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Cómo el biquini consiguió burlar al fascismo entrando por Benidorm

La localidad alicantina se desmarcó de la represiva moral franquista que censuraba el traje de baño de dos piezas. Defendió su uso para evitar perder su estatus de destino turístico, pero de paso marcó un hito en la historia de la moda femenina.

La actriz Stella Stevens posando en biquini en 1960.
La actriz Stella Stevens posando en biquini en 1960.Getty (Getty Images)
Elena Muñoz

En lo que atañe a la moda, el armario femenino siempre ha sido analizado con lupa. Incluso en pleno 2023, todavía se cuestiona la indumentaria de las mujeres a la mínima oportunidad. Pero si volvemos la vista a la historia de la moda reciente, puede que ninguna prenda haya sido tan polémica como el biquini. Si el pantalón ya vislumbró una incipiente emancipación femenina cuando su uso se democratizó entre mujeres del mundo occidental a partir de los años sesenta, la irrupción del biquini en las playas arrasó con su poderoso simbolismo. Hace 70 años, la ciudad de Benidorm -en aquel entonces un remoto pueblo pesquero de la costa alicantina- jugó un papel fundamental a la hora de promover el uso de este traje de baño en aquella España en blanco y negro.

En la década de los 50, en nuestro país, con unos usos y costumbres alejados de los hábitos de buena parte de Europa y Estados Unidos, no había rastro de aquel diseño de sujetador y bragas que algunas actrices empezaban a llevar en las películas. Una de las primeras en lucirlo fue Brigitte Bardot en los cincuenta. Pero para conocer su origen hay que remontarse a sos años cuarenta del siglo pasado. “Aunque en los años treinta podemos ver prendas de dos piezas en los roperos deportivos, es en los años cuarenta del siglo XX cuando aparece el famoso biquini, que hoy casi todo el mundo usa y que en el momento de su aparición revolucionó el mundo de la moda”, apunta Amalia Descalzo Lorenzo, docente de Cultura y Moda en Isem Fashion Business School, centro de la Universidad de Navarra. Su creación se atribuye al ingeniero francés Louis Réard, que en 1946 presentó su diseño días después de un ensayo con bomba atómica realizado en el atolón Biquini, en las islas Marshall: “Réard presentó en París un atrevido traje de baño de dos piezas al que dio de nombre el de la Isla Bikini del archipiélago Marshall. En su presentación, Réard fue ayudado por el modisto Jacques Heim, el único del gremio que no manifestó su repulsa por la creación”, añade Descalzo Lorenzo.

Brigitte Bardot en 1052.
Brigitte Bardot en 1052.Getty (Bettmann Archive)

El contacto más cercano que se tuvo en nuestro país con la prenda fue unos años después, cuando el turismo empezó a despuntar en nuestras costas y las turistas procedentes de Suecia, Francia o Gran Bretaña, dejaron claro que el bañador había pasado a un segundo plano para ellas. La represiva moral franquista constreñía a la mujer al ámbito doméstico y todo atisbo de independencia – también a través del vestuario– se percibía como una amenaza al orden social. Dejarse ver con biquini era considerado un atrevimiento y una provocación. Tanto es así, que el gobernador civil de Alicante, llegó a prohibir su uso en espacios públicos (léase, en la playa).

Mientras España se resistía a ningún tipo de progreso, en Benidorm no veían con buenos ojos aquella prohibición que podía espantar a los turistas que paseaban por sus playas, sus restaurantes y sus hoteles. En 1953, el alcalde de la localidad, Pedro Zaragoza Orts, al frente entre 1950 y 1967 y responsable de la transformación de este pueblo de pescadores en el destino de playa y sol más codiciado de Europa, tomó cartas en el asunto. Pero antes Zaragoza topó con la Iglesia. En concreto, con el arzobispo de Valencia Marcelino Olaechea, que le amenazó con la excomunión. Convencido de la importancia del biquini en el estatus de Benidorm como potencial destino turístico de referencia, el alcalde pidió audiencia con Franco en el Palacio del Pardo .El alcalde Zaragoza cogió su Vespa verde y se lanzó en un largo viaje desde Benidorm a Madrid. La localidad había empezado a recibir a decenas de miles de turistas ansiosos de sol y fascinados con las costumbres de un país congelado en el tiempo. Estas visitas se traducían en importantes beneficios económicos y prohibir el biquini ocasionaría que los extranjeros se llevaran sus divisas a otros países de buena gastronomía y clima, como Italia. Con ese argumento, Zaragoza convenció a Franco de permitir el uso del biquini y Benidorm se consagró como la ciudad más internacional de España, gracias también a su popular Festival Internacional de la Canción, inaugurado en 1959. Pedro Zaragoza permitió el uso del biquini entre las bañistas de las playas de Benidorm, aunque no todos los benidormenses estaban a favor de dar manga ancha al empleo de esta alternativa al bañador y hubo quien incluso increpó a las mujeres que se atrevían a lucirlo.

A modo de homenaje al biquini y Benidorm, el cineasta Óscar Bernàcer abordó la historia en el cortometraje de 2014 Bikini, con Carlos Aceres en el papel del dictador. La anécdota también estuvo presente entre las viñetas humorísticas que integraron la exposición Pedro Zaragoza, vida y obra en viñetas, organizada el pasado año desde Patrimonio Histórico de Benidorm con motivo del centenario del nacimiento del célebre alcalde.

A lo largo de la década de los sesenta, el uso del traje de baño de dos piezas empezó a normalizarse paulatinamente, si bien las españolas todavía no se atrevían a llevar este atrevido diseño que tan mala prensa había cosechado durante años. Así lo explica la profesora Descalzo Lorenzo: “En estos años quien se atrevía a llevar tan descocada prenda eran en su mayor parte mujeres extranjeras. Información de primera mano nos dice que aún por esas fechas y hasta bien entrados los años cincuenta había vigilantes en las playas que nos recordaban que había que vestir con decoro. En los años sesenta, poco a poco las españolas fueron adoptando el biquini especialmente entre las jóvenes, pero fue en los setenta cuando entró plenamente en nuestro país”.

Jacqueline Bisset, con un biquini blanco en 1970.
Jacqueline Bisset, con un biquini blanco en 1970.Getty (Getty Images)

Una de las primeras firmas españolas en lanzar una colección de biquinis fue Andrés Sardá. Nacida a finales del siglo XIX como una marca especializada en la fabricación de mantillas de encaje, en los años sesenta se introdujo en el terreno de la lencería y la ropa interior y en la década de los setenta lanzaron su primera colección de moda de baño, donde se incluyeron varios biquinis confeccionados en licra, un tejido poco habitual entonces. En palabras de Nuria Sardá, actual directora creativa de la marca, “la acogida fue fantástica. Los diseños eran muy innovadores y la comunicación e imagen de la colección era rompedora. Les encantó la propuesta”. Sardá afirma que “hoy en día, esos diseños siguen siendo totalmente actuales. Eran prendas ligeras realizadas en materiales extraordinarios, con colores intensos y brillantes”. En 2023, ponerse un bikini es un acto tan rutinario en los meses de calor como aplicarse protección solar, pero hubo un tiempo no tan lejano en que la libertad de vestir como una quisiera ni siquiera era una idea sobre la que debatir. Y no olvidemos que la libre vestimenta femenina sigue estando restringida en buena parte del mundo, ya no digamos el uso del biquini.

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