Estas marcas hacen solo una cosa (pero la hacen muy bien)
Para sobrevivir, cada vez más marcas de autor se apuntan a este lema: centrarse en algo concreto para alcanzar la excelencia.
Hay restaurantes cuya carta gira en torno a un alimento, bares que solo sirven un tipo de bebida y marcas cosméticas que comercializan un solo producto. La cultura nicho (semiconocido, casi artesanal y muy especializado) también es la alternativa que adoptan algunas firmas de moda para sobrevivir en un ambiente cada vez más competitivo. ¿Para qué ampliar el negocio cuando un único tipo de prenda puede esconder posibilidades infinitas?
Las siglas de esta firma italiana tienen un doble sentido. Responden a las iniciales de su creadora, Francesca Ruffini, y contienen el lema que orienta sus productos: «For Restless Sleepers» («Para durmientes sin descanso»). Es una enseña de pijamas de lujo que no se llevan para dormir. Muy al contrario. Rompiendo las reglas obsoletas entre la indumentaria privada y la pública e influenciada por la iconografía esotérica, el dandismo del siglo XIX y el orientalismo que practicaban las divas de los años sesenta (de Loulou de la Falaise a Talitha Getty), las creaciones de Ruffini, experta en sedas, respiran sofisticación y son las favoritas de Giovanna Battaglia o Hailey Baldwin. Y no precisamente para irse a la cama.
Mucho antes de que los pendientes grandes se convirtieran en una tendencia ubicua, Leire Urzaiz y Estefanía de Oliveira ya quisieron que su negocio se basara en ellos. Comenzaron a producirlos en 2010, eligieron el plexiglás como materia prima (por su ligereza y su capacidad de absorber los colores) y centralizaron su distribución en una fábrica del sur de Madrid. Hoy, con decenas de puntos de venta y una tienda taller en la calle Francisco de Rojas 1, Papiroga sigue haciendo sus pendientes de forma casi artesanal: los diseñan en el ordenador, los cortan al láser y los ensamblan manualmente.
De vuelta de un viaje a Nepal, Gloria Gubianas y sus amigos decidieron vender mochilas de cáñamo, típicas de la zona, y destinar lo que sacaran a varias ONG de ese país. El éxito la llevó a crear su propia marca hace tres años. Trabajan exclusivamente ese producto, lo fabrican allí con cáñamo reciclado y dan empleo a colectivos vulnerables. Ya han ayudado a casi una treintena de familias nepalíes y son la segunda compañía de moda en España (la primera fue Ecoalf) en conseguir la certificación BCorp, el sistema internacional que estudia la trazabilidad y el impacto positivo de las empresas. Desde el año pasado, Hemper tiene una nueva línea de producto: las clásicas bolsas de arroz de la región. Aunque no se puede hablar estrictamente de ampliación de negocio. Hasta hace poco eran el envoltorio en el que los clientes recibían sus pedidos online, pero la demanda hizo imposible que no los terminaran por poner a la venta.
El año pasado muchos editores tuvieron que aprender a escribir vyshyvanka, el término que resume el proceso de bordado tradicional en Ucrania. La culpa la tuvo Vita Kin, una diseñadora local que exportó los vestidos inspirados en el folclore de su país a los armarios de Anna Dello Russo, Miroslava Duma o Leandra Medine. Trabaja con artesanos de Kiev y realiza sus vestidos a mano. De ahí que el cliente, si no encuentra una prenda en particular, pueda pedir que se reedite solo para él. Casi como la alta costura, pero con vocación folclórica.
Paloma Canut y Ana Marroquín se conocieron mientras estudiaban diseño en la Parsons de Nueva York, una escuela que apuesta por la especialización como garantía de éxito. Ellas decidieron aprender el arte de la camisería y en 2015 crearon Sunad, una firma que con solo un año de vida ya aparecía reseñada en Monocle o en The New York Times. Con la androginia setentera siempre en mente (en concreto, con la que practicaba Yves Saint Laurent), Paloma y Ana diseñan sin temporadas ni calendarios y con una filosofía local: los tejidos siempre se producen aquí y la confección es manual.
Aunque Christina Martini vivía en París y trabajaba en el equipo de diseño de Louis Vuitton, siempre que el clima se lo permitía le gustaba ponerse esas sandalias de tiras típicas de su Grecia natal. En 2011 dio el paso: decidió sacarlas de las tiendas de turistas y convertirlas en un objeto de lujo. Así nació Ancient Greek Sandals, una firma que solo produce calzado inspirado en la antigua Grecia y que, según The Business of Fashion, crece a un ritmo entre el 20% y el 30% anual. Tras años vendiendo en Net-a-Porter, MyTheresa y otros templos del lujo online, acaban de abrir tienda en Atenas. Un local inspirado, cómo no, en un templo.
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