador.

¿Diría entonces que ha hecho a sus hijos a su imagen y semejanza?

Les he enseñado a tolerar la variedad y a llevarse bien con el mayor número de gente posible. Tienen básicamente dos familias y en cada una hay gente muy diferente. Y yo ahora tengo un novio, que también es una nueva influencia y al que adoran, aunque no tenga nada que ver con ellos.

¿Puede contar cómo le conoció?

Fue en la boda [dice «boda« en español] de un primo a la que no pensaba ir porque mi madre no se encontraba muy bien, así que fue todo muy inesperado. Nos presentaron y empezamos una conversación que ya nunca se detuvo. Nos enamoramos de nuestras formas de pensar respectivas. Es muy extraño, porque a pesar de nuestra diferencia de edad, nuestra compatibilidad es alucinante.

Bonham Carter se refiere al escritor noruego Rye Dag Holmboe, 22 años más joven que ella. La actriz no tiene inconveniente en hablar de sus relaciones y amistades.

Vestido de ALESSANDRA RICH (1.625 €) y zapatos de PRADA (de su fondo de armario personal).
Vestido de ALESSANDRA RICH (1.625 €) y zapatos de PRADA (de su fondo de armario personal).

¿En qué se diferencia cómo vive el amor ahora, a los 50, con respecto a cuando era más joven?

Después de haber pasado por un divorcio y haber tenido que reconstruirme a mí misma me he dado cuenta de que jamás estaría con alguien que no me diese mucho y al que yo no quiera darle mucho, porque… ¡ocupan mucho espacio! [risas] .

En esta temporada se ve a una princesa Margarita mucho más pesimista en cuanto a la vejez. ¿Le afecta eso de alguna manera?

Yo soy mucho más afortunada en mis circunstancias personales. Ella pasa por una serie de pérdidas muy fuertes: por un lado tiene un desengaño amoroso, luego la operan de los pulmones y por último pide una promoción dentro de la familia real que no se le concede. Creo que en su caso es muy determinante que va siendo cada vez menos importante conforme su hermana tiene más hijos y eso es una dinámica muy complicada. Mientras tanto, su sobrino Edward cada vez tiene más responsabilidades. Así que no, no me afecta, afortunadamente. Pero sí me hace sentirme reflejada en el sentido de que como mujer te puedes obsesionar con perder relevancia.

¿Hay alguna técnica para perder ese miedo?

Los cambios, y envejecer es un cambio, no tienen que verse necesariamente como una pérdida sino como un momento diferente, pero eso requiere cierta disciplina mental. Todos los días, y ya sé que esto va a sonar como Pollyanna, pero es que es verdad, puedes elegir qué pensar y en qué dirección llevarlo. También si te lo tomas muy en serio o no.  Hay este poema del poeta persa Hafiz que dice así [se levanta a por un libro para poder recitarlo]: «Ojalá pudieses ver la luz de tu ser». La gente ve su imagen en los selfis pero no se ve por dentro.

Una vez dijo que Brad Pitt es tan guapo porque «se ha tragado el sol».

Es que es así. Cuando lo conoces en persona alucinas con su energía. Hay otra gente en cambio que parece haberse tragado las tinieblas. Por eso hay gente que es tan guapa, porque sea lo que sea que llevan dentro, se proyecta hacia fuera. Creo que lo resume muy bien esa frase de Maya Angelou que dice: «Puedes olvidar lo que alguien te ha hecho, pero jamás podrás olvidar cómo te hizo sentir».

Johnny Depp es buen amigo suyo. ¿Cree que es justo lo que le está pasando?

No voy a decir mucho sobre esto, pero cualquiera que haya pasado por un divorcio sabe lo horrible que es. Todo lo que ocurre en privado debería quedarse en el ámbito de lo privado. Pongámoslo así: él no llevaría a esa chica a los tribunales si pensara que ella está en lo cierto porque es un hombre muy inteligente.

En la serie, Margarita dice que la vida sin  cigarrillos, alcohol y hombres no merece la pena. ¿Está de acuerdo?

Bueno. Yo no fumo, lo dejé. Ya no bebo alcohol. ¡Pero no me he rendido con los hombres! [risas].

En esta nueva temporada Margaret Thatcher [interpretada por Gillian Anderson] tiene mucho protagonismo. ¿Cómo le caía a usted de joven?

