Fanny, el legendario grupo de rock que no pudo con el muro del machismo
El documental Fanny: The Right to Rock, que se ha podido ver en el Festival InEdit, narra la historia de Fanny, grupo de rock formado por mujeres, cuyo éxito se vio dificultado por el machismo, el racismo y la homofobia de los años 70.
A principios de los años 70, Fanny revolucionó la escena musical de Los Ángeles gracias a su potente sonido y a una particularidad inusual para la época: ser una banda compuesta únicamente por mujeres. Si bien este tipo de banda había constituido un género propio en el mundo del pop, lo habitual era que esos conjuntos fueran productos creados exprofeso por los departamentos de marketing de las discográficas que, además, decidían su estilo y su repertorio, que solía estar compuesto por temas amables, intrascendentes y pegadizos.
Fanny no era nada de eso. Ellas componían sus propias canciones —en las que trataban temas como la píldora anticonceptiva, la guerra o los abusos policiales— y las interpretaban con un reconocible estilo a medio camino entre el hard rock y el glam. En palabras de Bonnie Raitt, “fueron el primer grupo de rock formado por mujeres que obtuvo algo de credibilidad dentro de la industria de la música”. Sin embargo, y a pesar de la buena opinión de la prestigiosa guitarrista de blues, el sector musical de los años 70 no estaba preparado para Fanny.
“Creo que llegamos a la escena musical antes de que la sociedad pudiera valorar lo que estaba viendo y escuchando —comenta June Milington, guitarrista y cantante del grupo—. Para poner las cosas en perspectiva, cuando mi hermana Jean y yo comenzamos a tocar con guitarras eléctricas a finales del 64 con nuestro grupo The Svelt, la puerta apenas se había abierto. En los medios de comunicación no había chicas que tocasen sus propios instrumentos y escribieran sus canciones. Poco después, la guerra de Vietnam, los movimientos por los derechos civiles, la lucha de las feministas o el cambio en el estilo y los mensajes musicales de The Beach Boys, The Beatles y las bandas de psicodelia, hicieron que las cosas comenzasen a cambiar. Eso nos ayudó a tener un pequeño punto de apoyo para desarrollar nuestro propio sonido. No diré que fue fácil, porque no lo fue, pero también éramos conscientes de que estábamos abriendo la puerta a otras chicas”.
Una historia inspiradora e intergeneracional
Años después de la separación del grupo, la realizadora Bobbi Jo Hart se vio en la necesidad de comprar una guitarra acústica para su hija de doce años. Navegando por internet, dio por casualidad con una foto de June Millington y la historia de Fanny. “Aunque estaba emocionada por descubrir a esa banda de rock pionera, en el fondo me molestó no haber oído hablar de ellas antes —explica Bobbi Jo Hart—. Crecí en el sur de California durante los años 60 y 70, mis padres eran hippies, ponían LP de rock and roll todo el rato pero ¿por qué no sabían nada de Fanny?”. A partir de entonces, Bobbi Jo Hart comenzó a interesarse por la historia de esas mujeres, hasta el punto de querer dirigir un documental sobre ellas que no solo mostrase “su increíble legado musical, sino que arrojase también luz sobre esa parte queer de su personalidad que nunca fue mencionada por las compañías discográficas o los medios de comunicación en los años 60 y 70”.
Aunque las componentes de Fanny habían recibido ofertas por parte de algunos productores para contar su historia, los proyectos nunca habían llegado a fructificar. Sin embargo, los más de veinticinco años de experiencia de Bobbi Jo Hart contando historias de mujeres, acabaron siendo clave para rodar Fanny: The Right to Rock, documental que comienza justo cuando June, Jean Millington, Brie Howard y Alice de Buhr se reencuentran para grabar un nuevo LP titulado Fanny Walked the Earth. “La historia la escriben los vencedores. Por eso, las contribuciones y experiencias de niñas y mujeres solo serán documentadas si tenemos, por así decirlo, ‘una habitación propia’ —explica Bobbi Jo Hart—. Es vital que compartamos nuestras experiencias para inspirar a otras niñas, a otras mujeres y para que niños y hombres nos comprendan mejor y respeten nuestra forma de ver la vida. Fanny compartieron esas experiencias a través de las letras de sus canciones, del mismo modo que yo comparto esas historias a través de mis películas y animo a todas las niñas y mujeres a que hagan lo mismo con las suyas escribiendo revistas, poesía, blogs y defendiendo sus derechos en la escuela o en sus comunidades locales”.
Tras su estreno en el certamen Hot Docs 2021 de Toronto, donde recibió el premio del público, Fanny: The Right to Rock comenzó su periplo por cines y festivales de todo el mundo. Entre ellos, el InEdit 2021 de Barcelona, en el que participa en la Sección Oficial Internacional. Además, junto con las proyecciones, Bobbi Jo Hart ha organizado una serie de actividades relacionadas con el documental. Por ejemplo, #GetBehindFanny, iniciativa que anima a los grupos formados por niñas y chicas jóvenes a tocar versiones de Fanny, ya sea en vídeos subidos a internet o en festivales en los que se estrena la película. “En Portland, la banda Tall Dark Whimsy interpretó versiones de Fanny en el estreno del documental; hace un par de semanas la baterista y vocalista de Fanny y la rapera Ruby Ibarra interpretaron una mezcla de rock & roll y rap en el Festival de Cine de las Naciones Unidas de San Francisco y The Linda Lindas, cuya canción Racist Sexist Boy se volvió viral, presentó a Fanny en el estreno de OutFest en Los Ángeles —detalla Bobbi Jo Hart—. Nos gustaría que en el futuro hubiera más colaboraciones intergeneracionales como estas. Incluso se habla de que, aprovechando que Fanny podría ser incluida en el Salón de la Fama del Rock & Roll en 2022, haya un nuevo álbum de la banda con artistas jóvenes, que pueda servir de inspiración para que otras chicas monten sus propios grupos de música”.
