Adultos con acné: causas y soluciones
El 30% de las mujeres y el 7% de los hombres de más de 25 años lo sufren. Explicamos cómo tratar este problema dermatológico en la madurez.
Falsos mitos. El acné suele acompañarse de la coletilla ‘juvenil’. Y no es para menos: afecta al 85-90% de los adolescentes occidentales, según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). Se suele culpar al exceso de producción seborreica, a la estimulación androgénica, al sobrecrecimiento de la bacteria Cutibacterium acnes (antes conocida como P. acnes), la hiperqueritinización folicular y la inflamación local. Brota con virulencia, pero, superada la pubertad, suele desaparecer. O no. «Existe un acné tardío, más frecuente en mujeres que en hombres, que se mantiene a partir de los 25 años», advierte la dermatóloga Elia Roó, directora de Clínica Clider. Entre los detonantes, la genética (hay personas más propensas que otras), la contaminación y el estrés. Sin menospreciar las oscilaciones hormonales, desde la menstruación al embarazo o el posparto. Con los años, los granos pasan de «instalarse en la zona T (frente, nariz y alrededores de la boca) a preferir la zona U (pómulos, mandíbula y cuello). Se reduce la presencia del típico grano pápula y aumentan las lesiones inflamatorias, incluso dolorosas, que dejan manchas o cicatrices».
Atajar los brotes pasada la edad universitaria es una lucha compleja. Contra la suciedad ambiental que obstruye los poros no hay más que vigilar la limpieza facial diaria. El estrés tampoco es fácil de batir. «Estimula la aparición de brotes. Además, en periodos de nerviosismo nos tocamos más y manipulamos los granos. Esto agrava las infecciones y eleva el riesgo de cicatrices», explica la doctora Natalia Jiménez, dermatóloga en Grupo de Dermatología Pedro Jaén. La dieta lleva años siendo objeto de controversia. «Estudios recientes apuntan a que la leche desnatada o semidesnatada aumenta la incidencia. Incluso vuelve a acusarse al chocolate». ¿Y los azúcares? «Se cree que también, pero los estudios poblacionales no son muy fiables». Se salvan de la quema los cosméticos. Actualmente, existe una amplia oferta de los ‘no comedogénicos’ –desde hidratantes diarias a solares– con propiedades seborreguladoras, antinflamatorias y antobacterianas.
Iniciada la guerra, descubrimos que el 60% del acné adulto no responde a los antibióticos ni a los retinoides tópicos. «Los antibióticos sistémicos solo los pautamos si hay un brote agudo, con mucha inflamación. Pero por un espacio corto de tiempo: mejoran el grano rojo, pero no los quistes». Y agravan las resistencias de los microorganismos a este tipo de sustancias. «En la treintena, los retinoides tópicos se topan con pieles más sensibles y con tendencia a la sequedad». En algunas mujeres los anticonceptivos orales, los anillos vaginales y los parches hormonales, al regular el ciclo menstrual, tienen efectos beneficiosos sobre el acné. Pero no siempre funcionan. Entonces, toca pasar a mayores. «Una de las mejores herramientas es la isotretinoína en dosis bajas (la versión moderada del Roacután de antaño). Si no hay problemas hepáticos o hipercolesterolemia, y si la paciente no tiene deseos de ser madre a corto plazo, ya que este fármaco es teratogénico (produce graves malformaciones en el feto), podemos mantenerlo durante varios meses».
Al láser y la luz pulsada intensa como tratamientos del acné activo se suma recientemente la terapia biofotónica (Kleresca). «Aprovecha las propiedades de la fluorescencia para eliminar la bacteria del acné, mitigar la inflamación, aumentar la producción de colágeno y normalizar la actividad celular», señala la dermatóloga Adriana Juanes, directora médica de Instituto Médico Ricart en Madrid. Sus principales ventajas: reduce los granos, suaviza las cicatrices y mejora el aspecto de la piel en una edad en la que el envejecimiento empieza a dar señales de vida. Contra las cicatrices, triunfan los láseres fraccionados, a veces combinados con mesoterapia (plasma rico en plaquetas o ácido hialurónico) para mejorar transitoriamente el aspecto de la piel.
El último agente en entrar en juego es el bótox. «Empleándolo en diferentes diluciones y mediante técnicas de infiltración distintas y complementarias a la habitual (en un formato similar a la mesoterapia), la toxina botulínica puede regular la secreción glandular al actuar sobre la acetilcolina, el neurotransmisor implicado en la secreción de sebo», explica la doctora Mar Mira, codirectora de la Clínica Mira + Cueto. A la vez, en las zonas tratadas se favorece la autorregeneración del fibroblasto. En otras palabras: mejora el aspecto externo de la piel, algo especialmente importante, no solo para atenuar las cicatrices, sino como método antiedad. «A nivel de biomodulación, disminuye las proteínas asociadas al envejecimiento (SA-beta-galactosidasa), aumenta la formación de colágeno típico de la piel (1 y 3) y reduce la formación de proteínas destructoras del colágeno (mucometaloproteinasas 1 y 3)». Desde 275 euros.
Pero no lancemos las campanas al vuelo. En un artículo del Journal of Drugs in Dermatology, varios dermatólogos dirigidos por el doctor Akash Dhawan, de la Universidad de Rice (Texas, EE UU), sugieren que hace falta profundizar aún más en la forma de aplicación y las dosis. Y sopesar los problemas de funcionalidad muscular debidos a la inmovilización muscular prolongada.
La pregunta del millón es si la menopausia acaba con el acné. La respuesta es desconcertante. En el climaterio, las hormonas femeninas caen y la testosterona se convierte en uno de los principales causantes del acné en las mujeres menopáusicas porque estimula la producción de sebo», señala el dermatólogo José María Ricart, director médico de Instituto Médico Ricart. ¿Alguna alternativa? «La terapia de reemplazo hormonal en la menopausia, al mantener los niveles de testosterona bajo control, atenúa los brotes».
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