Mi tío Mark [miembro liberal de la Cámara de los Lores en los años sesenta] la odiaba profundamente. Yo no soy un animal especialmente político, pero aunque no coincida mucho con sus ideas, soy capaz de ver que por su ética de trabajo, su determinación, su moral victoriana tan dura… en muchos aspectos era fascinante.

En la serie se ve perfectamente que Thatcher tenía muchos complejos de clase y que le resultaba francamente difícil entenderse con la realeza…

La reina y ella tenían puntos de vista tan diferentes… ¡Y eran las dos mujeres de la misma edad! Creo que Thatcher era increíblemente inteligente pero tenía muchísimas dificultades para ponerse en el lugar de otros y en ese sentido estaba enormemente bloqueada. Era incapaz de entender ese privilegio.

Es sorprendente hasta qué punto la familia real la trató con desdén en su visita a Escocia, cuando la hicieron pasar por lo que ellos conocían como ‘Los Tests de Balmoral’…

Sí, sí. Se comportan como un auténtico clan y es muy interesante cuando la gente se comporta de esa manera.

¿Usted se ha sentido intimidada por el protocolo alguna vez en la vida?

Nunca y no sé por qué en realidad. Creo que siempre he tenido una visión muy saludable de este asunto y siempre he comprendido que el protocolo es solo superficie. Además yo generalmente soy transgresora. Un montón de veces cuando mis amigos me dicen: “¡Oye! ¡Que no puedes hacer eso!”, yo siempre les digo: «Pero, ¿por qué?».  Tal vez que me sienta tan segura tiene que ver con que crecí en un ambiente de clase alta pero nunca di nada por sentado. Es verdad que el privilegio de ser privilegiado es justamente que esas cosas no te intimiden. Puedes sentirte inadecuado en muchos otros sentidos, pero justo en ese no.

Hay un momento en esos ‘Tests de Balmoral’ en que en la serie la Reina siente un poco de compasión por Thatcher e intentaba echarle un cable. ¿Usted le ha tenido que echar un cable a un amigo de esa manera en sus círculos íntimos?

No, porque nadie en mi familia es esnob y yo no lo soy. Creo que echo una mano sin saberlo, simplemente siendo una persona acogedora y normal.

Era la hermana pequeña de dos chicos, ¿cómo fue la relación con ellos?

Nunca competí con ellos, como por ejemplo se ve en la serie que pasaba entre Margaret y Elizabeth. Yo nunca tuve esta clase de cosas. Eran muy protectores conmigo. De nuevo fui privilegiada.

En algunas culturas las chicas de la familia son como una segunda madre…

¿Te refieres a cuidar de los “hermanos”? [lo dice en español y pone una irónica cara de infinita extrañeza] ¡Pero ellos ya tienen a sus mujeres, ¿no? [risas].

En su juventud, ¿se relacionaba con chicas como Diana de Gales, las denominadas Sloane Rangers, que iban en caza de un heredero?

Recuerdo a ese tipo de chicas. Había toda una cultura. Pero no solía salir con ellas, ni con nadie, en realidad [risas]. Era muy reclusiva. No formé parte del club, pero también porque muy rápidamente me metí en mi carrera, empecé en el mundo de la interpretación cuando tenía 19 años. Aunque sí era muy consciente de la existencia de Diana.

¿Y sentía respeto político por los royals o los veía como un mero entretenimiento?

Es muy rara la posición que tienen. Por un lado se supone que están por encima de todo, pero por otro lado son objetos con los que juega la prensa. En ese sentido no tienen ningún tipo de poder, pero se supone que representan a nuestro país, y Dios nos ayude cuando la Reina muera.

¿Qué cree que le va a ocurrir a la Corona británica en ese momento?

No lo sé. Creo que va a ser un shock tan enorme, nos vamos a dar cuenta de cuántas cosas dábamos por sentadas. Su consistencia, su presencia, su constancia es de un valor incalculable, y lo sé bien porque he hecho el papel de su hermana [risas]. La gente dice que cuestan demasiado, que qué hacen, que no sirven para nada. Yo creo que inconscientemente nos dan  en todo el mundo un sentido de identidad y un perfil que todo el mundo respeta. La reina es sin duda la mujer más respetada del mundo. Es extraordinaria.

¿Qué piensa de Boris Johnson?

Es muy carismático y muy inteligente. Lo que no tengo tan claro es que tenga moral…

Top de SEE BY CHLOÉ (278 €) y pendientes en platino con 4,06 quilates de diamantes de TIFFANY & CO (c. p. v).
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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.
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