La tierra de las oportunidades
El origen de Fanny se remontaba a principios de la década de 1960, cuando June y Jean Milington, dos hermanas filipinas de padre estadounidense, se trasladaron con su familia a una de las bases militares de Sacramento, en el estado de California. Allí formaron, junto a Brie Howard, amiga del instituto que tocaba la batería, su propio grupo: The Svelts.
Tras la marcha de Howard para casarse y tener a su hija, June y Jean formaron Wild Honey, banda con la que se presentaron en una velada para aficionados en uno de los locales de moda de Los Ángeles, el Troubadour Club. Esa noche se encontraba en la sala la secretaria del productor Richard Perry que, tras ser informado de su existencia, decidió ficharlas para Reprise Records, compañía propiedad de Frank Sinatra.
El acuerdo con la discográfica conllevaba muchas ventajas, pero también ciertos sacrificios. Entre los primeros estuvo disfrutar de Fanny Hill, una casa en la que las componentes de la banda podían convivir, ensayar e invitar a amigos como Joe Coker o miembros de The Band. Entre los segundos, estuvo cambiar el nombre del grupo por otro más sugerente, Fanny, incorporar a una teclista y expulsar definitivamente a Brie Howard, la antigua componente de The Svelts que, tras haber sido sustituida en la batería por Alice de Buhr, intentaba buscar su hueco en la banda como percusionista.
Resueltos esos detalles, las componentes de Fanny entraron en el estudio de grabación y, en 1970, publicaron un disco homónimo que, si bien sorprendió por su potente sonido, no alcanzó el éxito esperado. El hecho de que sus componentes fueran mujeres empoderadas, lejos de ser un reclamo, se convirtió en un problema y hasta en motivo de mofa para respetados críticos como Lester Bangs o genios de la música como Frank Zappa. Que algunas de ellas fueran también racializadas y otras lesbianas, complicó aún más la situación.
Machismo, racismo y otros –ismos
“Para ir a ver a un grupo de rock femenino, uno tiene que traer una mezcla de condescendencia y paranoia. ¿Y si son buenas? ¿Qué le hará esa posibilidad al viejo ego masculino?”, se preguntaba Mike Jahn en un artículo para The New York Times en el que valoraba el concierto que Fanny dio en el Fillmore East de Los Ángeles en mayo de 1971. De hecho, aunque el crítico reconocía su talento como instrumentistas y compositoras, durante todo el texto hacía continuas menciones a su condición de mujeres: “Realmente es un placer ver a las chicas. Y el ego masculino sobrevive. El mío se sintió bastante bien, de todos modos”, llegaba a decir Jahn al final del artículo.
“Sufrimos sexismo, racismo y homofobia en una época en la que no había prácticamente nada para contrarrestarlo, más allá de nuestro talento y la voluntad de trabajar duro día y noche —recuerda June Milington—. De todos esos problemas, la misoginia y el machismo fueron los mas graves. Nos afectaron de tal manera que, simplemente, los ignoré. También ignoré la homofobia. Mi novia solía estar detrás del escenario durante los conciertos y hubiera respondido de buena gana a preguntas sobre el tema, pero nunca nos preguntaron al respecto. Preferían hacernos preguntas sobre nuestro pelo, nuestro maquillaje… En cuanto al racismo, mientras que el caso de los negros está de sobra documentado, el de los filipino-estadounidenses suponía una total invisibilidad que nos provocaba mucho dolor, que se sumaba al provocado por la xenofobia de la que también éramos objeto. En todo caso, los obstáculos no eran tan importantes como nuestras ganas de progresar y, dado que todo estaba en nuestra contra, en lugar de centrarnos en esas injusticias, nos centramos en lo positivo, como la alegría que nos generaba tocar”.
A pesar de su complicado encaje en el conservador mundo musical de los 70, Fanny continuó actuando, ensayando y grabando. A ese primer disco homónimo, siguió Charity Ball —tema que llegó al Top 40 de la lista de éxitos Billboard— y, unos meses después, el grupo se embarcó en una gira europea. A diferencia de lo que sucedía en Estados Unidos, en el viejo continente las componentes de Fanny recibieron un trato respetuoso por parte de público, la prensa, la industria e incluso los colegas de profesión, lo que les permitió telonear a Slade, a los Humble Pie de Steve Marriott, conocer a David Bowie y grabar su tercer disco en los estudios Apple, propiedad de The Beatles, con su ingeniero de sonido Geoff Emerick.
“Europa en los años 70 tenía una mentalidad más abierta que los Estados Unidos. Allí no se enfrentaron a nosotras sino que parecieron entendernos —recuerda June Milington—. Lo único que hubiera deseado es que la compañía discográfica hubiera invertido más para que hubiéramos podido ser escuchadas por todo el mundo, pero no lo hicieron. Comenzaron a perder la confianza en nosotras, como demuestra el hecho de que nos obligasen a usar atuendos glam-rock. En mi caso, esa fue la gota que colmó el vaso”.
Ante ese tipo de imposiciones, en las que volvió a jugar un papel importante el machismo de la industria, June Milington decidió abandonar Fanny en 1973. Su puesto fue ocupado por Patti Quatro, hermana de Suzy, y aunque todavía grabarían otro LP de estudio y un disco en directo, las relaciones de las componentes de Fanny entre sí y entre el grupo y la discográfica estaban ya muy deterioradas. En consecuencia, la banda se disolvió y cayó en el olvido durante décadas.
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